El islamista AKP vuela hacia el triunfo electoral a lomos de la nueva política exterior turca
Junto con los buenos datos macroeconómicos, la nueva política internacional de Turquía, que ha salido de la órbita occidental y busca estrechar lazos con sus vecinos árabes y musulmanes, es la mejor carta de presentación del AKP para asegurar su anunciada reválida electoral del domingo.
Dabid LAZKANOITURBURU
Crisis con su antiguo aliado israelí, apoyo a los islamistas palestinos de Hamas, acercamiento a Irán: la nueva política internacional de Turquía inquieta a sus aliados de la OTAN pero cimenta la popularidad del primer ministro, Recep Tayyip Erdogan, que aspira el domingo a revalidar el cargo.
Justo hace un año, decenas de miles de turcos se manifestaban delante de las mezquitas de Estambul al grito de «¡Abajo Israel, ¡Somos los soldados de Hamas!», el movimiento palestino en el Gobierno en Gaza. Manifestaciones diarias protestaron contra el sangriento asalto, por un comando de élite israelí, en alta mar el 31 de mayo de 2011, contra la Flotilla de la Libertad. Nueve turcos a bordo del ferry Mavi Marmara murieron en el operativo. El universitario Ahmet Insel anticipaba entonces: «Esto es bueno para Erdogan. Es un granero de votos para 2011». «Así ha sido, en efecto», constata el editorialista Hasan Cemal, del diario «Miliyet».
Los dirigentes del AKP reaccionaron de forma contundente contra Israel. El Gobierno de Ankara llamó a su embajador en Tel Aviv y el presidente, Abdullah Gul, auguró entonces que las relaciones bilaterales no serían «ya nunca más las mismas».
La posición de principio contra Israel es, en cierto sentido, un regreso al sentido común en Turquía tras decenios de alineamiento con Occidente y, de su mano, con su principal gendarme en Oriente Medio. Como recuerda Hasan Cemal, el sentimiento antisionista y propalestino es muy mayoritario en la sociedad turca, «y no sólo en los círculos islamistas; es compartido también en el seno de los sectores kemalistas y nacionalistas», explica.
Otra cosa es que haya sido el AKP el pionero a la hora de dar ese giro a su política internacional. Aunque Israel y la cuestión palestina han estado completamente ausentes en la campaña electoral. «la crisis ha reforzado la imagen de Erdogan», convertido tanto dentro como fuera de las fronteras turcas en paladín de la causa palestina, señala Sami Kohen, comentarista político de «Miliyet».
Un cambio que va mucho más allá
País miembro de la OTAN, candidato eterno a entrar en la UE, república laica aunque dirigida por un Gobierno surgido del movimiento islamista, el giro de Turquía inquieta a sus antiguos aliados. Pero no sólo por la crisis con Israel, que realmente viene de antes, concretamente desde la sangrienta operación «Plomo Fundido» contra Gaza y que dejó 1.400 palestinos muertos en bombardeos a finales de 2008-principios de 2009.
El cambio es mucho más profundo y consiste en un realineamiento en profundidad de Turquía en la arena mundial. El fundador de la Turquía moderna, Mustafa Kemal Atatturc, dirigió la mirada a Occidente, implicando de lleno al país en la Guerra Fría con su ingreso en la OTAN y haciendo posible una alianza estrecha con otro Estado de nuevo cuño, Israel. Por contra, el AKP ha imprimido desde su llegada al poder en 2003, lenta pero inexorablemente, un giro copernicano. Turquía se ha vuelto sobre sí misma y aspira, de la mano de su incontestable crecimiento económico, a consolidarse como potencia regional.
Y para ello mantiene una política de «buena vecindad» con lo que es su esfera de interés natural: los países árabes y, por extensión, musulmanes. Este cambio casa perfectamente con la condición del partido en el poder, que bebe sus fuentes del islamismo político. Pero tiene otros fundamentos y no es el menor de ellos la convicción, creciente, de que Turquía siempre será para Occidente un aliado de segunda. La frialdad, cuando no hostilidad abierta, con que la UE lleva tratando desde hace decenios el expediente de un eventual ingreso turco no ha hecho sino alimentar ese sentimiento.
La UE ha sido la gran ausente durante la campaña electoral. Las encuestas son contundentes. Aunque dos de cada tres turcos son favorables a la integración, el 30% de los encuestados aseguran que Turquía no entrará nunca a la UE y los más optimistas se marcan un plazo de 10 años o más. Para hallar menciones a la cuestión de la integración en los programas del AKP e incluso del opositor CHP hay que irse a los márgenes de las últimas páginas de sus programas electorales. «La UE ha perdido su credibilidad en Turquía», sentencia el ministro de Exteriores, Egemen Bagis.
Y los expertos no esperan que el creciente divorcio UE-Turquía se frene a corto e incluso a medio plazo.
«Neotomanismo»
Más allá de la UE, el arquitecto del cambio de paradigma en la política internacional es el ministro turco de Exteriores, Ahmet Davutoglu, considerado uno de los ideólogos de mayor peso e influencia en este mundo multipolar que asoma con creciente fuerza a medida que avanza el siglo XXI.
Su teorización sobre el papel de la nueva Turquía no ha pasado desapercibido y algunos analistas, movidos acaso por una visión historicista, no han dudado en bautizar el giro como «neotomanismo», en referencia al Imperio Otomano, que marcó durante siglos la política internacional desde el más lejano oriente hasta Europa.
Más allá de exageraciones más o menos interesadas, es un hecho que Turquía mira ya hacia Oriente, y que lo hace movida por sus propios intereses. Su acercamiento a Irán, país con el que comparte religión y un grave problema con las ansias de autodeterminación del dividido pueblo kurdo, ha levantado ampollas en Occidente.
El Gobierno turco lideró, junto con la gran potencia emergente de Brasil, una iniciativa para lograr una salida negociada a la crisis por el programa nuclear iraní. La propuesta, que incluía un protocolo para garantizar el derecho de Irán a dotarse de un programa nuclear e incluía medidas para impedir su conversión en un programa militar, fue tajantemente rechazada por EEUU y sus aliados occidentales.
Turquía, que con ese plan de mediación buscaba, sin duda, consolidarse como una potencia regional capaz de solucionar problemas y de actuar de facilitadora o puente entre Occidente y los países de su entorno político-religioso, reaccionó con contundencia al bloqueo a su iniciativa y no dudó en votar contra la última batería de sanciones impuestas por el bloque del «no» a Irán utilizando a la ONU.
No faltan analistas «locales» que denuncian esta nueva política internacional. «Turquía no sólo ha despreciado los intereses occidentales, sino que se ha enfrentado a ellos», sostiene Kemal Koprulu, editor de la revista Turkish Policy Quarterly.
Pero no parece ser esa la opinión de la mayoría del pueblo turco, reconoce Sami Kohen, «satisfecho con el hecho de que Turquía muestra su independencia respecto a Occidente y EEUU y refuerza su influencia regional».
La dirección del partido acusó al primer ministro, Recep Tayyip Erdogan, de «chantaje político» ya que sería el principal beneficiado por la pérdida de votos de los panturcos, con quienes compite por el electorado más conservador. Un escándalo similar obligó el año pasado a dimitir al entonces líder del kemalista CHP, Deniz Baykal, tras la publicación de vídeos similares.
Los sondeos auguran que los ultranacionalistas del MHP verán disminur su apoyos a entre el 10% y el 15% (35-70 escaños).
El kemalista CHP (Partido Republicano del Pueblo) confía en que su renovado mensaje socialdemócrata y contra la pobreza le permita mejorar los resultados de 2007 y llegar hasta el 30% de los votos y los 160 escaños.
El partido fundado por Atatturk y que hasta ahora ha hecho bandera del laicismo militante y de la defensa a ultranza del modelo de Estado militar kemalista, tiene actualmente como líder a Kemal Kilicdaroglu, quien ha imprimido un giro a la izquierda al programa electoral, tratando de conquistar con sus promesas de justicia social al electorado conservador más pobre. En esta línea, apuesta por instaurar un seguro familiar, que se traduciría en una subvención mensual de al menos 600 libras turcas (300 euros) para los más desfavorecidos. Tampoco olvida al electorado urbano más liberal, al que trata de atraer con sus denuncias del «autoritarismo» del AKP.
Pero, sin duda alguna, el principal caudal político de Kilicdaroglu, a quien algunos apodan como «Ghandi» por su vago parecido con el libertador indio, es su reputación de campeón en la lucha contra la corrupción desde los tiempos en los que dirigió la Seguridad Social antes de ser elegido diputado en 2002.
Sin olvidar que las encuestas auguran un incremento del voto a los soberanistas kurdos (hasta 30 escaños), nadie pone en duda que el AKP logrará su tercer triunfo electoral con entre el 40% y el 50% de los votos, que le otorgaría entre 290 y 350 diputados, frente a los 331 (de un total de 550) que tiene en la actualidad.
Una horquilla suficientemente holgada para marcar los equilibrios de fuerzas en el Parlamento, en una legislatura en la que cada escaño será vital, ya que Erdogan pretende redactar una nueva Constitución que convierta a Turquía en un sistema presidencialista. Y es que el primer ministro aspira a sentarse en el sillón que en su día ocupó el fundador de la República, Mustafa Kemal Atatturk, aunque con unos poderes que hoy día no disfruta el jefe del Estado, un puesto con más carga simbólica que poder político. Precisamente esas pretensiones de Erdogan le han valido duras críticas por parte de la oposición, que le acusa de intentar crear un «imperio de terror» y de «creerse el sultán». Estas críticas se alimentan con las crecientes restricciones al uso de internet (Anonymous ya ha anunciado que su próximo objetivo será el Gobierno turco) o al consumo de alcohol.
De vuelta al escenario electoral, el reparto de escaños que dibujan las encuestas augura dificultades para Erdogan en sus planes de modificar la Carta Magna, algo para lo que precisaría 367 diputados, si quiere evitar un referéndum o tener que llegar a difíciles compromisos con la oposición.
Lo ajustado de esas previsiones de voto ha provocado que ningún partido se haya privado de utilizar cualquier táctica para dañar a sus adversarios y arañar los votos necesarios para inclinar a su favor el futuro Hemiciclo, bien sea a través de los citados vídeos o de la tensión callejera.
A dos semanas para la cita electoral, 18 personas, dos de ellas ligadas al MHP, fueron detenidas acusadas de planear un atentado contra un mitin del partido ultranacionalista y culpar al grupo armado kurdo PKK. «Si hay 8 muertos, el MHP lograría el 25 % de los votos», dijo uno de los detenidos, según una escucha telefónica publicada por el diario “Sabah”. A finales de mayo, la Policía reprimió con dureza una protesta izquierdista contra un acto electoral de Erdogan en la ciudad nororiental de Hopa, en la que murió un manifestante. GARA