GARA > Idatzia > Mundua

ANÁLISIS | Brasil Post-Lula

¿Qué país es éste? El espectacular giro a la derecha del nuevo Gobierno

El autor reflexiona sobre el asombroso giro a la derecha dado a su política en las últimas semanas por Dilma Rousseff, cuyo ministro de Presidencia y mano derecha, el «reincidente» Antonio Palocci, se ha visto obligado a dimitir por ser sospechoso de un escándalo de corrupción. El Gobierno, que debería actuar en defensa de los intereses de la mayoría de la población trabajadora, pone en práctica medidas favorables a los grandes grupos económicos y financieros, que hace mucho tiempo presionaban por más apertura en esa ganga.

p022_f01148x116.jpg

Paulo KLIASS Analista político brasileño, columnista habitual de «Carta Maior»

La paternidad de la frase es atribuida al antiguo dirigente del partido de Gobierno en la época de la dictadura militar, Francelino Pereira. En 1976, como líder del Gobierno del general Geisel, lanzó la pregunta en un evento en San Pablo. Fue inmediatamente apropiada por la oposición a la dictadura y después se volvió título de libro, de película y por ahí va. En realidad, refleja bien una mezcla de ira, indignación, sorpresa y hasta incluso confesión de ignorancia con respecto a la esencia misma de nuestra forma de ser, de estar y de obrar.

Brasil es una formación social que nos sorprende a cada instante. Muchas veces de manera positiva, presentando soluciones innovadoras y ofreciendo a sus ciudadanos y al resto del mundo aspectos que nos enorgullecen de la condición de nuestra brasilidad. Desgraciadamente, entre tanto, no son pocas las situaciones en que los fenómenos de la dinámica política nos llenan de perplejidad e indignación.

Para quien haya estado un poco ausente del país en los últimos tiempos -poca cosa, no más de dos semanas- los hipotéticos titulares que siguen, serían una señal de grave modificación en la escena política brasileña.

«El Gobierno anuncia la derogación de la hoja de pago para la previsión social, conforme a una vieja reivindicación patronal».

«Base parlamentaria del Gobierno aprueba cambios en el Código Forestal que favorecen al agronegocio y comprometen el futuro del medio ambiente».

«Presidenta anuncia privatización de los principales aeropuertos del país».

A ver, a ver, ¡déjeme intentar entender mejor!

¿Quiere decir que un Gobierno presidido por el Partido de los Trabajadores toma la iniciativa, «motu propio», de presentar al Congreso una medida para vehiculizar esa antigua reivindicación de la patronal brasileña como es la exoneración de la hoja de pagos como fuente de financiamiento del sistema de la previsión social? El Gobierno presiona a las centrales sindicales de su base parlamentaria para que acepten apoyar políticamente la medida, apenas con la promesa de que no habrá pérdida para las futuras generaciones de jubilados y pensionados.

O sea, ¿que un modelo nacido hace más de 80 años y que ha operado con algunas alteraciones a lo largo de todo ese período va a sufrir semejante cambio estructural, como si fuese tan sólo una pequeña reforma en los jardines de un fondo de quintal? Un cambio hecho con urgencia, sin debate y sólo para agradar a los empresarios que adoran reclamar por sus altos costos, pero que no se disponen a discutir mecanismos de distribución de las ganancias. Un peligroso paso rumbo a lo desconocido, paradójicamente propuesto y apoyado por aquellos que sólo habrían de perder con el riesgo de esa iniciativa intempestiva.

Paralelamente, los partidos de base del Gobierno -incluyendo una parcela significativa de los diputados del PT- resuelven aliarse con los representantes de los sectores más conservadores del empresariado y del núcleo dirigente del agronegocio, para aprobar uno de los cambios más retrógrados para la política medioambiental de nuestro país. Una sorprendente empatía con los que luchan por la defensa de los grandes negocios del campo y del llamado agrobussines.

El proyecto de Ley, que fue aprobado por la Cámara de Diputados el 24 de mayo pasado, es escandaloso en la protección de los que siempre violaron las leyes ambientales estableciendo mecanismos de amnistía y moratoria. Más que eso, camina a contramano de todo lo que viene siendo hecho en Brasil durante los últimos años en términos de actualización de nuestra legislación y prácticas ambientales.

Tras la falsedad del discurso contra los «ambientalistas extranjeros, que quieren impedir a Brasil desarrollarse» y supuestamente contra las «propuestas de las ONG extranjeras operando en nuestro territorio contra los intereses de nuestro pueblo», el proyecto abre todas las fronteras para profundizar todavía más las prácticas extractivistas y agrícolas que deterioran el medio ambiente, estimulan la tala descontrolada de las áreas de preservación y la foresta, para permitir la continuidad del ciclo de la desforestación/pecuaria extensiva/monocultivo de la soja y de otras variedades del mismo género. El desafío para las fuerzas progresistas es el acometer la tarea (¡difícil, es importante admitirlo!) de construir un nuevo paradigma de desarrollo sostenible que incluya la posibilidad para Brasil de crecer económicamente, generar empleo, aumentar su renta y también preservar su patrimonio ambiental. Sin embargo, se cayó en la peligrosa trampa del camino más fácil.

Por último, la presidenta ha anunciado su intención de promover la privatización de algunos de los principales aeropuertos el país: Guarulhos (SP), Viracopos (SP) y Brasilia (DF). El argumento presentado es el de la urgencia para cumplir con el cronograma previsto para la Copa del Mundo de 2014, con la suposición implícita de que el sector privado tendría las condiciones para cumplir mejor tales plazos. Con esto, se repite la vieja fórmula de nuestro capitalismo tupiniquim, donde todo el poder de decisión de las ganancias queda en el sector privado, mientras el Estado está para ser llamado a socorrer financieramente en caso de urgencia.

El Gobierno, que debería actuar en defensa de los intereses de la mayoría de la población trabajadora, opta por políticas púbicas contrarias a todo lo que sus integrantes siempre defendieron antes de la llegada al poder. Y lo más sorpren- dente es que pasa a poner en práctica medidas favorables a los grandes grupos económicos y financieros, que hace mucho tiempo presionaban por más apertura en esa ganga, para aumentar el horizonte de sus aplicaciones patrimoniales y la rentabilidad de sus negocios.

Aún conmovido por la perplejidad, yo incorporo las dudas de un hipotético estudiante de historia en un futuro y allá en el distante Uzbekistán. Dentro de medio siglo, en 2061, él estaría interesado en analizar y explicar el proceso político que vivió ese exquisito gigante de América del Sur, en ese cambio del milenio. Realmente, ¡un arduo desafío! Y retomo la pregunta del título: al final, ¿qué país es éste?

Imprimatu 
Gehitu artikuloa: Delicious Zabaldu
Igo