Raimundo Fitero
La violencia
Debe ser el verano, las calores o los aguaceros, pero en ciertos tramos horarios, en ciertas ofertas televisivas, la violencia forma parte del discurso de una manera harto sospechosa. Las series o las películas mantienen un tono violento que podríamos considerar con muchas comillas como buscado, algo así como catártico, para provocar un rechazo y con un mensaje final muy nítido: al final, los malos la pagan. Pero la violencia policial, la estructural, sucede en un campo concreto, aunque tenga su repercusión en los comportamientos posteriores, al igual que la violencia de los dibujos animados, u otras violencias variadas que desde el simbolismo o de la manera más realista posible forman parte sustancial de lo que se puede ver normalmente en lo que nos sirve el electrodoméstico esencial.
Pero la violencia que está creciendo es más sutil, más peligrosa a mi entender. Es la violencia de los reality, de los programas de coaching o autoayuda, en las tertulias políticas o del corazón, Una violencia que generalmente no lleva al enfrentamiento físico obvio, pero que se basa en el grito, la amenaza, el insulto, el desprestigio del contrincante y que nadie puede dudar que se busca premeditadamente. Poner en un programa, un plato a Aída Nizar, no es un acto de distensión, sino una contratación para que la violencia se mantenga constantemente. Carlos Cuesta, está tan desquiciado, que cada noche en su tertulia se pelea, insulta, amenaza, desbarra con sus propios invitados y no es que pierda los nervios, es que es un violento que además sabe que Veo7 es un cadáver y que debe encontrar un sitio en Intereconomía, donde la violencia verbal, la mentira insidiosa, es fundamental, y aparece en todos los tramos de programación.
El ejemplo más claro es «Supervivientes» que colocó a dos individuos violentos, macarras de discoteca, que la liaron, amedrentaron, se exhibieron. Uno fue expulsado por la organización porque se pasó en su rol. El otro sigue, pero lo echará el público. Lo que confirma las sospechas es que la gala de la expulsión, larguísima, cruzada por esa violencia recibió una respuesta de la audiencia que nos asegura la perpetuación de la violencia como enganche.