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Artemio ZARCO | ABOGADO

Bipartidismo, crisis y el retorno de Aznar

«Yo te voto aquí, tú me votas allá», en el bipartidismo que nos ha tocado para «nuestra mala suerte», afirma el autor, «se reparten el poder como si se tratara de un botín». La conclusión, dice, es conocida: La crisis no se va a solucionar. Y llegados a este punto, según su análisis, «la patria está en peligro» y el PP buscará entre sus filas «al caudillo, al conductor de gentes» que encarna Aznar, como si el destino lo tuviera «en reserva» con el brazo extendido desde los confines de la historia.

Estábamos en vísperas de las elecciones locales. El PSOE y el PP habían invadido el escenario político. Desde cada esquina seguían vigilándose como siempre. De reojo y con desdeñosa condescendencia observaban a los pequeños. Algún periférico con el exótico nombre de Bildu era mirado con más atención. No sabían que con el tiempo les iba a ocasionar agudos dolores de cabeza. Pero no precipitemos tiempos y cronologías. Estábamos en que el PSOE y el PP, conscientes de construir una situación de bipartidismo nacional, proseguían sus campañas al ritmo de sus posibilidades financieras. Se levanta el telón:

Todo es puro aleteo de plumas, alboroto de gallinero, revoloteo de manos, todo son aspavientos, palabras y frases ensayadas, todos son mensajes miles de veces repetidos, gesticulaciones aprendidas en los espejos por aquello de que por sus gestos los conoceréis, en definitiva todo son representaciones y eso para transmitir una gran mentira: lo mucho que les preocupan los problemas de los votantes.

Mientras en sus casas, con las cortinas corridas repasan los de las listas los pronósticos y los datos que les van llegando, con sus familiares e íntimos. Hacen cábalas de las posibilidades de salir elegidos y tejen alrededor de éstas todo un mundo de poéticas expectativas.

Salir o no salir he ahí la cuestión, aunque profundizando en el tema llegaríamos a la filosófica conclusión de la relatividad de las cosas de este mundo pues hay muchas formas de salir. Incluso y aunque suene a paradoja, aun perdiendo se puede salir formando parte de eso que se llama la oposición. Lo importante es poder sentar el honorable culo en un escaño o, en todo caso, estar bien situado en las filas del propio partido que la mies es mucha y los segadores están prestos como ocurre en la parábola del dueño de la casa con las cortinas corridas.

No por esperado, el desarrollo ha sido menos desalentador, socialistas y populares a la rebatiña, desgañitándose con las mismas promesas que van a incumplir.

Patéticas las euforias de los vencedores, cómicas las caras largas de los perdedores, todos ellos utilizando las trapacerías y los regateos de los feriantes, buhoneros y truhanes: yo te voto aquí, tú me votas allá. Se reparten el poder como si se tratara de un botín.

En el bipartidismo que nos ha tocado para nuestra mala suerte, parece que el PP está en la cresta de la ola. La conclusión la conocemos: no van a solucionar la crisis. Ésta se solucionará o no al margen de lo que ellos o los otros hagan.

Como si se tratara de la crónica de un desastre anunciado, podemos desde ahora sin temor a equivocarnos seguir la secuencia de lo que va a ocurrir:

Primero: El PP como quien empuña un sable afilado denuncia la incapacidad del PSOE para resolver la crisis y no le falta razón a la vista de los escombros económicos que nos rodean. Segundo: El PP promete, sin decir cómo, que va a cambiar la situación. Tercero: El PP gana las elecciones y plantea como primera medida la de apretarse el cinturón olvidando que ya está inventada. Obviamente se trata de apretarse más el cinturón. Cuarto: El PP fracasa estrepitosamente. El cinturón apenas tiene nada que apretar. Quinto: El pueblo se encrespa y le pide cuentas al PP. Sexto: El PP le echa la culpa al PSOE: «La herencia que me ha dejado». «El cambio no ha sido posible». «Si hubiera tenido antes el poder...».

Llegados a este punto es el momento de proclamar que «la patria está en peligro». Es el momento desde el PP que se supone sigue en el poder, de buscar entre sus filas al caudillo, al salvador, al héroe, al conductor de gentes.

Una vez efectuada la criba correspondiente y a medida que se van tachando nombres por simple eliminación nos quedamos con uno: Aznar el intrépido, Aznar el estadista, Aznar el legislador.

Últimamente su nombre suena y se repite como si el destino lo tuviera en reserva, o mejor, lo estuviera señalando con el brazo extendido desde los confines de la historia.

En los últimos tiempos los titulares de prensa así lo anuncian: «Aznar marca el paso del PP» (19/4/11), «Aznar presidente de honor del PP», «Aznar es la verdadera cara del PP». Cada vez suena más.

Parecería como si en el recinto de sus cuarteles Aznar se entrena diariamente como un disciplinado samurai para volver a tomar el timón de la Nave del Estado en medio del proceloso mar político y económico.

Pero transcurridos estos años de semi retiro ¿Quién es actualmente Aznar? ¿Cuál es su perfil? En su faceta de homo politicus bastará para situarlo recordar que es amigo de Gadafi, de Bush y de Blair, tres destacados líderes mundiales. En su otra faceta de homo oeconomicus se le sigue todavía mejor a través de sus participaciones en cuestiones que nos afectan vitalmente a nosotros y a nuestros descendientes. Me refiero a las que tratan de hacer de nuestro planeta un mundo habitable. En esta cuestión podríamos decir que Aznar ha resultado errático y a la vez versátil lo que le hace especialmente cambiante para lo bueno pero sobre todo para lo malo. En todo caso, en el tema de las energías: derivadas del petróleo, nucleares o renovables, Aznar está demostrando un certero instinto para equivocarse permanentemente:

«Público», 22/1/09: «Aznar capitanea a los negacionistas del calentamiento global». «El ex presidente del Gobierno liderará en Nueva York la mayor cumbre de escépticos del cambio climático. Los organizadores están financiados por la petrolera Exxon Mobil». El mundo del automóvil, la General Motors, entre otros, se alinea con los escépticos y arremete contra las energías renovables.

«Público», 3/3/09: «Aznar se borra de la cumbre negacionista del cambio climático». ¿Milagro? ¿Tras profunda meditación ha recibido una llamada de lo alto y se ha reconvertido? Pues no. Con la energía que le caracteriza ha pasado de guatemala a guatepeor.

«El Mundo», 8/3/11: «Aznar ha clausurado el acto de presentación del informe «Propuesta para una estrategia energética nacional», elaborado por la FAES, dijo que la energía nuclear es básica para el funcionamiento del sistema energético español».

Europa Press, 15/3/11: «... FAES sigue apostando... por alargar la vida de las centrales nucleares, rectificar el cierre de Garoña y abrir el debate sobre la construcción de nuevas instalaciones nucleares».

«Xornal de Galicia», 18/3/11: «A la osadía de Aznar no le temblaba el pulso en proclamar casi como único camino el de las centrales nucleares porque no producen CO2».

Ha pasado de reírse con los negacionistas de los ridículos miedos del cambio climático por razón del CO2, a hacer de éste un monstruo peligrosísimo que justifica su sustitución por la energía nuclear.

Al final ¿en qué quedamos?, ¿Emisiones de CO2 o emisiones radioactivas?

A los días de tan brillantes previsiones aznarinas un tsunami japonés provoca de modo irremediable el desastre nuclear de la central de Fukushima.

Ya me estoy imaginando a Aznar sintiéndose personalmente ofendido con el tsunami, pegando un fuerte puñetazo en la mesa y gritando: «Se acabó. Estoy harto de aguafiestas. A partir de ahora nos vamos a dedicar al CO2 y a la energía nuclear a la vez y sin límites. He hablado con la jerarquía eclesiástica. Me han asegurado que Dios nos protegerá. Somos uno de sus pueblos preferidos y sobre todo que nadie me hable de la crisis».

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