«La única diferencia entre ficción y realidad es que la ficción tiene sentido»
Director de cine, miembro del «colectivo» Hermanos Ibarretxe
Esteban Ibarretxe es un guionista y cineasta curtido en el medio televisivo. Debutó en la realización con el cortometraje «Persecución implacable» (1986) y junto a sus hermanos ha dirigido los largometrajes «Sólo se muere dos veces» (1996) y «Sabotage!» (2000). «Sólo se muere dos veces» es, hasta el momento, la última propuesta de Esteban Ibarretxe en compañía de sus hermanos, Javier, Josemi y Santi.Koldo LANDALUZE | BILBO
Esteban, Javier, Josemi y Santi Ibarretxe conforman una troupe de hermanos bilbaínos que, en sus muy diversas facetas creativas y por separado, ha dado sentido a una serie de proyectos audiovisuales que adquieren una dimensión colectiva en cuanto abordan la posibilidad de rodar un largometraje. «Sólo se muere dos veces» (1996) y «Sabotage!»(2000) son dos claros ejemplos de esta comunión en la que Javier ejerce funciones de productor, Esteban y Josemi firman los guiones, Santi compone las bandas sonoras y el propio Esteban se coloca detrás de la cámara. «Un mundo casi perfecto» (se estrena el 8 de julio próximo) es la última excusa que ha permitido la reunión de esta peculiar troupe creadora curtida en el oficio de la comedia. Protagonizada por el donostiarra Javier Merino y el sevillano Antonio Dechent, la nueva propuesta de los hermanos Ibarretxe se adentra en los territorios de los bajos fondos desde una óptica quijotesca.
¿Cómo funciona el colectivo laboral Hermanos Ibarretxe?
Funciona muy bien, tenemos mucha química. Evidentemente, mantenemos nuestros habituales tiras y aflojas pero, en conjunto, marcha como un reloj suizo. Llevamos metidos en esto un montón de años y te puedo asegurar que es como una bola de nieve... Tienes que seguir corriendo para que no te alcance y debemos estar unidos para seguir orquestando películas y que los plazos no nos pillen. Hoy en día resulta muy difícil sacar adelante un proyecto cinematográfico y mucho más para una productora independiente como la nuestra.
Desde sus inicios cinematográficos, se intuye un estilo lindante con el humor negro que, a ratos, coquetea con el esperpento.
No creo que hagamos especial hincapié en lo esperpéntico...
Recordaba la imagen de Alex Angulo ejerciendo de modelo jorobado en «Sólo se muere dos veces».
Sí, sí... en casos muy concretos sale a relucir esa vena esperpéntica. Quizás se deba a que no nos gusta mucho lo que se denomina como «comedia española». Con esto no quiero decirte que no nos guste este tipo de cine, simplemente no es lo nuestro. Nuestro humor bebe de muchísimas influencias y pretendemos, conscientes de nuestras limitaciones, que el producto final sea un compendio de modelos. Le damos mucha importancia al conjunto más que al detalle y tendemos a incluir algunos toques que sirven para provocar algún tipo de reflexión en el espectador.
¿Encontramos en su modelo cinematográfico algún tipo de conexión con Álex de la Iglesia, Borja Cobeaga o Nacho Vigalondo?
Alguna habrá. Todos somos de aquí y, a pesar de que no compartimos la misma generación -nosotros somos más viejunos-, sí debe haber algún siniestro punto de coincidencia. Con Álex es más evidente y mi hermano Josemi estuvo de guionista en la primera etapa de «Vaya semanita» a las órdenes de Borja Cobeaga. Hay una hornada muy interesante de realizadores de aquí y yo, en cuanto puedo, me voy a ver sus películas.
»Sólo se muere dos veces», «Un mundo casi perfecto».... títulos con reminiscencias cinematográficas ajenas...
¡Por supuesto! (ríe) somos unas auténticas aves de rapiña. Y no te olvides de «Sabotage!» que incluye reminiscencias de Alfred Hitchcock.
¿Qué nos cuenta «Un mundo casi perfecto»?
Todo el mundo dice lo mismo, pero yo diría que es una comedia muy particular. La película trata sobre una persona normal, que vive integrada en el sistema y que, de repente y por un giro caprichoso del destino, se ve involucrada en un atraco y reconoce a uno de los ladrones. A partir de ese instante, su vida cambia por completo y descubre un nuevo mundo entre los paisajes del lúmpen en los cuáles el atracador se desenvuelve como pez en el agua. Es decir, se adentra en un espacio escénico y social que no hubiera conocido de haber seguido con su habitual rutina cotidiana. Entre ambos personajes, interpretados por Javier Merino y Antonio Dechent, se establece una comunión muy singular. En algunos sitios, la gente nos comentaba que la película parece muy irreal y, casualmente y a excepción de un toque surrealista que aparece al final de la película, el resto está basado en casos verídicos. Es más, hemos tenido que prescindir de muchas situaciones reales porque resultaban completamente inverosímiles.
Una vez más la ficción supera a la realidad.
La única diferencia entre ficción y realidad es que la ficción tiene sentido. Según Woody Allen, «si la realidad ha sido urdida por Dios, es que es un pésimo guionista al que, encima, se le olvidan muchos detalles». Nuestra película juega mucho con la ficción y la realidad por que el protagonista -un escritor y guionista de cine- se defiende del mundo trasladando sus ensoñaciones al papel.
En este tipo de proyectos es fundamental la química de la pareja protagonista. ¿La hay entre Javier Merino y Antonio Dechent?
Es cierto, la química debe ser muy evidente y ellos han estado impresionantes. Pero sería injusto no recordar a Velilla Balbuena, Leire Berrocal o Álex Angulo. Todos han estado geniales.
¿En qué paisaje humano se desenvuelven los personajes de la historia?
El mundo que esbozamos en «Un mundo casi perfecto» parece muy extremo: atracadores, prostitutas... la gente se emborracha, vomita.... Da la sensación que hacemos una especie de apología de lo que se considera malo y no es así. La comedia tiene que ser irreverente porque es su naturaleza de origen, desde los tiempos de los griegos. Es un género que invita a la gente a dejarse de tomar demasiado en serio porque ese es el primer síntoma de la locura. Como no consigas esa distancia, lograr reírte de todo un poco, entonces estás muy enfermo. Un gramo de locura te mantiene alejado del siquiatra y eso es a lo que jugamos nosotros.
La escenografía también juega un papel importante en su película ¿Qué Bilbao nos encontramos?
Hemos intentado sacar rincones que no se han visto mucho, pero tampoco hemos pretendido hacer una especie de postal de Bilbao. El Guggenheim se asoma un momento y, simplemente, para ubicarte un poco. También aparece La Alhóndiga, pero de una manera muy peculiar y surrealista. Hay espacios extrañísimos en esta ciudad que nos recordaban al «Fahrenheit 451». La sensación, al final, ha sido la de dotar de otro sentido a lugares por los que paseamos todos los días. Nos hemos quedado en un término medio -ni escenarios muy bellos, ni muy feos- a la hora de elegir los escenarios. Cada rincón aparece en función de la trama y los personajes.
¿En estos tiempos de crisis e indignación hay espacio para la comedia?
Debe haberlo, porque la comedia no depende de cómo funcionan las cosas. Este género ha sobrevivido y ha aportado muchos de sus grandes hallazgos en tiempos de guerras mundiales y grandes crisis económicas. La risa, en días como los actuales, es una terapia necesaria. La comedia y la ficción en general es vital. Hay una obsesión con el realismo y esto se está convirtiendo en una especie de cárcel.
Es cierto que cuanto más y mejor informados estemos sobre todo aquello que nos rodea, estaremos mucho mejor preparados para ese golpe que nos pueda caer cualquier mañana de estas, pero si no tienes una libertad mental para escabullirte y crear mundos, acabas siendo un prisionero de lo real y eso no es muy saludable. La corrección política se transforma en Inquisición y en términos de Industria cinematográfica, hoy sería inviable un clásico como «Irma la dulce», de Billy Wilder, porque su argumento rezuma incorrección por todas partes. Por ese motivo, nosotros hemos intentado tratar con mucha delicadeza y grandes dosis de desparpajo temas que, hoy en día, pueden resultar «ofensivos» o políticamente incorrectos. La irreverencia es inherente a la comedia y si se pierde ese grado de creatividad, es que algo no funciona excesivamente bien. El personaje de Javier Merino es un poco alter ego nuestro y hemos plasmado en él nuestras inquietudes, miedos y ensoñaciones. En ese sentido, es bastante incorrecto.
«Evidentemente, mantenemos nuestros habituales tiras y aflojas pero, en conjunto, marcha como un reloj suizo. Llevamos metidos en esto un montón de años y te puedo asegurar que es como una bola de nieve... tienes que seguir corriendo para que no te alcance»
«Como no consigas esa distancia, lograr reírte de todo un poco, entonces estás muy enfermo. Un gramo de locura te mantiene alejado del siquiatra y eso es a lo que jugamos nosotros»
«El Guggenheim se asoma un momento y también aparece La Alhóndiga, pero de una manera muy peculiar. Hay espacios extrañísimos en esta ciudad»
El guión de esta película fue escrito inicialmente hace diez años. Como suele ocurrir muchas veces, lo teníamos guardado en el cajón y, de vez en cuando, le quitábamos las telarañas para ir retocándolo poco a poco. El problema siempre suele ser el mismo, si no consigues una financiación fuerte los proyectos siguen almacenando polvo. En nuestro caso presentamos esta película al Ministerio de Cultura y logramos superar una criba de más de cuatrocientos guiones. Sólo se aprobaron diecisiete lo que te puede dar una idea general de cómo está la situación. En realidad, son concursos a cara de perro. Cuando logramos superar esta primera etapa, nos acercamos a la ventanilla de ETB y la peregrinación continuó con la petición de favores personales, capitalizando y contando con la colaboración de mucha gente que se ha esmerado muchísimo para lograr sacar esto adelante. Lo más difícil en el mundo del cine es colocar la primera piedra. A partir de esta base, puedes comenzar a construir. En la financiación de una película influye mucho qué tipo de género vas a tratar en tu película.
En sus palabras se intuye un elemento quijotesco que enlaza con «Un mundo casi perfecto».
Sí. El cine es una aventura muy quijotesca y en relación con la película, los personajes de Merino y Dechent también contienen reminiscencias cervantinas y sobre todo, muy wilderianas. Merino y Dechent son un poco los Jack Lemmon y Walter Matthau de «La extraña pareja». El personaje de Javier también es un poco buñueliano y se traduce en sus visiones desmedidas y que están provocadas por los celos tremendos que tiene de la novia que le ha abandonado, a medida que ha ido engordando, y que se traducen en una serie de ensoñaciones que coquetean con el morbo que Buñuel incluía en películas como «Belle de Jour». K.L.