En el interior del Parlamento el ambiente era el de las grandes ocasiones. Al acto de toma de posesión, celebrado en el atrio de la Cámara, asistieron como invitados representantes de los grupos parlamentarios y otros como el arzobispo Francisco Pérez, el gobernador militar o el eurodiputado Pablo Zalba.

La representación de «comunidades limítrofes», en cambio, fue escasa, ya que únicamente acudió el presidente de La Rioja, Pedro Sanz, a pesar de que habían sido invitados también los presidentes de los gobiernos de Lakua, Aragón, La Rioja, Cantabria y Castilla-León, así como los de los parlamentos de Gasteiz, Aragón y La Rioja.

El Gobierno español estuvo representado por el ministro de Fomento, José Blanco, cuyas principales intervenciones en la política navarra han sido el «agostazo» de 2007, por el que el PSN permitió que Miguel Sanz siguiera gobernando una legislatura más, y el acuerdo para que las arcas navarras financien la multimillonaria obra del Tren de Alta Velocidad (TAV).

El acto de toma de posesión también sirvió para confirmar que el pacto entre UPN y PSN goza de buena salud y que el pleno convocado para el próximo martes, víspera del chupinazo, para designar al senador autonómico en Madrid no será más que un mero trámite. Por si había dudas de si el PSN apoyará la candidatura de Pedro Eza, ex secretario de Organización de UPN, el abrazo que se dio ayer con Roberto Jiménez las disipó todas.

Inevitable referencia a Bildu

Tampoco hubo sorpresas en el discurso de Yolanda Barcina -la primera mujer que ocupa este cargo-, que destacó que el acuerdo entre UPN y PSN «elimina de raíz la posibilidad de que los representantes de Bildu decidan en nuestras instituciones». La presidenta del Gobierno lamentó que el acuerdo obtenido en Nafarroa no haya sido posible en otros lugares, lo que, a su juicio, ha provocado «el estupor de la ciudadanía». Implícitamente, aludía a lo ocurrido en Gipuzkoa.

En declaraciones a los periodistas tras el acto oficial, Blanco coincidió con Barcina y señaló que le hubiera gustado que en otros herrialdes se hubieran podido alcanzar acuerdos para marginar a Bildu de las instituciones. «No ha sido posible y lo lamentamos», añadió.

No obstante, Barcina aseguró en su discurso que «practicará de manera constante el diálogo y la concertación y respetará la diversidad de Navarra». Pero su única concesión al euskara fue comenzar su discurso con la fórmula «Buenos días, egunon» y acabarlo con «¡Muchas gracias! Eskerrik asko!».

De hecho, el único de los participantes que utilizó los dos idiomas en plano de igualdad fue el Orfeón Pamplonés, que cantó una composición en euskara, la popular «Goizeko izarra», y una en castellano, «Navarra mía», de Raimundo Lanas.

La imposición del recorte de funcionarios ante el que los sindicatos LAB, Afapna, ANPE, APS, CCOO, STEE-Eilas, CSIF, ELA y UGT han presentado un recurso tampoco parece una buena manera de «practicar el diálogo».

Barcina también defendió que el acuerdo con el PSN, que enmarcó en «la tradicional colaboración» entre esta formación y UPN, es una herramienta adecuada «en unos momentos de mayor dificultad económica y en los que hay que ser más audaces en la búsqueda de soluciones». Para ello, avanzó como método «la sencillez y la austeridad», un método que, a su juicio, también sirve para que «acortemos la distancia que hoy separa a los ciudadanos de sus gobernantes».

Empleó la fórmula del juramento para mostrar su disposición a defender el Amejoramiento y la Constitución española. «He jurado con emoción los Fueros de Navarra», explicó, para añadir que «esta afirmación describe a la perfección la expresión con la cual los navarros resumimos el orgullo y el compromiso con Navarra». En defensa del estatus actual, dijo que el Amejoramiento «ha constatado ser un inteligente y provechoso pacto enraizado en la centenaria tradición de autogobierno y lealtad con la que Navarra forma parte de España».

Y el presidente del Parlamento, Alberto Catalán, indicó que «el futuro de Navarra pasa por que siga progresando en libertad, sin condiciones ni imposiciones de nadie, sin el terrorismo de ETA, sin violencia ni fanatismos por parte de quienes no respetan la democracia y la voluntad de los ciudadanos».