Desertores del ejército libio forman filas en las tropas del ejército rebelde
Antiguos soldados de Muamar Gadafi conforman hoy la fuerza de élite de las tropas rebeldes en las montañas occidentales de Libia, en la cordillera de Nafusa. Algunos luchan con la insurgencia desde el principio. Otros acaban de ser capturados. Pero puede que sea «demasiado tarde» para nuevas desercionesKarlos ZURUTUZA
Cuando tomemos Trípoli perseguiremos a todos aquellos que hayan cometido crímenes de guerra. Y seremos implacables». Ese es el aviso del coronel rebelde Abdullah al Mehdi a «todos aquellos soldados del ejército que aún no han desertado». Coronel del ejército del aire libio hasta el pasado febrero y «desertor desde el primer día», al Mehdi dirige hoy la ceremonia de graduación del primer batallón que las montañas de Nafusa aportan al recién creado Ejército Nacional.
El acto se celebra en el patio del antiguo colegio de Zintan, luego prisión gestionada por los rebeldes y hoy cuartel general de la Armada Nacional en las montañas.
«De entre los 350 soldados de la región que desertaron, hoy se vuelven a graduar 70», explica al Mehdi, añadiendo que su adiestramiento ha sido rápido porque todos contaban ya con instrucción militar. Abusaha Mohamed Ali era técnico especializado del ejército del aire. Hoy es uno de los 70 elegidos.
«Deserté nada más comenzar la revolución. En las montañas es más fácil porque hay menos presión que en ciudades como Trípoli o Zawiya», dice este recién licenciado de 47 años. Asegura que permanecerá en el nuevo ejército libio cuando todo acabe. «Siempre he sido soldado, no sé hacer otra cosa», añade.
La cordillera de Nafusa corre paralela a la costa desde la frontera de Túnez, y a lo largo de 200 kilómetros. Desde que el paso entre ambos países cayera en manos de la oposición al Gobierno de Trípoli, el pasado 21 de abril, los rebeldes se han hecho fuertes en este bastión de piedra aprovisionándose de suministros de todo tipo así como enrolando en sus filas a nuevos voluntarios para combatir. Hamsan Hamad es otro de los soldados del nuevo batallón. Tiene 25 años, por lo que llevaba muy poco tiempo en el ejército cuando la insurrección contra Gadafi tomó cuerpo el pasado 17 de febrero. «Esperamos llegar a Trípoli antes del Ramadán el próximo agosto, de lo contrario todo se alargará hasta setiembre porque durante el ayuno no podemos combatir», explica este joven soldado.
El comandante en jefe del frente occidental, Mohtar Milad Fernana, aseguraba a GARA la semana pasada estar convencido de llegar a Trípoli «en cuestión de semanas». Sea como fuere, la inquietud ante la inminencia en el calendario del mes de ayuno musulmán es compartida por prácticamente todos los que se han levantado en armas contra Gadafi.
Leales a Gadafi
La localidad bereber de Yefren ha sido una de las que más ha sufrido los embates de la guerra. Ni siquiera el hospital se ha librado de la barbarie, como atestiguan elocuentemente sus tabiques acribillados de impactos de bala y proyectiles de gran calibre. La mayoría de los atendidos aquí hoy son combatientes rebeldes heridos en los frentes de Kikla y Bir al Ghanam. No obstante, en la única habitación cerrada con candado convalecen dos soldados de Gadafi capturados en el frente.
Abdul, 26, prefiere no dar su nombre completo por miedo a represalias a su familia en Sorma (noroeste de Libia). Fue capturado por las tropas rebeldes tras ser herido de bala en la pierna derecha:
«Nos decían que luchábamos contra mercenarios extranjeros y terroristas de al Qaeda pero luego nos dimos cuenta de que todos ellos eran libios. ¿Que por qué no deserté? Primero, no sabíamos contra quién luchábamos. Por otra parte, los que intentaban hacerlo se veían atrapados entre los mercenarios de Gadafi en el frente y las fuerzas que controlaban las posiciones bajo el control del Gobierno», explica este soldado postrado en cama desde hace 25 días. Asegura que el trato que recibe aquí es bueno.
Compañero de cuarto es Ali Ashour. Se recupera de una herida de bala en la cadera desde que fuera herido y capturado en Bir al Ghanam el pasado 27 de junio.
«La moral es alta entre nuestras tropas, nos dan buena comida y tenemos muchas armas», asegura este joven de 26 años y soldado desde hace diez. Sea como fuere, Ashour corrobora las palabras de su compañero sobre las informaciones en torno a supuestos «mercenarios e islamistas en las filas enemigas».
«Nunca es tarde»
Los 70 soldados recién graduados en Zintan rompen filas para volver a sus barracones a descansar. Todos se lamentan por tener que combatir hoy contra sus antiguos compañeros de armas. Sin embargo, hay opiniones encontradas en torno a si se pueden dar por buenas nuevas deserciones cuando están a punto de cumplirse cinco meses desde el inicio de la guerra.
«Cuando tengan acceso a la información real, cuando sepan qué es realmente lo que está ocurriendo, muchos de ellos vendrán corriendo suplicando que les admitamos en nuestras filas. Pero ya es demasiado tarde, se han cometido demasiadas atrocidades», apunta tajante Abdul Hamid, soldado de 28 años.
Ahmed Dueb, otro «desertor desde el principio», discrepa: «Nunca es tarde, aunque hayan pasado diez meses para mí siempre serán bienvenidos. Todos somos libios y, por lo tanto, víctimas del mismo tirano», dice este soldado en su recién estrenado uniforme de camuflaje.