Mikel INSAUSTI | Crítico cinematográfico
Jamones asesinos
El cine de Álex de la Iglesia gustará más o menos, pero nadie puede negar que es uno de los autores más personales que existen hoy en día. Pone su sello en todo lo que hace, incluso en un anuncio de jamones, porque de la publicidad también se vive.
La primera vez que ví el spot en cuestión me asaltaron las dudas, habida cuenta de que el cineasta jamonero por excelencia ha sido siempre Bigas Luna, con permiso de Pedro Almodóvar, quien en la genial comedia negra «¿Qué he hecho yo para merecer esto?» lo utilizaba como arma criminal. A Álex se le viene identificando más con los refrescos asesinos, aunque no dudo de que mantenga una relación de amor-odio con los cerdos y los productos de la matanza.
La campaña que ha realizado para una conocida marca de jamones contiene, magistralmente resumidas, todas y cada una de las obsesiones de su cine, a las que acaba de dar rienda suelta en su obra cumbre «Balada triste de trompeta». La idea que lanza al potencial consumidor es la de que un mal jamón se acaba convirtiendo en una pesadilla, en un recalcitrante cadáver a escala doméstica del que no es nada fácil librarse.
La familia disfuncional a la que le cae la desgracia en forma de pierna de cerdo salada e incomestible no sabe cómo deshacerse de semejante rémora: la arrojan a la jaula de un tigre en el zoo, la intentan aplastar bajo una apisonadora, la envían al espacio exterior y, finalmente, la sumergen en un lago profundo y oscuro dentro del maletero de un coche. Es una cruel estrategia de Álex para quedarse con el jamón bueno en su casa.