Cuando la noticia llegó a media tarde desde el barrio londinense de Candem, los mitómanos corrieron a destacar un hecho macabro: Amy Winehouse ha muerto a los 27 años, como otras estrellas de la música con una vida excesivamente turbulenta y un final demasiado acelerado. Antes que ella se fueron a esa misma edad Jimi Hendrix, Janis Joplin, Kurt Cobain, Jim Morrison. «Vive rápido, muere joven y deja un cadáver bonito», dicen que dijo James Dean. Diga lo que diga la autopsia, con el hallazgo de Amy Winehouse sin vida en su piso de Londres se va una voz espléndida y llega otro mito al saturado Olimpo de la música.

El final le llegó, y a nadie le ha sorprendido demasiado, sin ver siquiera en la calle su tercer disco. Un dato que habla a las claras del impacto de su carrera, labrado sobre sólo dos álbumes y a partir de géneros no excesivamente populares: ska primero, jazz después, soul finalmente.

En sólo 27 años, a Winehouse le dio tiempo a muchas cosas, y no sólo en la música: por ejemplo, a acumular dos millones y medio de seguidores en Face- book, donde anoche se lloraba sin parar su muerte. También a convertirse en uno de los personajes más parodiados del planeta. Winehouse se ha marchado, eso sí, sin hacer escala en Euskal Herria. Tenía previsto actuar en Bilbo el pasado 8 de julio. El desastroso inicio de su gira, con una de sus actuaciones imposibles en Belgrado, forzó la suspensión de todo el resto. Dicen que la última vez que se subió a un escenario fue el miércoles pasado en una fiesta privada. Todo un símbolo para un talento que ha sido destilado siempre a cuentagotas.

Corta, pero deslumbrante

Winehouse ha arrollado como cantante, pero también como compositora. Nació en el seno de una familia judía y con tradición musical en el jazz. Se crió en los suburbios de Southgate, al norte de Londres, y sus primeros años escolares los pasó en Ashmole School. A los doce años ingresó en la prestigiosa escuela de teatro Sylvia Young, de donde fue expulsada antes de graduarse por «no aplicarse» y por hacerse un piercing en la nariz. A los catorce la echaron también de la escuela.

Pero paralelamente a todo ello, su amigo y cantante Tyler James le facilitó su maqueta a un productor musical y a los dieciséis años firmó su primer contrato con la discográfica Island Records. Debutó en el panorama musical en el año 2003 con su álbum ``Frank''. Este trabajo le valió una nominación en los Premios Mercury Music y un Ivor Novello Award en 2004, por su single ``Stronger than me''.

En 2006 llegó ``Back to black'', que conmovió al mundo de la música y en el que Amy desnudó sus experiencias personales más tormentosas. Bajo la producción de Mark Jonson, con este disco consiguió actualizar los sonidos más tradicionales del soul y se ganó el recurrente apelativo de «cantante blanca con la voz negra».

Gracias a los numerosos premios que recibió, la discográfica Universal reeditó el disco en formato lujo con un CD adicional que incluía ocho temas clásicos interpretados por Amy Winehouse, como ``Cupid'', del gran Sam Cooke, a ritmo de ska, o una versión acústica de ``To know him is to love him'', de Phil Spector.

En 2007, Winehouse era ya un ciclón. Fue considerada la revelación musical del año y lideró la lista de ventas en todo el mundo (``Back to black'' vendería seis millones de copias sólo hasta 2008). Además su single ``Rehab'', en el que se mofaba de los programas de rehabilitación, fue elegido «canción del año» en los premios que concede anualmente la prestigiosa revista ``Mojo''.

En 2008 consiguió cinco premios Grammy: Mejor Grabación, Mejor Canción del Año (ambos por ``Rehab''), Artista Revelación, Álbum de Pop Vocal y Mejor Artista de Pop Vocal. La gala se celebró en Los Ángeles y la cantante no pudo asistir por problemas en la concesión de su visado, pero finalmente actuó vía satélite desde Londres.

Paralelamente al éxito se multiplicaron los escándalos por sus problemas con las drogas, y especialmente con el alcohol. Su última gira europea, iniciada en junio de 2011 y que incluía el concierto de Bilbo, fue suspendida tras la actuación de Belgrado, el 19 de junio, en la que apenas pudo cantar y se tambaleó por el escenario.

El tumulto mediático que ha acompañado su errático comportamiento no debería ensombrecer los logros artísticos de una mujer que ha llegado a ser equiparada con leyendas como Billie Holiday y Sarah Vaughan. Winehouse fue la gran abanderada de la voz femenina del jazz y del neo-soul durante la pasada década, y su eco todavía durará mucho, quizás siempre.