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MEMORIA DE LA CONQUISTA DE 1512

La ruina del fortín de Garaño

Del primer castillo que tomaron los españoles en 1512 apenas queda nada. Sólo un pico pelado, desde el que se domina el valle de Ollo y, antes, el paso de Oskia. Garaño, que toma su nombre de un despoblado, llegó a ser residencia del hijo del rey Carlos II y sobre él se han escrito poemas en lengua occitana, en tiempos de la guerra de la Nabarrería.

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Aritz INTXUSTA

El primer castillo que tomaron los españoles del Duque de Alba fue el Castillo de Garaño. Hoy en día apenas queda piedra sobre piedra en el escarpado collado donde se alzaba. El fortín no está demasiado cerca de Ziordia, que es por donde entraron las tropas invasoras en 1512, sino bastante adentro del reino, ya en la cuenca de Iruñea. En concreto, Garaño domina el valle de Ollo, cerca del pequeño pueblo de Egillor, donde apenas viven unas decenas de personas.

El castillo, en realidad, toma su nombre de la localidad de Garaño, hoy convertida en despoblado, sin que se sepa bien cuál es la razón. Era un fuerte con dos muros, exterior e interior. En el exterior se alzaban tres torres y, en el corazón del fortín, se alzaba la torre más importante, de forma circular, que hoy se adivina a la perfección sobre el pico pelado y lleno de matorral. «Era un punto muy importante desde el punto de vista logístico, tanto de alimentos como de armas. Desde aquí se controlaba el paso de Oskia», comenta Iñaki Sagredo, quien, con un grupo de arqueólogos voluntarios y gente de los alrededores trabaja sobre las ruinas. Las crónicas cuentan que, por ese paso, avanzaron los roncaleses para tratar de parar la invasión, pero no hubo manera; eran mucho más numerosos. El castillo sucumbiría poco después. Lo defendía un tal Eraso.

Las ruinas que hoy quedan delimitan una fortaleza no demasiado grande. Sin embargo, tuvo su importancia. Los primeros documentos que se tienen de Garaño propiamente dicho datan del siglo XII; sin embargo, Sagredo considera que su origen puede estar bastante más atrás en el tiempo. «Por aquí mismo cruzaba la calzada romana, por lo que no sería de extrañar que esta fortaleza, en sus inicios, fuera un puesto de vigilancia de ese paso tan importante», explica el historiador.

Garaño se disputa con otros puntos fortificados, como el de Etxauri o el mismo San Miguel de Aralar, el título de Sajrat Qais (peña fortificada), un puesto defensivo navarro al que hacen referencia los cronistas árabes pero que no han sabido localizar con certeza. A pesar de sus reducidas dimensiones, se sabe que fue residencia del hijo de Carlos II, uno de los reyes navarros con mayor influencia. Carlos II tiene el sobrenombre de El Malo, porque conspiró de convertirse en rey de Francia. Al no conseguirlo, los franceses lo marcaron con ese apodo. Según explica Sagredo, es normal que los castillos nazcan por motivos defensivos pero, con el tiempo y a base de mejoras, acaben convirtiéndose en cómodas residencias para los hombres fuertes de la época.

Sí que quedan referencias del asedio al que fue sometido Garaño durante la guerra de la Nabarrería, en 1276. El poeta Annelier describe en lengua occitana cómo los sitiadores construyeron una catapulta y lanzaron piedras contra sus murallas. Al principio, los proyectiles pasaron por alto y tuvieron que echar la máquina hacia atrás, hasta que atinaron. Annelier cuenta que, cuando se construyó la segunda catapulta, Garaño se rindió.

Éste es el segundo verano en el que se trabaja sobre las ruinas del castillo. «El año anterior lo dedicamos prácticamente a desbrozar las hierbas», explica Andión Arteaga, la directora de la excavación. Estos días han realizado las primeras catas. «Empezamos por la muralla exterior y hemos encontrado cerámica vidriada medieval y algunas monedas de tiempos de Carlos III y de los Teobaldos», comenta esta joven de Iruñea.

El año pasado, la Mancomunidad pagó las excavaciones, pero con el cambio que han dado las últimas elecciones, los fondos han desaparecido. El Gobierno navarro, que prepara sus fastos para los 500 años de conquista, tampoco aporta nada. Sin embargo, la excavación continúa porque los que trabajan en ella creen que es algo importante. Pablo Eraso, de 14 años y vecino de Ultzurrun, está «aprendiendo mucho» mientras desentierra las rocas de Garaño. Él ha conocido el castillo de siempre, porque «todas» las vacas que pastan a su alrededor son suyas, pero, antes de la excavación, no sabía ni su nombre.

Finalmente, en el muro exterior han llegado a un estrato estéril, por lo que las labores se han trasladado a la muralla interior. Aunque se adivina con facilidad dónde se ubicaba cada una de las murallas, el castillo está tan deteriorado que no se distinguen dónde estaban las puertas. Parece que el camino de acceso serpenteaba por la cara oeste de la montaña, que tiene unas espectaculares vistas de Txurregi y Gaztelu. Lástima que no se puedan ver esos picos desde lo alto de la torre de Garaño.

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