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Iker Bizkarguenaga | Periodista

Yo pienso seguir vilipendiando sus rancios valores

Hace apenas un par de días me enteré de que Franco es alcalde de Valencia. No me refiero a Battiato, aquel cantante que nos quería ver danzar a todos, sino a Francisco, el criminal de la voz aflautada. Tampoco es que cual protagonista de «The Walking Dead» el gallego haya cobrado vida y le haya quitado el puesto a Rita Barberá, la alcaldesa de la voz no aflautada. No, se trata de que el equipo de gobierno de la ciudad del Turia ha decidido no retirar al dictador el título de alcalde honorario, que le debieron imponer en tiempos de maricastaña. Debe ser por aquello de honrar a los mayores.

Tampoco sorprende. Recuerdo que hace una década, cuando el aznarismo cabalgaba triunfante sobre la mayoría absoluta, se filtró un documento interno del PP en el que este partido apostaba por rescatar, con cierta discreción, «los valores asociados con el régimen anterior injustamente vilipendiados». Y cuando se referían al antiguo régimen no hablaban de Leovigildo y Recaredo, sino de Franco y sus secuaces. Los mismos valores, por otra parte, que defienden hoy sin discreción y con entusiasmo algunos tertulianos.

Vamos, que no se esconden. ¿Por qué iban a hacerlo, si nunca lo han hecho y ahora además ven próxima una nueva victoria electoral? Son franquistas de tomo y lomo, y después de unos años de relativo apocamiento andan totalmente desatados.

Por eso llama la atención que una persona tan tan tan tan progresista como el viceconsejero de Transportes y concejal donostiarra por arte de birlibirloque, Ernesto Gasco, defienda de forma tan ardorosa, en el periódico más neoliberal del mundo, el pacto con el PP, mientras dice no se qué sobre tutelas a Bildu. Para tutela, la que ejercen sobre su partido los alumnos de Fraga.

Con este panorama, y ahora que tenemos fecha para las próximas elecciones, todos los abertzales y progresistas de Euskal Herria -aquellos que pueden votar en esos comicios- deberían acordar una candidatura conjunta, sacar el mayor número de diputados posible, ir a Madrid como pueblo, vilipendiar todos esos rancios valores que nos han impuesto y proclamar que este país quiere ser libre. Los españoles si quieren se pueden quedar con Gasco, y así todos contentos.

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