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Agridulce ejemplo del complicado viaje a la «legalidad» para las personas inmigrantes

Hadhoum y Naima Eloued fueron estafadas por su jefe al intentar traer a Euskal Herria a una tercera hermana. Pagaron 3.500 euros al propietario del restaurante donde trabajaban para que le gestionase los papeles. Él se los quedó, pero ahora ha sido condenado por ello, aunque queda un recurso pendiente.

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Aritz INTXUSTA

La ley de inmigración del Estado español, que decreta que si no tienes un contrato de trabajo en regla no tienes derecho a vivir, otorga un enorme poder a los empresarios sin conciencia. El miedo y, a veces, el exceso de confianza hacia la persona que te ofrece un puesto de trabajo complican aún más las cosas. «Tengo una hermana en Marruecos a la que estoy muy unida. Nos marchamos las dos del pueblo para trabajar en una empresa de ropa de Tetuán», relata Hadhoum Eloued, que abandonó su país hace diez años. «Un día, ella me llamó, lo estaba pasando muy mal, quería venir. Hablaba de quitarse la vida. Yo me puse triste y mi jefe me vio llorar», continúa. Hadhoum, entonces, trabajaba como cocinera en la cervecería Bruselas, en el centro comercial de La Morea, cercano a Iruñea. El dueño, Francisco Javier G., se ofreció para ayudarla, siempre y cuando ella corriera con los gastos del supuesto papeleo, que fijó en 5.000 euros. «Yo no tenía tanto dinero, pero le dije que podía conseguir 3.500. Tuve que pedir prestado a mi hermana Naima y a mi ex marido». Al final, esa cifra le pareció suficiente al dueño, que prometía además buscarle un trabajo como camarera en el local. Y así, en 2007, comenzó una larga pesadilla, hasta que se descubrió la estafa.

Un mes después de llegar al acuerdo económico, Hadhoum encontró un trabajo mejor, pero volvía regularmente, cuando podía, hasta la cervecería para preguntar por los avances en el supuesto «papeleo».

Su hermana Naima, que migró poco después, en 2005, estaba en una situación aún más complicada. Ella había empezado a trabajar en la cocina de esa misma cervecería, según su testimonio, sin papeles y sin cobrar. Francisco Javier G. la tenía atada de pies y manos, metafóricamente. Necesitaba el empleo si quería un permiso de residencia y, además, el dueño era quien estaba tramitando la salida de la tercera hermana del país magrebí y, por tanto, alguien en quien se podía confiar. Por si esto fuera poco, 2.000 euros de los 3.500 que le habían entregado habían salido de su bolsillo.

Las hermanas Eloued aguantaron aproximadamente un año. Hasta que se hartaron. «Al final se cerró el catálogo de ofertas de trabajo destinadas a Marruecos y mi hermana no estaba en la lista. Cuando nos enteramos fui a hablar de nuevo con él. Nos dijo entonces que tenía un primo y prometió que quería casarlo con mi hermana para poder traerla», continúa rememorando Hadhoum. «Pasó otro mes más sin tener noticias. Y decidimos reclamar el dinero, para intentar traer a nuestra hermana por otras vías con esos fondos», afirma.

Hasta agotar la paciencia

Recuperar el dinero no iba a ser nada fácil. En un primer momento, el dueño del citado establecimiento les propuso devolvérselo poco a poco, pero no llegaron a recibir ni un solo euro. El hombre siguió dándoles largas, porque siempre estaba «muy ocupado». Tuvieron que esperar otros cinco meses. Al final, incluso se negaba a reunirse con ellas en el establecimiento de La Morea y las citó en un restaurante de comida rápida cercano al centro comercial. «Estuvimos esperando toda la tarde con unos amigos, pero no apareció», explica Naima.

Pese a todo lo anterior, antes de acudir a los tribunales, realizaron un último intento. Volvieron a la cervecería y le «asaltaron» allí mismo. El tono de la discusión se fue elevando y, para evitar dar un espectáculo ante los clientes, el dueño les propuso ir a la cocina. Allí, según relatan las hermanas Eloued, sucedió el episodio más desagradable de todos. «Yo era la que más paciencia tenía que tener, porque era la que había generado el problema, pero llega un momento en el que la pierdes. `Somos personas, no nos trates como si fuéramos unas perras. Danos una solución', le dije en esa reunión», recuerda Hadhoum.

La situación de Naima era bastante más complicada. «Yo llevaba trabajando entonces nueve meses sin cobrar -explica-. Siempre me decía que me pagaría al mes siguiente, y todo de golpe. No podía hacer nada. Él iba a traer a mi hermana y me ofertaba mi único empleo posible. También me prometía que iba a regularizar mi situación. Lo prometía todo: papeles, contrato, las pagas y traer a mi hermana de Marruecos». Sin embargo, dentro de la cocina de su restaurante Francisco Javier G. mostró su verdadero rostro, cuando amenazó a Naima con llamar a la Policía, para denunciarla y que la deportasen.

En ese momento, las hermanas decidieron buscarse un abogado para acudir a los tribunales, que han acabado por darles la razón. No tenían ningún papel, ningún recibo, pero los testimonios de los trabajadores del restaurante corroboraron, punto por punto, su historia (incluso una cocinera vio cómo Francisco G. contaba el dinero delante de ella). El fallo incide en que Hadhoum mantuvo idéntica versión en todo momento y que no existe enemistad ni resentimiento para privarle de credibilidad. De esta forma, han condenado al matrimonio propietario de la cervecería a pagar íntegramente los 3.500 euros y a un año de cárcel a cada miembro de la pareja. Un día después de conocerse la sentencia, la pareja de propietarios del restaurante presentó un recurso.

Además, cinco años después de que comenzara todo, la batalla judicial está lejos de acabarse. Naima lleva adelante otro proceso en el que ha denunciado a su jefe por tenerla durante nueve meses trabajando sin contrato y por no haberle pagado durante todo ese tiempo. Según el abogado que lleva el caso, para el que todavía no se ha fijado fecha, éste es un delito mucho más grave que el de la estafa.

Tanto Naima como Hadhoum han encontrado un nuevo trabajo en Iruñea, también en la hostelería. Pero su hermana sigue lejos de ellas, en su pueblo natal, en Mechraa Beleksiri.

euros

fue la cantidad que el dueño de la cervecería en la que trabajaban las hermanas Eloued les estafó prometiendo que les ayudaría a traer a su hermana.

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