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Los dioses griegos, avergonzados, en la última frontera

Josu JUARISTI

En estos tiempos oscuros, dioses, semidioses y héroes griegos, avergonzados, desvían la mirada. No porque el retro Capitán América les intimide; ni tan siquiera, aunque seguramente debieran, porque les asusten Los Mercados (pocos sabrán qué o quiénes son, pero así, con mayúsculas, parecen aún más malvados) que están a punto de cargarse los mercados (un lío).

Tras contemplar la derrota económica y política de Grecia, asisten ahora, atónitos, al deshonor. 14,5 kilómetros ya construidos (de los 120 previstos) de muro y foso para parar a los inmigrantes y reforzar (añaden como excusa) la defensa nacional. Una trinchera en el rincón quizás más sensible de la historia europea. Hoy, en pleno siglo XXI, un Estado miembro de la UE levanta una valla y excava un foso para cerrar la puerta y mandar al carajo tanto a los inmigrantes que prueban el peligroso paso turco hacia Europa como a la propia Turquía, con quien la UE, mientras nadie diga lo contrario, sigue negociando para explorar las posibilidades de una futura (y cada vez más lejana) adhesión. Un despropósito. Si alguien desea que los turcos se den cuenta al fin de que no son bienvenidos al club europeo, aunque Bruselas les guiñe el ojo de vez en cuando para que no terminen de irse del todo quién sabe adónde, éste es, desde luego, un buen modo de conseguirlo.

Nada nuevo bajo el sol de Tracia, pero no debería de extrañar que cada día sean más los ciudadanos europeos que se pregunten dónde demonios está ese plus de valores y libertades que en todas las citas electorales europeas nos venden y prometen.

Si los griegos cavan un foso y levantan un muro, los españoles, que también saben de vallas, bien podrían desempolvar un puñado de minas marinas y plantarlas, pongamos, a cinco millas de la costa andaluza. Y que las controlen los uniformados de Fron- tex, los mismos que patrullan la Tracia agujereada. Pobre Unión Europea. Y Aquiles y compañía, avergonzados, y es comprensible, pasándose a las filas de los indignados en la ultima frontera de Europa.

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