Iñaki San Sebastian Analista
Baño de multitudes
¿Cómo no va a decepcionarnos todo un jefe de la Cristiandad empeñado en transitar por caminos tan alejados de la verdad y la vida?
Todos tenemos nuestro corazoncito y por eso parece normal ver a tanto ciudadano indignado. Basta ya de tanta tomadura de pelo por parte de quienes se libran de todas las crisis. El paquete de élites privilegiadas es considerable. Grandes financieros que manejan los mercados. Deportistas de élite que flotan en la burbuja futbolística. Políticos con bolsillos opacos que nunca acaban de llenarse. Príncipes, princesas y aristócratas de pacotilla. Estrellas rutilantes de la pantalla que rebosan extravagancia. Suma y sigue. ¿Resulta excesivo incluir en la lista al sanedrín de una Iglesia Católica, con el Papa a la cabeza? Yo diría que no. No hay más que ver cómo disfrutan organizando «baños de multitudes» sin mirar el precio a pagar no sólo en dinero, sino también en desprestigio de la fe cristiana. El próximo evento tendrá lugar en Madrid, con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ). Lejos de mi intención pretender que todo un jefe de estado, con poderes en la Tierra y en el Cielo, se encierre entre las cuatro paredes del Vaticano. Pero, por favor, que no me lo comparen con el Jesús histórico del Sermón de la Montaña, consolador de humildes y desheredados.
Benedicto XVI, en Madrid, será recibido con todos los honores. ¿Ante qué selecto auditorio predicará su sermón calculadamente acomodaticio? Hagamos una pequeña lista. Su ejército de cardenales, obispos, curas, religiosos y religiosas. La familia real al completo. Representantes significados de la aristocracia de sangre. El presidente del Gobierno español y unos cuantos ministros más. Una representación de los poderes legislativo y judicial. Líderes encopetados de los partidos políticos de la santa derecha española. La tropa católica más integrista. Y finalmente, una juventud privilegiada, bien educada en colegios de pago, a la que nunca le faltan unos cuantos euros en el bolsillo. Salvando el tiempo y la distancia, gente bien distinta a la que se desparramaba por las campas de la tierra prometida para escuchar al galileo.
¡Con lo interesante que sería ver a un Papa joven, buscador de la perfección, abandonar títulos, privilegios, boato, etc., para seguir al Maestro hasta Somalia, por ejemplo, y repartir allí algo más que calderilla! Fantástico ejemplo para que todos nos esforzáramos en hacer un poquito más de lo que hacemos. A la Humanidad le sobran «diosecillos» revestidos de dinero y poder dándose baños de multitudes. ¿Cómo no va a decepcionarnos todo un jefe de la Cristiandad empeñado en transitar por caminos tan alejados de la verdad y la vida?