Iratxe FRESNEDA | Periodista y profesora de Comunicación Audiovisual
Ballard y el «Imperio del sol»
La decisión que tomó Harry Truman cambio el destino de millones de personas. Los bombardeos sucedieron los días 6 y 9 de agosto de 1945. Sobre Hiroshima cayó «Little boy», sobre Nagasaki «Fat man», las bombas tenían nombres, las vidas que sesgaron no.
El 15 de agosto el emperador Hirohito proclamó la rendición de Japón y muchos de los prisioneros de guerra fueron liberados, entre ellos el inclasificable escritor J.G. Ballard. Su vida había cambiado, la guerra marcó su destino. Muchos años después, Steven Spielberg reconstruyó su historia en el «El Imperio del sol». Ballard relató en la novela homónima su experiencia vital, la de su infancia en la China ocupada donde nació (Shanghái, 1930). Narrador al margen, Ballard estuvo siempre interesado por recrear las claves de la contemporaneidad. Amigo del surrealismo, impregnó su obra con la esencia del mundo onírico y traumático surgido de sus experiencias infantiles.
En la película, como le sucedía a Ballard, Jim, el protagonista del largometraje de Spielberg, siente fascinación por los rastros que va dejando la guerra, especialmente los aviones. La perspicacia del niño, su curiosidad, nos llevan de la mano por los duros acontecimientos que rodean al conflicto bélico. Asistimos al desahucio de su infancia. Como espectadores miramos con los ojos de alguien en el que la ideología no se ha posado aún, alguien que mira comprendiendo, pero sin juzgar. El objetivo es sobrevivir. A veces, como en la novela, en el filme, olemos, sentimos, vivimos aquellas situaciones por las que nos lleva el personaje interpretado por un jovencísimo Christian Bale. Ballard por los márgenes de la vida y la escritura, Spielberg en una de sus películas más interesantes.