El «Caso Bonnemaison» multiplica el apoyo a una eutanasia activa legal
La detención del doctor Nicolas Bonnemaison, acusado de practicar la eutanasia activa a cuatro pacientes del Hospital de la Costa Vasca, ha reabierto la polémica sobre la legalización de esta práctica en el Estado francés. En Facebook se ha creado un grupo de apoyo a Bonnemaison, que tiene ya más de 3.000 apoyos. Mientras, el obispo de Baiona, Lescar y Oloron, Marc Aillet, arremete contra quienes impulsan este debate.
Martxelo DÍAZ
Internet es una de las herramientas que los partidarios del doctor Bonnemaison están utilizando para abrir el debate sobre la conveniencia de introducir una reforma legislativa en el Estado francés para permitir que los enfermos terminales puedan tener una muerte digna. En 2005, la legislación francesa instauró el derecho a «dejar morir», que favorece los cuidados paliativos para aliviar el dolor de los enfermos terminales, pero no autoriza la denominada «eu- tanasia activa», práctica que se atribuye a Bonnemaison.
Nathalie Franco, una de las personas que han mostrado su apoyo a Bonnemaison en la red social, explica que lo ha hecho porque «su único delito ha sido el de ser humano», mientras que Jean-Christophe Caron subraya que «el derecho a escoger su muerte y el derecho a ayudar a partir son parte de la medicina».
Dada Le Roy, que señala que trabaja en una ambulancia, se pregunta por qué persiste la voluntad de seguir prolongando la existencia de personas que no desean seguir viviendo sometidas a grandes sufrimientos. Jaime Jakue reivindica «el derecho contra una muerte digna» y rechaza «el encarnizamiento terapéutico».
Asimismo, más de 16.000 personas han suscrito una petición dirigida al Ministerio de Sanidad en la web mesopinions.com, en la que muestran su apoyo al doctor Bonnemaison, destacando que «siempre ha practicado la medicina con humanidad, integridad e inteligencia» y que «respeta ante todo al paciente, a quien ahorra sufrimientos inútiles, permitiéndoles que marchen con toda dignidad».
Junto a ello, citan el juramento de Hipócrates, que todos los médicos tienen que suscribir: «Haré todo lo posible para aliviar el sufrimiento. No prolongaré abusivamente las agonías. Aplicaré mis deberes de médico a todos los pacientes con conciencia, lealtad e integridad. No prolongaré inútil- mente el sufrimiento de las personas condenadas. Permitiré una marcha digna a la persona y a su entorno».
Por todo ello, los firmantes de esta petición consideran que «rechazar la eutanasia de una manera tan hipócrita no es respetar la vida».
Pero en Internet también se han movilizado quienes rechazan las presuntas prácticas del doctor Bonnemaison. El más radical es el grupo que en Facebook reclama aplicar la eutanasia a los miembros del grupo de apoyo a Nicolas Bonnemaison. Afortunadamente, ayer por la tarde sólo tenía 21 adhesiones. Incluso en ese grupo, se suceden los comentarios favorables a la eutanasia, como el de Franck Gallerati, que pide a los políticos franceses que «dejen de actuar como avestruces», ya que, según señala, el 94% de los ciudadanos del Estado son partidarios de la eutanasia.
Rechazo de la Iglesia católica
La Iglesia católica también ha terciado en el debate para, evidentemente, descalificar las posturas que defienden la eutanasia activa y la muerte digna. Así, el obispo de Baiona, Lescar y Oloron, Marc Aillet, ha difundido un comunicado en el que señala que «como podía esperarse, este triste caso ha sido `instrumentalizado' por personas o lobbies que intentan relanzar el debate sobre la legalización de la eutanasia».
«No se puede tolerar que un médico, cuya vocación es cuidar a las personas que le son confiadas, pueda arrogarse el derecho de suprimir a un paciente (enfermo incurable en el fin de su vida, persona de edad o discapacitada) en el nombre de una compasión mal entendida», sentencia Aillet.
El obispo considera que las encuestas que muestran que la mayoría de la ciudadanía está a favor de la eutanasia obedecen a «la confusión», ya que, a su juicio, «simplemente se oponen al encarnizamiento terapéutico», es decir, a la práctica de prolongar la vida por todos los medios sometiendo al en- fermo a dolores evitables. Aillet recuerda que esta práctica ya está prohibida por la legislación francesa desde 2005.
«De manera general, la banalización de la eutanasia y, posteriormente, su legalización, es una `evolución' (o más bien, una terrible regresión) a la que nos oponemos en nombre del derecho de cada uno de vivir y morir dignamente», sentencia el obispo.
El debate ha llegado también a la esfera política. Así, la UMP del presidente Nicolas Sarkozy destacó el sábado que «la llamada eutanasia activa constituye una práctica inaceptable en Francia», según señaló el secretario encargado de medicina de la formación, Jean Rottner.
Jean-Pierre Destrade, ex diputado del PS, por su parte, subrayó que la ley de 2005 «no responde a la verdadera cuestión puesta sobre la mesa por el doctor Bonnemaison», que destaca que ninguno de los familiares atendidos por el detenido ha presentado denuncia alguna, al tiempo que le muestra su apoyo.
La Asociación por el Derecho a Morir Dignamente (ADMD) destaca que la ley vigente es hipócrita y reclama una norma que legalice la eutanasia.