AISIALDIA
Una cura termal para Budapest
Después de años e incluso décadas de abandono, los histórico baños termales de Budapest están siendo sometidos a diferentes fases de actualización con el objetivo de restaurarlos y evitar la desaparición, por efecto del abandono, de lugares emblemáticos tanto para la historia de la ciudad como para la salud de sus habitantes y visitantes.Algunos balnearios, como el gellert, han conseguido ser rentables gracias a la renovación de sus infraestructuras. Otros mantienen su encanto decadente.
Eszter Balazs-AFP | budapest
Tras varios años, y en ciertos casos hasta décadas de abandono, los históricos baños Rudas, considerados como unos de los baños turcos más bonitos del mundo, están siendo objeto de diferentes etapas de restauración con el objetivo de devolverles su apogeo de antaño. Construido a mediados del siglo XVI durante la ocupación otomana, el balneario Rudas es uno de los más importantes de la capital húngara, junto al famoso Gellert -el más conocido de la ciudad- y el Széchenyi -uno de los recintos termales más grandes de Europa-.
Los curiosos baños Rudas son uno de los mayores atractivos turísticos de Budapest, también conocida como la «capital mundial de spa». La ciudad húngara detenta desde 1934 el título de Ciudad de los Balnearios, no en vano dispone de 118 manantiales, tanto naturales como artificiales, desde los que cada día brotan más de 70 millones de litros de agua termal a temperaturas de entre 20 y 80 grados centígrados.
Los distintos balnearios que se pueden encontrar aquí van desde los que tienen hasta 500 años de antiguedad, con piscinas turcas ornamentadas con intrincados mosaicos soportados por enormes columnas legadas por los ocupantes otomanos, hasta los más sofisticados complejos termales modernos.
Pero el estado de las labores de restauración de estos balnearios es tan variopinto como sus propios estilos, y gran parte del trabajo realizado hasta ahora ha consistido en meros trabajos de cosmética o labores de emergencia en una lucha constante contra la desintegración absoluta de los recintos. Por ejemplo, desde la década de 1950 ningún albañil ha puesto un pie en el balneario de propiedad estatal Kiláry, uno de los más antiguos y más grandes de Budapest, que fue construido en 1565. Como resultado, uno se puede encontrar con restos de mortero por aquí y por allá o tuberías oxidadas en la piscina turca situada bajo una cúpula salpicada de pequeñas ventanas circulares.
Laszlo Miko, un arquitecto involucrado en las labores de planificación de la reconstrucción de estas bellezas, considera que «todo está listo para la renovación», aunque, sin embargo, no se prevé que esta arranque antes de dos años, debido sobre todo a cuestiones burocráticas. De todas maneras, todavía tampoco cuentan con una fuente de financiación que permita la renovación del balneario Kiràly.
A pocas paradas de autobús hay otros baños propiedad del Estado: es el balneario Rudas, construido entre 1571 y 1572 por un líder local del otomano. El desmoronamiento de la fachada permite distinguir al menos tres diferentes capas de pintura. También se plantea la renovación de otros muchos y bellos spas de la ciudad, incluidos los baños de Lukács.
En el antiguo baño turco Racz, por ejemplo, el 75 por ciento de su propiedad está en manos de empresarios privados y su financiación ha impulsado un cambio radical de imagen del establecimiento No es éste el único caso, ya que algunos otros de los baños de Budapest también están en manos empresariales, mientras que varios son propiedad del Ayuntamiento y el resto pertenecen al Estado.
El grifo de las fuentes locales de financiación gubernamental las cerraron hace cinco años los entonces líderes de Budapest. Sin embargo, el nuevo Ayuntamiento aprobó el año pasado un presupuesto que ascendió a los 710 millones de florines (2,5 millones de euros) destinados a impulsar la administración general de los baños, así como a los trabajos de restauración. Esta cantidad representó un 0,03 por ciento de los gastos municipales de cara al año 2010.
Con el dinero público escaseando en tiempos económicos difíciles, el 80 por ciento de la renovación del Rudas, que costó cerca de 500 millones de florines (1,8 millones de euros), fue financiado por la Unión Europea, según apunta Gyorgy Kozak, director de desarrollo de Budapest Helaing Baths y Hot Springs Ltd. La compañía de spa, que es de propiedad municipal y responsable del funcionamiento de trece baños y piscinas al aire libre en la ciudad, incluyendo algunas de las más elegantes, tiene previsto solicitar más fondos a la Unión Europea para el saneamiento de otras instalaciones. Sin embargo, parece que a la clientela de los baños, compuesta casi a partes iguales por turistas y lugareños, no le preocupa especialmente la negligencia en el cumplimiento de la normativa vigente.
Cualquier día de verano Kiràly está lleno de visitantes de Italia, Holanda y Estado francés, ávidos de experimentar las famosas aguas termales de Hungría. A nadie parece importarle las paredes en descomposición, las goteras de las ventanas y las ruidosas duchas. «Esta es una arquitectura auténtica y hermosa», comenta una estudiante suiza mientras se relaja inmersa a 40 grados.
Más que simplemente llevar a cabo reformas, que se necesitan con urgencia, los propietarios de los balnearios quieren impulsar su atractivo. De hecho, y a excepción de unos pocos, sus gastos de funcionamiento superan con creces a lo que se recauda con las entradas «Los baños autónomos generan normalmente una pérdida de fondos en todo el mundo y reciben subvenciones públicas en muchos lugares», enfatiza Kozak.
El Gellert, por contra, es un complejo suntuoso de Art Nouveau, restaurado recientemente y que incluye también un hotel entre sus prestaciones. Se ha convertido en uno de los cuatro balnearios de la ciudad que realmente logran ser rentables.
Mediante la construcción de hoteles, los esperanzados propietarios canadienses Malthus desean atraer a sus establecimientos a los visitantes que busquen tratamientos más prolongados, en lugar de circunscribirse únicamente a quienes hagan breves visitas a la ciudad, según explica Kozak. «Si los clientes pudiesen recorrer en zapatillas la distancia entre sus habitaciones y los baños, seguramente se quedarían para recibir un tratamiento médico que dura semanas en lugar de optar por una única visita», agrega Czinege Szilvia, jefa de marketing de BGYH.