Hay dos temas sobre los que cualquier vecino o vecina de Donostia tiene no sólo el derecho sino también el deber de pontificar como si su opinión fuese la Verdad Revelada. Uno es la Real; el otro, los fuegos artificiales de Aste Nagusia. Supongo que conocerán a esos dos abuelos de Vaya Semanita que, parapetados tras una valla, lo mismo ponen a parir a los currelas de una obra que a una pareja en pleno misionero, para redondear su faena con la frase «yo traje el encofrado a Euskadi» o «yo traje el 69 a Euskadi». Pues eso es pecata minuta ante las decenas de miles de personas que, apoyadas en la barandilla de La Concha, podrían afirmar cada noche, entre las 22.45 y las 23.15, que fueron ellas las que introdujeron la pirotecnia en estas tierras.

Teniendo en cuenta que no es materia, al menos no me consta, que se imparta en el campus universitario, y que ni siquiera es objeto de análisis en los Cursos de Verano del Palacio Miramar, me pica la curiosidad por saber de dónde viene nuestro basto conocimiento, que no vasto, sobre el mundo de la pólvora. Puede que nos hagan como a Neo, el protagonista de Matrix, al que le enchufan una especie de USB por el cogote y en un plis-plas se convierte en cinturón negro undécimo dan de todas las artes marciales, que te mete una patada voladora y tienes que recoger la dentadura con la aspiradora.

Tras comprobar que hasta quienes no levantan dos palmos del suelo son capaces de enjuiciar que «los de ayer eran mejores, éstos son lentos», mis sospechas se dirigen a «la Materno», donde te quitan al recién nacido para hacerle, dicen, la prueba del talón, cuando en realidad les van a inocular desde la A hasta la Z la Enciclopedia Larousse del Perfecto Crítico en Bombas, Palmeras y Gusanos.

El ritual comienza además horas antes con la mítica pregunta «¿Los de hoy de dónde son?», como si esa pista nos indicara el camino hacia el Santo Grial. «¿Valencianos? Son buenos». Esas palabras han salido también de mi boca sin tener ni pajolera idea. Pero hay que mantener el tipo. Que levante la mano quien no haya pronunciado sentencias de ese calibre. Sin complejos, que para esos somos expertos.

¿Y los de esta noche? Sudafricanos. Lástima que no me quede espacio para exponer mi fundamentada tesis sobre el desarrollo de la pirotecnia en ese país, se iban a quedar «helados».