Quizás por el aire renovador que había insuflado José Luis Mendilibar -a diferencia del enrarecido de Camacho-, quizás por los buenos resultados de pretemporada, la realidad es que en el entorno rojillo se había instalado una aureola ilusionante, incluso rozando la euforia, contrarrestada por las declaraciones de los responsables técnicos del equipo, más con los pies en el suelo que el aficionado de asiento pagado.

Caras nuevas, juventud, estilo de juego atractivo... todo invitaba al optimismo. Pero eso había que corroborarlo con resultados, una vez iniciada la verdadera competición. Uno de los capitanes de la escuadra navarra, Miguel Flaño, ya avisaba mientras el plantel se ponía a punto que de cómo se desarrollase el inicio liguero iba a depender en gran medida la trayectoria del equipo en la presente campaña.

Y, de momento, la cosa no puede ir mejor. Con todas las precauciones que hay que tomar cuando se habla de un conjunto que no se ha caracterizado en los últimos tiempos precisamente por su regularidad, la verdad es que esa ilusión se ha transformado no sólo en buen juego, sino también en puntos. Tantos, que hacía ya bastante que Osasuna no ofrecía un comienzo con tan buen rendimiento en la clasificación.

Los cuatro puntos cosechados ante Atlético de Madrid y Sporting sitúan ahora mismo a los rojillos en una posición de privilegio -séptimos empatados con Real, Sevilla y Barça, próximo rival-, de la que no disfrutaban desde hacía mucho tiempo.

Concretamente, desde la 2004-05, la tercera temporada con Javier Aguirre al frente del cuadro osasunista y que finalizó brillantemente con la disputa de la final copera. A diferencia de lo ocurrido en la presente, en aquella ocasión se empató en casa en el derbi frente al Athletic (1-1) y posteriormente se le ganó a domicilio a un Deportivo (1-3) que iniciaba su particular e inevitable cuesta abajo tras haber sido campeón de Liga y brillar en Champions.

El mejor arranque, hace 30 años

Una rara excepción, como lo es ahora, en un Osasuna al que se le suelen atragantar los inicios ligueros. Esa campaña -la 2004-05- y la actual son las únicas en este último periodo en Primera de la escuadra navarra en las que se ha empezado con buen pie. Por regla general, a la plantilla encarnada le cuesta entrar en competición y ello lo ha demostrado especialmente en los último años.

Ni Ziganda ni Camacho consiguieron ponerle las pilas al equipo a las primeras de cambio y ello derivó en campañas erráticas, con muchos apuros de última hora. El de Larraintzar tuvo que afrontar dos derrotas consecutivas en su debut al frente del primer equipo y en sus dos siguientes inicios ligueros, apenas cosechó sendas igualadas. El de Cieza, por su parte, sólo arrancó un punto en cada uno de sus dos comienzos ligueros con los rojillos.

Sólo ha habido una ocasión en la que el conjunto navarro ha sacado mejor rendimiento en su inicio competitivo y para ello hay que remontarse tres décadas atrás. En la 1981-82, con Pepe Alzate en el banquillo, se obtuvieron seis puntos, al superar al Sevilla a domicilio y al Hércules en El Sadar.