La nueva realización de Hirokazu Kore-eda va a consagrar en Japón al dúo cómico infantil Maeda Maeda, y espero que también les de a conocer en el resto del mundo. Los dos son firmes aspirantes a la Concha al Mejor Actor, a no ser que en el Jurado haya algún Herodes, como pasa con los Goya, que se oponga a conceder premios a los menores de edad, lo cual supone una injustificable discriminación.

El maestro Kore-eda no sufre de ninguna manía persecutoria contra los niños, gracias a que, como buen hijo del País del Sol Naciente, trata a los pequeños con el mismo respeto que a los adultos o a los ancianos. La igualdad de trato se aprecia en el diseño de los personajes, puesto que algunos de los niños tienen una personalidad tan o más definida que los mayores. Cierto es que el peso de la dramatización recae sobre Koki Maeda, que se muestra como un chico serio y responsable. Su hermano Ohshiro, por tener menos edad, va más a su aire, aparte de que es el gracioso del dúo y eso se nota en su extrovertido papel.

Es la primera película con niños, que no infantil, en que los protagonistas tienen un sueño y no se cumple, sin que ello suponga ninguna decepción. Es otra prueba fehaciente de la entereza del pueblo japonés. Kurosawa siempre contaba que su padre le llevó de niño a ver las trágicas consecuencias de un bombardeo para que supiera lo que era la vida. Sin llegar a tales extremos, en «Kiseki» vemos a dos niños independientes, que saben valerse por si mismos, y que, siendo realistas, no pierden la ilusión.