José Miguel Arrugaeta | Historiador
Sarri, Sarri, Sarri, Sarri
No se le ha ocurrido a la caverna española, que ni tan siquiera llega a ser bunker como en los tiempos del Franco, idea más brillante y pedagógica que impugnar con evidente mala hostia y feas formas el premio literario Euskadi en la modalidad de ensayo, que le acaba de otorgar un jurado de especialistas, muy merecidamente pues no hay discusión posible, a Joseba Sarrionandia.
Estos habitantes políticos y mediáticos de la profundidad peninsular no han opuesto -hasta el momento- argumentos a la resolución razonada del más que legal y «pobrecito» jurado a quienes les auguro, por experiencia propia, un largo e inolvidable listado de adjetivos calificativos con serias consecuencias en sus trabajos y sus vidas, y que podrán narrar a sus futuros nietos en las frías noche de invierno como si fuese una historia de terror y misterio. Estoy seguro de que han entendido que no hay defensa posible, van a recibir un curso acelerado sobre el funcionamiento de esta «democracia disciplinada» made in Spain. Se han metido directamente en las patas de los caballos, y los caballos solo saben defenderse dando patadas hacia atrás. Esperemos además que los componentes del citado tribunal de las letras no cometan la ingenuidad de rectificar a última hora, pues pueden estar seguros de que les van a pasar la misma cuenta.
Todo el mundo de la cultura vasca, y hasta una pequeña parte de la hispana que conoce a Sarri desde muy joven y fueron, o son, sus amigos, saben perfectamente que no hay razones ni excusas posibles para discutir el galardón, y hasta el papel impreso se rebelaría, si pudiese, ante tamaño despropósito de iletrados. Que Sarri se ha ganado su premio y merece bastantes más, por su ya consistente obra a la que le falta poco para pasar al rango de «clásica» en euskara, es un secreto a voces celosamente guardado (cuestión de traducciones) entre los hablantes y lectores de nuestra antigua y vieja lengua.
Sin embargo, más allá de consideraciones literarias, la química fácilmente alterable de los políticos de ese partido español unificado (PP-PSOE) que tenemos que soportar por ahora, y los siempre presentes y escandalosos medios (cada vez más de propaganda que de información), que todos conocemos sufridamente bien, tenían que tomar cartas en el asunto, ¡faltaría más¡. Para terminar de ponerle la guinda a este pastel amargo para ellos la Consejería de ¿Cultura? del Gobierno Vascongado anuncia que «puede decidir y decide», recordándonos tiempos pasados pero persistentes, retenerle a Sarri el dinero correspondiente al premio obtenido. Cualquier barbaridad sirve para tranquilizar al alborotado rebaño español que ha quedado anonadado con tan «inexplicable» noticia.
Nadie sabe de donde ha sacado el citado e irresponsable mandatario tan peregrina idea ni en que legalidad basa tamaño abuso, pero todos conocemos que las leyes por esas tierras peninsulares son extensibles como el chicle cuando de vascos y vascas se trata. Harían bien los asesores del departamento, de la caterva de plumillas y de los políticos de lenguas largas (si es que alguien en sus entornos es digno de ese cargo) en explicarles despacito, como a los niños, para que lo entiendan bien, que Joseba Sarrionaindia tiene prescritas todas las acusaciones y condenas, y que el hecho de que el citado escritor no sea de su agrado, por cuestiones políticas, o que no haya regularizado su presencia legalmente en algún lugar, no es un delito, al menos hasta el momento.
En Euskal Herria todo parece tener que ver obligatoriamente con la misma historia, y si la creación literaria consiste esencialmente en contar y transmitir sentimientos y visiones, el premio ganado por Sarri y sus repercusiones se convierten en pura metáfora poética en medio del interesante momento en que vivimos. Esto me recuerda el comentario mordaz y pleno de ironía de un muy entrañable amigo, que cuando la «brillante y audaz» reconquista de la Isla Perejil, donde las aguerridas tropas de la Legión española hicieron «prisioneros» a dos gendarmes marroquíes, una bucólica pastora mora y su correspondiente rebaño de cabras, me dijo muy seriamente que él era independentista y que no quería ser español por mera cuestión de estética. Visto lo que está sucediendo con Sarri y su premio, voy a tener que darle toda la razón a mi viejo amigo y poner este argumento fundamental el primero en mi agenda, para no tener que seguir comentando eternamente vergüenzas ajenas.
Y apunto, como curiosidad interesante dado el castigo que se le ha impuesto a Sarri, que el libro premiado le costó a su autor cinco años parirlo, lo cual dividido entre los 18.000 euros «secuestrados», resulta que el escaso salario que le correspondería es de 300 euros mensuales. No hay duda, la vocación literaria, como bien saben quienes la profesan, no paga bien. A algunos, claro, porque hay «otros», siempre a la sombra del poder y el orden, que se forran, sin necesidad de premios, galardones, jurados, ni lectores.
Yo supongo que finalmente Joseba se estará divirtiendo bastante con el lío que ha montado sin querer, casi ha roto involuntariamente el «alto el fuego», literariamente hablando, por supuesto, y las peligrosas armas empleadas para esta «acción letrada», han sido sencillamente su permanente curiosidad, una computadora y dos ágiles dedos. Me pregunto, muy seriamente, si habrá que poner también estos peligrosos y creativos artilugios bajo la atenta mirada de la Comisión de Verificación, o si por el contrario se hace cada vez más necesaria otra comisión, pero de «verificación literaria», para que acallemos también unilateralmente nuestras palabras y pensamientos.
Sarri es una persona peculiar y tímida, al que se que le incomoda y que no le gusta nada haberse convertido en un «mito», pero la realidad es que todo este asunto sobrepasa con creces su propia persona, pues la caverna española, bruta como siempre, parece empeñada en hacer propaganda directa, abierta y descarada a su libro y a su persona (si yo fuese su editor ya lo estaría traduciendo a diversas lenguas para vender libros como pan caliente, con el atractivo cintillo de «el autor maldito en España».
De cualquier manera, estoy seguro de que para Sarri el mejor premio sería, simplemente, que lean sus libros y que sus lectores reinterpreten los menajes llenos de matices e intencionalidades implícitas en sus numerosas narraciones, poesías, cuentos infantiles y artículos. La riqueza y variedad del pensamiento y las visiones literarias de Sarri son fruta madura de sus inquietos desvelos, de un trabajo constante y voluntarioso, de su alta creatividad y de sus permanentes investigaciones, apoyadas por las reiteradas peticiones a sus amigos (una legión de anónimos incombustibles siempre dispuestos al infinito) a los que a veces jode hasta casi agotarlos, para que le busquen documentos, fotos y papeles imposibles, en sitios remotos que van más allá de cualquier frontera, para alimentar su narrativa insaciable. Pura pasión, cosas de creadores y poetas, que siempre viven en el país de nunca jamás, donde Peter Pan es un personaje de leyenda, muy a pesar suyo.
La «ficción» suele palidecer ante las realidades y los hechos consignados en los documentos, por eso Joseba, que es contador de historias, construye la mayor parte de sus mundos sobre múltiples datos reales a los cuales dota de interpretaciones y lecturas creativas y sugerentes. «Moroak gara behelaino artean?», ese grueso libro base de su (y ya también nuestro) premio Euskadi, es solo una voluminosa muestra de su esfuerzo, de su perseverancia y de su saber hacer. ¿Cómo hablar de Euskal Herria sin nombrarla? Pregúntenle a Joseba, que lo hace constantemente, porque esa es su intencionalidad íntima, por eso Sarri es literatura en su sentido más puro, y en su idioma materno, al que no renuncia y enriquece constantemente, sin importarle que sea pequeño. Porque al final lo pequeño es lo más importante, casi imprescindible para los que nos pasamos la vida buscando colores y matices ocultos, y eso no deja de ser una buena lección para un pueblo como el nuestro que se esfuerza permanentemente en llegar a ser aprendiz de poeta.
Todos somos un poco Sarri, porque todos somos un poco escritores, porque todos merecemos en estos momentos un poco el premio Euskadi, porque todos estamos enfrascados en escribir nuestra propia historia en letra pequeña y clara. Lo que a veces parece ficción, sin embargo, a fuerza de voluntad va a resultar que podemos convertirlo en realidad, por eso quizás nosotros también somos moros, como anuncia el título premiado de Sarri.
Por último, un aviso importante: A partir del 20 de noviembre se anuncia la llegada a librerías, kioscos, plazas e instituciones, de la segunda edición del «libro» de Sarri, en versión enriquecida y ampliada, corregida por el propio autor... y muchos más. No se lo pierdan.