Víctor Esquirol | Crítico de cine
Sitges: Esperanzadora inteligencia artificial
Se dice que los números van reñidos con el mundo del arte, pero como en toda buena regla, siempre hay excepciones. En este caso, el Festival de Cine Fantástico de Sitges se remite a las cifras para presentar su edición número 44 y, de paso, para sacar un poco de pecho. No es para menos, ya que, a pesar de los recortes presupuestarios de los que actualmente no se escapa nadie (exigencias del guión), las cuentas siguen cuadrando para una cita que sigue en superávit financiero. Además, antes de que todo empiece a rodar, ya hay vendidas 27.000 entradas para las distintas proyecciones/eventos que tendrán lugar hasta el 16 de octubre en la famosa localidad del Garraf.
Se han vendido unas 5.000 entradas más con respecto al año pasado, un aumento que ha sido interpretado por parte de la organización como un claro deseo del espectador de huir de la realidad; de encerrarse en una confortable sala de cine y olvidar durante al menos hora y media todas sus preocupaciones, al tiempo que ve una buena película, claro está. Se trata de tomar un breve respiro de la crisis económica, las tensiones sociales, los desastres naturales... El cine visto como un exorcista, una imagen que al festival le va como anillo al dedo. El cine visto como la perfecta evasión para un presente que hastía en el mejor de los casos, y horripila en el peor.
Acostumbran a poner también los pelos de punta las cintas que se muestran en este certamen. ¿Un templo al terror? No, mejor al fantástico, un género que por definición, tiene menos requisitos para la entrada de nuevos socios. Desde hace tiempo el festival ha dejado claro (de cara a la galería seguro) que se mueve entre estas dos vertientes. Se ha visto inmerso en lo que podría considerarse como una auto-inducida crisis de identidad. Un aparente desconcierto concebido y fríamente calculado desde la dirección, que más que reflejar las dudas por parte de la organización, muestra su voluntad de acercarse a todos los tipos de público. Cierto, Sitges sigue vinculándose -con merecimiento- a los sustos, a los gritos, a la sangre, a las entrañas... pero va mucho más allá.
Buena cuenta de ello dan las tan a menudo criticadas proporciones mastodónticas de esta cita cinéfila. El proceso se repite cada año, se coge el programa de proyecciones, y dan ganas de volverse loco, ya que siempre se llega a la misma conclusión: solo un súper-hombre alcanzaría a estar presente en todas. Ni la inteligencia artificial (leit motiv de esta edición, en homenaje al décimo aniversario del que podría definirse como proyecto conjunto entre Stanley Kubrick y Steven Spielberg) más avanzada sería capaz de asimilar tanta información. ¿Qué es lo que hay que priorizar? ¿Qué es lo que hay que descartar? ¿Por dónde se empieza? Ante el alud de secciones, que no cunda el pánico. Al mal tiempo, buena cara; a coger aire, y a intentar disfrutar de todos los platos que nos sirve la organización, que son muchos y variados.
Si andamos detrás de las grandes producciones norteamericanas, ahí estará el estreno en Europa del esperado remake/precuela del clásico de terror «La cosa». Si nos atraen sabores más exóticos, ahí está la prometedora «Juan de los muertos», película cubana de temática zombie. Si nos van las emociones fuertes, ahí estará una de las últimas sensaciones del Festival de Toronto, la adrenalínica «The Raid». Si preferimos las propuestas más arriesgadas, ahí estará la perla de Sundance «Another Earth». Si esperamos que nos sorprendan, se rumorea que tras su paso por Venecia, William Friedkin hará una aparición estelar con su nuevo filme, «Killer Joe». Si el cine patrio es lo nuestro, ahí estará la deslumbrante «Eva» o la inquietante «Mientras duermes», última obra de Jaume «hijo-predilecto» Balagueró. Y solo hemos citado unos pocos ejemplos... hay otros 263 listos para ser devorados.
¿Quién dijo miedo? Como se ha dicho antes, los espectadores desde luego no, y mucho menos después de aquella proyección maldita de la ultra-controvertida «A Serbian Film» de Srdjan Spasojevic (para más información, googléese newborn porn, si es que la sangre no se ha helado antes). Un año después, el director del certamen, Àngel Sala, sigue con un -bochornoso- caso abierto ante la justicia, que debe determinar si es culpable de un delito establecido en el Código Penal, o si se convierte en el enésimo -e involuntario- mártir de la censura y el puritanismo más casposo. El mundo del séptimo arte ha hecho piña y las excelentes cifras que abrían este artículo demuestran que el público, una vez más, ha acudido a la llamada, y tiene ganas de apoyar la causa... y de entregarse al máximo en cada sesión. Hay ganas de aplaudir hasta que sangren las palmas, hay ganas de maquillarse de muerto viviente, hay ganas de zambullirse en maratones que nos impidan dormir durante días. Hay ganas de empaparse de cine. Esto es Sitges.