El cine iraquí no existe como tal, al no disponer de infraestructuras y una industria propias. Desde 2003 sólo se han hecho tres largometrajes de ficción en el país, de los cuales dos de ellos han sido realizados por Mohamed Al-Daradji, que también tiene documentales en su haber. Esto hace que la visión del conflicto de Iraq dependa casi por entero de las producciones extranjeras, principalmente las de Hollywood. De ahí la importancia que cobra la distribución internacional de «Son of Baylon», tras las buenas críticas acumuladas a su paso por distintos festivales de todo el mundo, siendo decisivo para nuestro mercado su triunfo en el Festival de Sevilla, donde se llevó el Giraldillo de Oro.

El rodaje de «Son of Babylon», al igual que antes el de «Ahlaam», ha servido de improvisada escuela de cine. Mohamed Al-Daradji, que se ha formado en el exterior, ha tenido que enseñar sobre la marcha a los futuros técnicos de su país, con la ayuda de profesionales europeos aportados por la parte de la producción británica, francesa y holandesa. El resto de la inversión proviene de Egipto, Emiratos Árabes y Palestina.

Toda esa participación ha resultado necesaria para levantar una película pequeña en cuanto a sus medios, pero ambiciosa en su temática y alcance de la misma. El joven cineasta denuncia la situación del pueblo kurdo bajo el régimen de Saddam Hussein, a través de los descubrimientos de fosas comunes y cárceles como la de Nasiriyah, una vez que el satrapa fuera derrocado.

Hay quien le achaca no haber puesto el acento en la invasión de Iraq por parte de EEUU, pero Mohamed Al-Daradji quiere mostrar el drama de uno de los tantos niños kurdos que busca a su padre desaparecido a manos de la Guardia Republicana de Saddam. El niño protagoniza un viaje desde las montañas kurdas hacia el desierto babilónico, acompañado de su anciana abuela, todo ello con un estilo documental y verista.