La trascendencia de la Conferencia Internacional de Donostia ha quedado patente, además de por la lógica política más elemental, por las reacciones de los partidos de todas las tendencias, tanto los que desean el cambio de ciclo como los que se muestran temerosos del mismo. De entre estos últimos, unos intentan en vano restar a las conclusiones de la Conferencia su importancia real reduciéndola al emplazamiento a ETA y otros son incapaces de ir siquiera un poco más allá del exabrupto.

Ayer la izquierda abertzale comparecía en Donostia para anunciar que «asume y apoya» las conclusiones y ello mereció inmediatamente numerosos titulares que destacaban que la izquierda abertzale pide a ETA el cese definitivo de la actividad armada. Ciertamente, la izquierda abertzale hace suya esa petición, pero las conclusiones no se limitan a ese primer punto, y la izquierda abertzale suscribe, al igual que otros partidos vascos, «todas y cada una» de ellas, en las que también se emplaza a otros agentes a abordar, además de las cuestiones relacionadas con las consecuencias del conflicto, las políticas, y se reclaman pasos para avanzar hacia la reconciliación y el reconocimiento de todas las víctimas. Por tanto, reducir la importancia del anuncio de la izquierda abertzale a su adhesión al primer punto es, sencillamente, engañoso.

La Conferencia de Donostia y el momento de esperanza cada vez más fundada que vive Euskal Herria no habrían sido posibles sin la iniciativa, la valentía y la determinación de la izquierda abertzale, que en una situación de ilegalidad y persecución ha posibilitado un proceso que desde el pasado lunes es más irreversible. Es de desear que ETA responda positivamente al emplazamiento de Donostia, como ha respondido a otros anteriores, pero es igualmente deseable y exigible que todos los agentes actúen, en condiciones más favorables, con la misma valentía con la que lo ha hecho la izquierda abertzale.