Nekane Jurado y Karlos Martinez de Morentin Miembros de Elkartzen
Ejecución de hipotecas, desahucios y derecho a una vivienda digna
La dación en pago por supuesto que es mejor que el hecho de que te quiten la vivienda y encima sigas debiendo dinero al banco, pero sinceramente creemos que es una medida en la que no se cuestiona de raíz ni el problema de la vivienda ni la insaciabilidad de la banca
Por enésima vez hemos escuchado un nuevo caso de desahucio por impago en una vivienda. No era el primer intento, y aunque antes no lo lograron por la solidaridad vecinal, esta vez definitivamente los desalojaron.
Esto es lo que vemos y oímos una y otra vez: desahucios y más desahucios de personas que no cumplen religiosamente con su sagrada cuota hipotecaria. Visto que estos hechos, por desgracia, irán en aumento a la vez que se agoten las prestaciones por desempleo y se desinfle el colchón familiar, queremos realizar algunas reflexiones.
En primer lugar, podemos hablar de la ejecución hipotecaria y su consecuencia, que es el desahucio de la vivienda. Vivienda que en su día nos aconsejaron comprar porque el crédito estaba barato, y era una inversión segura. Lo que nadie decía es el gran negocio de promotores y banqueros que se escondía tras el «milagro inmobiliario».
Frente a este atraco, las acciones que está planteando una parte de los organismos sociales son dos: la primera es la paralización del desahucio y la segunda la dación en pago de la vivienda, para liquidar la deuda con la propia vivienda y que no sigan reclamando una deuda complementaría.
Desde Elkartzen creemos que estas dos acciones son un parche al problema, saliendo siempre ganador el banco. Tratamos de explicar el porqué.
Paralización del desahucio: esta acción sólo es efectiva en la inmediatez y con el factor sorpresa, cuando los ejecutores no quieren problemas momentáneos. Ellos saben que disponen de recursos para volver, personal, policía y tiempo, saben que la solidaridad no puede estar todo el día de guardia y acaban ejecutándolo con más o menos violencia.
Frente a esto se ha lanzado la idea de la dación en pago, esto es, que con la entrega del piso se da por liquidada la deuda sin persecución del deudor a posteriori. Aquí hay que tener en cuenta dos factores.
1. Las cuotas de devolución del préstamo están compuestas por la amortización de la deuda y los intereses, siendo la devolución final entre el 170% y 180% del capital concedido (según los años de devolución, que en la última época se habían ofertado hasta 50 años). Al inicio de la vida del préstamo, las cuotas casi en su totalidad están compuestas por los intereses del préstamo, esto es, amortizamos muy poca parte del dinero pedido.
2. Tras el desahucio por impago de tres cuotas, el banco «subasta» la vivienda en un mercado «opaco» donde se mueven oscuros intereses, llegando en muchos casos a adjudicarse por un 20% de su valor de compra (¡un 80% de descuento!) y si no hay comprador, es por ese precio en el que se la adjudica el propio banco, y por tanto si al pobre desahuciado le quedaba por devolver el 60% del capital, aún después de haber pagado entre intereses y amortización el valor inicial de la vivienda, todavía le debería al banco un 40% adicional del precio de la vivienda (ya que el banco de la deuda pendiente resta sólo el valor de adjudicación de la vivienda).
Con la dación en pago la persona afectada, aunque se le condone el total de deuda pendiente, se queda sin techo y sin recursos económicos. Frente a esto, la entidad que le ha prestado el dinero se queda con la vivienda y con las cuotas cobradas. Vivienda que más adelante, a través de sus propias inmobiliarias, sacará al mercado, más barata (la venderá al 70% de su valor, cuando la compró al 20%) y con nuevo préstamo formalizado.
La dación en pago por supuesto que es mejor que el hecho de que te quiten la vivienda y encima sigas debiendo dinero al banco, pero sinceramente creemos que es una medida en la que no se cuestiona de raíz ni el problema de la vivienda ni la insaciabilidad de la banca.
Por tanto, a la contención temporal del desahucio y a la dación en pago, medidas de acción inmediata, les falta un complemento, una propuesta global que solucione definitivamente el problema de los afectados, que arrastrados por la ilusión de una «estabilidad laboral» que se desmorona y una propaganda bancaria engañosa, les vendieron la «seguridad de una vivienda en propiedad».
Desde Elkartzen entendemos que la única forma de solucionar esto es implicando y responsabilizando a las instituciones públicas. No olvidemos que están dando dinero a espuertas a las entidades de crédito sin ninguna contrapartida. Debemos exigir que, en vez de quedarse la banca viviendas por el 20% de su valor, se las queden las instituciones. Es por ello que hoy cobra más fuerza la solución que ya propusimos en 2008 (en el libro «La Euskal Herria ¿de quién?», editado por IPES-Elkartzen), la de crear un instituto de vivienda pública de Euskal Herria (IPVEH), en el cual se integrarían entre otras, estas viviendas reguladas de la siguiente manera:
1. Las personas hipotecadas que por problemas económicos u otros así lo deseen, podrán entregar su vivienda al IPVEH.
El IPVHE asumirá el valor pendiente de la hipoteca y reconocerá un crédito a favor de la familia igual al monte total de lo pagado (del capital inicial desembolsado más las cuotas del préstamo pagadas, capital e intereses) menos la suma de todas las deducciones fiscales que en materia de vivienda se hubiesen practicado.
2. La cesión dará derecho a ocupar la vivienda en régimen de alquiler social, según la aplicación de los parámetros que se determinen.
3. Se hará un cálculo financiero que determine el número de mensualidades que quedarán compensadas con el crédito a favor de la familia contra el IPVHE. Durante todo ese periodo, la familia no realizara ningún desembolso económico. Finalizado este periodo, la familia abonará el alquiler que corresponda a su situación socioeconómica de ese momento, según los parámetros generales que estén establecidos.
Sólo nos queda repetir lo que ya dijimos en un artículo de prensa en 2009 bajo el título «¿A las clases populares quién nos rescata?», en el que escribíamos: «Esta compra de hipotecas por el sector público a cambio de la vivienda inyectará dinero líquido en el sistema financiero; eliminará la morosidad e impagados de estos préstamos; liberará a las familias de un gasto medio de 1000 euros al mes, que se destinará a estimular la demanda en otros bienes necesarios pero imposibles de realizar en la situación actual, con lo que se sostendrá la producción de estos bienes, se alejarán los riesgos de ajustes del empleo por falta de pedidos en estos sectores de producción, y por ende se alejará el fantasma del aumento del paro. Esta correlación de hechos no es ficticia, son las relaciones reales del sistema económico.
«Si no aunamos esfuerzos y somos capaces de plantear nuevas ideas contra las demandas vampíricas del capital, tendremos más gasto público para ellos y menos dinero para gasto social, un empobrecimiento de la economía real con más desempleo. De la crisis de 1929 se salió con el diseño del estado del bienestar, que fue un gran pacto social de clase, basado en una mayor distribución de la riqueza, la garantía del empleo y una mayor democratización de la economía. Si aprendemos de la historia, no podemos dejar que hoy se nos impongan las recetas del Banco Central Europeo, sumiso al FMI. Hagamos un muro contra la precariedad y demostremos que existen soluciones reales. La aquí expuesta es sólo una. Pensemos y convirtamos en acto nuestro pensamiento».