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José Miguel Arrugaeta Historiador

Regalo de cumpleaños

A partir del 20 de octubre todos los puntos de referencia son importantes para que Euskal Herria deje de ser «el país que no existe» como dijera el inolvidable libertario Marc Lagasse, y ocupe al fin su lugar en el concierto de naciones. Pero eso depende de nosotros, de todos y cada uno de nosotros.

Ha querido la casualidad, pues aunque parezca algo sorprendente esas cosas aún existen, que ETA haya anunciado su renuncia voluntaria al uso de las armas al borde de mi cincuenta y tres cumpleaños. Y como ella y yo nacimos el mismo año, compartimos aniversarios. No tengo conciencia clara de aquellos tiempos iniciales pero de lo que si que no me cabe duda es de que, como si una marca indeleble de nacimiento, hemos estado íntimamente unidos desde que vimos la luz, y que esa relación, con sus altibajos, tensiones y momentos vibrantes, ha marcado inexorablemente no solo mi vida sino también la de varias generaciones de vascos y vascas de manera ininterrumpida por algo más de cinco largas y accidentadas décadas.

El pasado 20 de octubre, en horas de la tarde en Euskal Herria, seis horas menos para La Habana, en donde vivo hace ya tantos años (cuestión de distancias y exilios interminables), ETA me manda, como si se tratase de una mujer amada, lejana e inaccesible, un mensaje en el lenguaje claro y ya algo anticuado de los telegramas: «Es hora de despedidas, stop, ya no puedo ni quiero velar más tus sueños y utopías, stop, eres grande y adulto debes aprender a defenderte solo, stop, hay que saber acabar a tiempo, cuestión de responsabilidad, stop, hazme caso, suma y sigue camino hacia el futuro, stop, acuérdate siempre que te he querido hasta el infinito y más allá, stop, cualquier cosa que hice fue por ti, stop, cuídate mucho y `hasta la victoria siempre', stop».

En mi mente se acumulan ideas y sentimientos diversos ante este «regalo» que se ha convertido, por lo que me cuentan las múltiples y añoradas voces que vía telefónica me felicitan en mi día, en algo muy colectivo. Han sido tantos, tantos años, de relación que no se pueden olvidar, cambiar ni borrar, es algo que formará parte de nuestras biografías para siempre.

Reviso con calma el vídeo-telegrama. No se a quiénes pertenecen los rostros que aparecen en las imágenes. Están aún encapuchados, (como los de los soldados del otro lado, por cierto), no se quiénes son los que piensan desde la cabeza de la serpiente y manejan el mango del hacha, sin embargo, me los imagino mucho más jóvenes que yo, de otras generaciones y por lo tanto con diferentes experiencias, mucho más cerca que yo del pulso y el aliento de nuestro pueblo. No se sus nombres ni adivino sus caras tapadas, pero no importa, pues más allá de las incógnitas, lo que han demostrado en su claro y escueto comunicado es que son personas valientes, maduras y sobre todo conscientes de que el «interés nacional», razón de ser primera y última de esta organización, sigue prevaleciendo por encima de cualquier otro interés de grupo, a pesar de sus cincuenta y tres años, y que más allá de obstáculos, desconfianzas y de las primeras y previsibles reacciones, simplistas y manipuladoras, de los que rigen el poder en los dos grandes estados que atenazan nuestros destinos y nuestra libertad soberana, esta gente del hacha y la serpiente siguen dando la talla como el primer día fundador.

ETA ha dado ya su paso fundamental, y lo ha hecho de manera voluntaria, consciente y libre. Ha decidido pasar a las manos, diversas y coloridas, del Pueblo Vasco la antorcha que tuvo la valentía de encender hace más de cinco décadas en mitad de una férrea, gris e inexorable dictadura. A partir de su última declaración la defensa del presente y la determinación del futuro dependen esencialmente de la propia sociedad vasca, y hay que decir claramente que con su decisión ETA a hecho honor no solo a su propio nombre, sino también a la principal razón por la nació aquel lejano año de 1958.

Sin embargo, es importante y obligatorio subrayar, en momentos tan abiertos e interesantes como estos, que la organización armada vasca solo era, y aún lo es, una parte (importante sin duda) de la complicada ecuación del conflicto político vasco. Por delante quedan todavía múltiples variables de la misma ecuación que tendrán que moverse (voluntaria o forzadamente) para resolver este complejo problema, y eso solo será posible si cada uno de nosotros asumimos nuestra propia responsabilidad, y nos implicamos de manera vital y personal, sumando fuerzas y sensibilidades. Ni España ni Francia, como estados, e intuyo que tampoco como opinión pública mayoritaria, nos van a regalar nada que no nos sepamos ganar a fuerza de mayorías y perseverancia.

Al calor del histórico anuncio, y nunca mejor empleado el término de histórico, me he puesto a repasar las numerosas lecturas y reacciones que ha provocado la noticia, y el ejercicio es una confirmación de que la teoría física de la relatividad funciona perfectamente también en el ámbito humano: cada cual analiza el fenómeno desde su punto de vista, todos ven lo mismo y lo interpretan de manera diferente.

En mi opinión, veterana a fuerza de experiencias, resulta prematuro y arriesgado hacer previsiones de calado y emplear términos meridianos, que pueden volverse en contra de quienes los emplean de manera festinada, pues este proceso apenas acaba de comenzar y no es difícil adivinar que resultará bastante más complejo y matizado de lo que anuncian y repiten machaconamente desde Madrid y París, de la misma manera que los resultados finales, en lo que se refiere a la reclamación de soberanía vasca, nudo central del conflicto político, apuntan hasta el momento en contra del forzado «triunfalismo» hispano-francés. Por el momento el único ganador y beneficiario evidente de la trascen- dental noticia es el pueblo vasco, el resto está en «veremos» y dependerá de la fuerza y capacidad de cada cual.

Los que se apresuran a escribir una historia-narración forzadamente unilateral, están al parecer apurados por la urgencia de convencer a «los suyos» de victorias virtuales, cuando los acontecimientos y hechos aún son actualidad y presente. La Historia, con H mayúscula, requiere de la acumulación de testimonios y fuentes confiables a lo que hay que sumarle además obligatoriamente una mirada prudentemente distante en el tiempo. La verdad es que la historia la escriben muchas manos, y resulta a la postre un ejercicio colectivo y permanente. Quizás dentro de algunos años podremos hacernos una idea aproximada de qué pasó y por qué, y sobre todo de cuáles fueron los resultados finales, que me parece en estos momentos lo más importante y sustancial.

La izquierda abertzale y soberanista por lo tanto hace muy bien en negarse a entrar al debate-trampa de escribir una historia que aún es vibrante actualidad. Los vascos y vascas no tenemos todavía necesidad urgente de «saber qué pasó» para contárselo a las nuevas generaciones. Primero porque lo hemos vivido, y lo seguimos viviendo todavía, en primera línea como protagonistas (de manera voluntaria o involuntaria), así que no nos hace falta que nos hagan «cuentos». Y segundo porque todavía no ha terminado esta larga y dura etapa de nuestra historia contemporánea y por lo tanto sus resultados finales están por verse y dependerán en gran medida (a partir de este 20 de octubre), de nuestras propias fuerzas, capacidades y habilidades políticas y sociales para sumar y articular energías en torno a un proyecto nacional, que sea lo más incluyente posible.

Por lo pronto el próximo 20 de noviembre estamos citados a un nuevo recuento numérico. No hay que olvidarlo, nos jugamos mucho más que algunos diputados y senadores a un parlamento extraño, inútil y muy alejado de nuestras expectativas y aspiraciones. Es apenas un punto de referencia pero, a partir del pasado 20 de octubre, todos los puntos de referencia son importantes para que Euskal-Herria deje de ser «el país que no existe» como dijera el inolvidable libertario Marc Legasse, y ocupe al fin su lugar en el concierto de las naciones, pero eso depende de nosotros, de todos y cada uno de nosotros.

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