El despilfarro de fondos públicos en Euskal Herria
La alegría económica previa a la crisis ha dejado su huella en forma de macroproyectos y ayuntamientos ahogados en deudas, que heredan los nuevos gobiernos surgidos tras las elecciones de mayo.
Aritz INTXUSTA
Las teorías de John Maynard Keynes sacaron al mundo de la Gran Depresión. Su forma de ver la economía fue revolucionaria, ya que descubrió una herramienta capaz de hacer que el dinero se multiplicara: el déficit. La inyección de dinero público en el mercado genera riqueza. La obra pública genera puestos de trabajo, los salarios fomentan el consumo y, el consumo, la producción. Recurrir al déficit, es decir, a que el Estado pida préstamos está plenamente justificado si se consigue este efecto. Ahora bien, el dinero público puede destinarse a distintos proyectos. Puede emplearse con criterio y mejorar las infraestructuras, los servicios e impulsar las nuevas tecnologías, lo cual es positivo. Pero también se puede emplear en proyectos inútiles, estériles y megalómanos. Y, por muy cierta que sea la teoría keynesiana, tirar billetes por el retrete y darle a la cadena, no genera riqueza. A continuación se muestran, someramente, algunos de los proyectos más sangrantes de la época del despilfarro en Hego Euskal Herria, planes con los que se han encontrado nuevos gobiernos como los de Bildu.
Araba
Si hay un pueblo en Araba que lleva una mala digestión del empacho financiero, ese es Agurain (punto 3 del mapa), que arrastra deudas desde hace tres años por valor de un millón de euros. Como no llega para pagar, los intereses por demora incrementan la deuda. En el caso de una empresa en concreto, según denunció Bildu, el retraso ha provocado 17.000 euros de gasto suplementario. Pero no es sólo ese millón el que castiga el bolsillo de los aguraindarras, ya que entre las obras que se están ejecutando actualmente y las que recientemente se han finalizado, el Ayuntamiento tendrá que afrontar otros dos millones de deuda. En Araba, sin embargo, el ejemplo más nítido del gasto sin tiento lo encontramos en otro municipio, el de Aiara (punto 1), donde el polideportivo (700.000 euros) es un cúmulo de despropósitos. Para empezar, la ubicación del edificio resulta bastante polémica, ya que al estar alejado del núcleo urbano, a muchos vecinos les quedan más cerca las instalaciones de Amurrio y Laudio. Además, la Diputación no tiene previsto construir una carretera que lleve a las instalaciones. En cuanto al desarrollo del proyecto, la primera fase estuvo tan mal ejecutada que, para continuar con la ejecución de la segunda, no va a quedar más remedio que «anular» lo anterior. El caso de Aiara sólo es comparable con lo ocurrido en la capital del herrialde y el Bai Center (2). Este proyecto contaba con un presupuesto de 157 millones de euros y, sólo en echar al gerente, José Ramón Villar, se fueron a la basura 122.000 euros. Otros estudios, realizados a posteriori, demostraron que si la obra se ejecutaba, superaría los 200 millones. Aralar llegó a denunciar que, sin poner un solo ladrillo, se habían tirado a la basura 50 millones. Salvo al señor Villar, deja un mal recuerdo a todos.
Bizkaia
No sólo se puede malgastar el dinero con grandes macroestructuras así como tampoco es el Gobierno el responsable de todo cuanto ocurre. Aunque sí que se le puede acusar de corresponsabilidad con lo que han hecho algunos ayuntamientos (o con lo que les han forzado a hacer). Así, conviene marcar otra señal en el mapa en pueblos como el de Dima (4), un municipio con unos 1.400 vecinos, que cuenta con una deuda de 2,5 millones de euros. Dima compró terrenos kársticos para salvar la cueva de Batzola y el puente Jentilzubi de cara al futuro. Sin embargo, ahora no puede mantener la escuela de música y se ha visto obligado a salirse de Gorbeialdea. No pasa por mejores momentos Orduña (5), cuyas cuentas se ven arrastradas a los números rojos por las sociedad pública Urduñederra o por tener que afrontar los gastos de de la residencia municipal. En total, el Ayuntamiento cerrará el ejercicio con una deuda de 605.284 euros. Aun así, peor futuro tiene el municipio de Bakio (6) con su polideportivo municipal. En construir la infraestructura se dejaron 3,9 millones de euros para después tener que cerrarla, porque no pueden asumir el coste ordinario.
El polideportivo está nuevecito, tiene sólo cinco años y, sin embargo, la empresa subcontratada que lo gestiona ha decidido echar la persiana por impagos. Por si fuera poco, el futuro del Txakolingune también está en el aire, ya que Bakio todavía espera que se le transfieran los 2,6 millones de una partida acordada entre PNV y PSE para poder acabar con la obra. No conviene abandonar Bizkaia sin recordar el delirante culebrón del Guggenheim de Urdaibai (9). Impulsado por el PNV y con fuerte contestación por motivos de carácter ecológico, el proyecto no se sabe si está congelado o desechado, con lo que 200 millones siguen bailando. Y todavía hay que pagar la segunda fase de la Supersur (8), que se comerá, al menos, otros 200 millones más.
Gipuzkoa
Dos importantes ayuntamientos guipuzcoanos se encuentran en una situación preocupante: Azkoitia (10) y Orereta (12). La cifra de deuda en ambos cuestiona la viabilidad de las cuentas municipales. En Orereta se deben 18 millones de euros, mientras que en Azkoitia son 11. Donde todavía no están atados de manos es en Orio (11), donde está prevista una infraestructura que empieza a estar cuestionada. Se trata del Centro de Tecnificación, cuyo nombre hace intuir que se tratará de un complejo de desarrollo tecnológico. Pero no es así, sino que se trata de un macropolideportivo para mejorar la técnica de los remeros, cuyo coste está previsto en 5,3 millones de euros. En Donostia, por su parte, el cambio en el Ayuntamiento ha conllevado la paralización de proyectos ideados por el PSE y que ahora se ven como «irrealizables» como las viviendas de Auditz Akular o la pasarela de Mompás, así como las paradas del metro en el centro de Donostia. Sin embargo, el proyecto emblemático de Gipuzkoa es, sin duda alguna, el macropuerto de Pasaia (13). De un día para otro, se anunció que en lugar de 1.500 millones, se iban a gastar 750 millones. Ahora bien, los plazos no se modifican y tampoco varían los argumentos: los mismos que usaron para el superpuerto valen ahora para el puerto.
Nafarroa
Probablemente Nafarroa se lleve la palma en cuanto a proyectos polémicos de dudoso beneficio para la ciudadanía. La confesión de la semana pasada de la delegada del Gobierno, Elma Sáiz, y del presidente de Renfe de que, finalmente, el Tren de Alta Velocidad (18) costará unos 4.000 millones de euros -el doble de lo presupuestado- es el tema de actualidad. Sin embargo, no deben dejarse de lado proyectos que se han aparcado con motivo de la crisis (pero con la amenaza de que regresarán si la coyuntura económica mejora) como el Museo de los Sanfermines o el pabellón Navarra Arena (17), cuyo coste se eleva a los 60 millones de euros). Lo que sí es ya una realidad es el Circuito de los Arcos, aunque habrá que seguir pagándolo durante trece años más. Las obras de dicho circuito costaron 52 millones, que con el IVA se disparan hasta los 62. El Gobierno ha pagado ya 19 millones, mientras que la empresa constructora, Samaniego, ha puesto uno (a cambio de quedarse con el 5%). De momento, el año pasado, el polémico circuito tuvo unos ingresos de 1,7 millones y unas pérdidas de 4,3 millones. Pese a lo abultado de las cifras, son calderilla si las comparamos con las infraestructuras de comunicaciones: carreteras, aeropuertos y ferrocarriles. Si bien estas inversiones son estratégicas, pueden convertirse en estériles si van contra el sentido común. Por ejemplo, un país como Alemania -con más de 80 millones de habitantes- tiene 22 aeropuertos.
En el Estado español hay 45. A menos de dos horas de Noain (16), existen siete aeródromos: Zaragoza, Logroño, Biarritz, Bilbo, Gasteiz y Hondarribia. Aun así, y pese a que no hace más que perder pasajeros (un 13% entre 2007 y 2008) se decidió ampliar el aeropuerto, lo que supuso un coste de 18,1 millones sólo en cemento. Por otra parte, el recorte de 190 millones que acometió el Gobierno navarro, está justificado en que la Unión Europea le obligó a computar el «peaje en la sombra» como deuda. Entre otras infraestructuras se financió de esta manera la Autovía del Camino (15), que comenzó con un presupuesto de 300 millones y, finalmente, va a costar 1.157 millones.