Raimundo Fitero
Ocurrencias mil
Cada mañana me despierto esperando la ocurrencia del día. A veces enchufo la tele para repasar los informativos que acostumbran a ser monótonos y reiterativos, pero nunca llego a los tertulianos de baja intensidad ni a los asuntos más mundanos. En la radio surfeo según parte meteorológico neuronal. Últimamente las ocurrencias, las sorpresas, los jeroglíficos vienen casi todos amparados, provocados, influidos por la nueva situación anímica, social y política provocada tras el cese de la actividad armada por parte de ETA.
Es indudable que quienes nos movemos por diferentes lugares del planeta tierra debemos contestar varias veces al día sobre nuestra impresión de lo que va a suceder a partir de ahora. Y en esa costumbre de ir acumulando expresiones, uno llega a la conclusión de que ahora es necesario que pase el tiempo. Si miramos las caras de los tertulianos, las declaraciones de los políticos en activo, las consignas de la caverna, podemos advertir una evolución en apenas una semana que nos reafirma en que la realidad, los hechos, van a apoderarse de la nostalgia, los fanatismos y las frustraciones acumuladas, lo que nos llena de esperanza para una transición moderadamente rápida.
Desde luego se deben producir otros hechos, como es el desarme inminente del aparato jurídico excepcional, la discusión política sin prejuicios, ni posturas previas, y ese largo etcétera que quienes están al tanto de estas cosas deberían saberse de memoria. Pero ahora hay que escuchar detenidamente a los dirigentes del PP, a los ministros en excedencia, porque de ahí llegan claves, a veces ocurrencias que dan pistas.
De todas las ocurrencias, la ocurrencia: el televisivo cocinero José Andrés quiere convertir la militancia en ETA en una suerte de curso acelerado de cocina de primera categoría y ofrece trabajo en sus múltiples restaurantes repartidos por todo el mundo para los militantes que queden en libertad, siempre que en la petición pongan la palabra perdón. No sé cómo interpretar esta oferta de empleo, y le deberemos otorgar el beneficio de la circunstancia, pero si llega a venir algo parecido para los fogones de un cocinero vasco, se arma la marimorena.