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JABIER SALUTREGI MENTXAKA DIRECTOR DE «EGIN» Y PRESO EN BURGOS

Miedo constitucional a «Egin»

En el siguiente escrito, el director de «Egin» reprocha al Tribunal Constitucional que después de tres años de la presentación del recurso de amparo se haya quitado de encima tan grave asunto sin ni siquiera abordarlo en profundidad. Jabier Salutregi también tiene duras consideraciones sobre la actuación de la profesión periodística ante el cierre de un diario y una radio y el mantenimiento en prisión de sus principales directivos.

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Mediante un metafórico manotazo y un par de líneas, los excelentísimos señores Gay Montalvo, Hernando Santiago y Pérez de los Cobos Orihuel, magistrados jueces del Tribunal Constitucional, rechazaron con fecha 23 de septiembre de 2011 el recurso presentado por Xabier Salutregi Mentxaka y otros contra la sentencia del Supremo por la que se condena a penas de prisión a los componentes de la dirección del periódico «Egin».

Los señores jueces señalan en su escrito, como único argumento de rechazo, que la «sección ha examinado el recurso presentado y ha acordado no admitirlo por no apreciar en el mismo la especial trascendencia constitucional» que se debe dar para poder ser aceptada a trámite en un «Recurso de Amparo», según consta como requisito en el «Artículo 51.1 b) de la Ley Orgánica del tribunal Constitucional». Dicho de un modo más coloquial, los jueces se pasan por el forro de sus negras togas, mediante una resolución inmotivada y despachada con la clásica literatura de melopea jurídica, el recurso del «Caso `Egin'».

La leve y breve argumentación legal, en su brutal y escueto lenguaje, revela la gran profesionalidad de los magistrados jueces que, a la vista está, se han desvivido y exprimido sus eminentes meninges para impartir justicia, y de paso, herir la inteligencia de los ajusticiados que asistimos boquiabiertos desde nuestras celdas de la prisión a la nueva burla. Al parecer ,y según afirman estos señores, que todo el Consejo de Administración de un periódico, así como su director y su subdirectora, sean condenados a duras penas de cárcel no tiene «especial trascendencia constitucional». Revela también el miedo constitucional a resucitar un caso que despelleja sin anestesia a la democracia española.

Quizás esté invadido de subjetivismo al ser parte, pero cuando menos es curioso que para estos tres mosqueteros constitucionales, después de tres años dedicados a una supuesta lectura sosegada del recurso presentado (prolijo y argumentado por nuestros abogados, según me consta), no se les haya suscitado ninguna idea argumentaria medianamente brillante con la que sostener el rechazo, salvo el despropósito hiriente de calificar como «intrascendente» que el europeo Estado español no sólo cierra periódicos anticonstitucionalmente, sino que mantiene en prisión a un director de un periódico europeo (único caso en la UE), a una subdirectora de un periódico europeo (único caso en la UE) y a todo el conjunto editorial de un periódico europeo (único caso en la UE). Es «intrascendente», según estos altos magistrados, que seamos la única dirección periodística europea encarcelada en Europa. Y esto a pesar de los esfuerzos de Murdoch y otros «Murdoch» más de la constelación del mundo amarillo del periodismo.

A estas alturas de este triste capítulo tal vez hasta incomode a propios y extraños revivir el funesto pasaje del periódico «Egin», pues quizás disloque un tanto los nuevos momentos históricos que vive Euskal Herria. También vaya por delante que no soy tan ingenuo como para no barruntar desde hace mucho tiempo el signo de la respuesta del Tribunal Constitucional. Efectivamente me la esperaba tan negativa como ha sido (no tan zafia y torpe). Y como se la esperaba, creo, todo el mundo, sin duda, muchos la habrán recibido con alivio. Dicho de otro modo, la admisión a trámite del recurso de «Egin» hubiera generado una gran conmoción, gritos histéricos y rasgue de vestiduras entre los malpensantes de la política, pues pocos auguraban que el Tribunal Constitucional abrazara unas tesis que resucitaran el «escándalo `Egin'».

El tema del rotativo de Hernani, olvidado pocos meses después de su cierre, se exhumó con la vista oral llevada a cabo nueve años más tarde en la Audiencia Nacional, encriptado como una pieza más en el Sumario 18/98, y terminó en el limbo de los injustos el año 2009 tras el mazazo del Tribunal Supremo.

«Egin», desde el prisma personal de quien firma este escrito como uno de sus últimos representantes, resurge ahora, el 23 de septiembre, de la mano de los señores jueces con la pretensión, quizás lograda, de pasar de puntillas por tan delicado asunto y no levantar demasiado polvo mediático y político. A nadie se le escapa que revolver de nuevo en el feo puchero cocinado con el cierre de un periódico, de un medio de comunicación que cuestionó per se y por lo visto y leído cuestiona hoy la misma existencia real de la libertad de expresión, no conviene ni en estos ni otros momentos, por lo que han preferido dictar con sordina un auto para sordomudos políticos.

En este sentido, no deja de ser lacerante que el inefable Felipe González Márquez, alias «X», señalara recientemente que pase lo que pase y pese a quien pese «el Relato» (con mayúsculas) «lo hacemos nosotros». Semejante anuncio auspicia, amén de un fracaso editorial de la nueva Historia española -nunca un protagonista cuenta sus villanías-, el brote de un ejército de narradores hispanos y algún que otro vascón, prestos a desenfundar su pluma y emular a Benito Pérez Galdós. De hecho, tengo la impresión de que la clase periodística española, surgida y crecida tras mamar con fruición y entusiasmo de las ricas fuentes del Ministerio de Interior español, se sentirá convocada, dada la proliferación de expertos en Etalogía, a escribir los «nuevos episodios nacionales» con alegría visigoda.

Los narradores serán los mismos periodistas españoles y vascos que se llevan las manos a la cabeza cuando en otros países se persigue a periodistas y medios de comunicación. Los mismos profesionales que enmudecen, si no justifican, cuando en su «casa» se practica el amordazamiento idéntico al llevado en bananeras latitudes.

Confieso que, a pesar de los años transcurridos (desde 1998), todavía ando perplejo ante tamaña desvergüenza como fue el cerrar y herir de muerte a un periódico en contra del articulado específico de la Constitución española y en contra del más mínimo sentido democrático.

No puedo menos que acusar hoy, desde mi celda, desde mi situación de represaliado político, de perseguido ideológico y desde mi imposibilitación profesional, a toda la casta y clase periodística española y vasca por su cobardía, por su columnismo purulento y supurante. Acuso desde mi injusto castigo, porque callasteis como muertos ante lo que era, es y será una salvajada jurídica y humana. Y acuso porque también ahora callaréis y aplaudiréis ante la última jugarreta jurídica que sólo tiene un sentido -naturalmente político- y que no es otro que el no tocar nada de lo hecho, no vaya a ser que si se tira del hilo legal se nos desteje el retalito y tenga que deshacer el entuerto que llena de pus a la democracia española, a la judicatura y a todos quienes coadyuvaron a asesinar la libertad de expresión.

Desde mi plena conciencia y consciencia de ser inocente, acuso de hipócritas a todos los periodistas -salvo las pocas, muy pocas excepciones- pues sois sabedores de la injusticia y no hicisteis nada. Nada hicisteis para informaros, por enteraros, por comprender, por analizar, por estudiar el caso, comprobar las pruebas, los informes policiales, los planteamientos de la defensa. Nada hicisteis por conocer o intentar conocer la verdad, por observar, por saber. Nadie nunca me preguntó, nos preguntó, ni siquiera los jueces y abogados, si éramos o no inocentes, nadie, ni periodistas españoles o vascos -sí extranjeros- nos solicitaron cómo nos encontrábamos, cómo nos sentíamos. ¿Era tan obvio? Fuimos vituperados de mil modos y mil maneras, los medios vehiculizaron como simples cintas transportadoras los informes policiales ridículos y distorsionados, infamias y calumnias y nunca os sentisteis en la necesidad de contrastar, de aplicar el rigor profesional, simplemente os ciscasteis en nosotros haciendo virutas de la leña del árbol caído sin ofrecer ni el beneficio a la menor duda ni a la menor resistencia a vuestros amos.

Y vosotros, meros muñecos de los ventrílocuos del poder, os aprestáis gozosos a comenzar el nuevo relato... Descuidad, narrad la historia como queráis, como os la dicten, pero tened en cuenta que muchos otros nos encargaremos de escribir el prólogo y epílogo.

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