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VASCOS EN MADRID (VII) | 1996

Con Galdeano y Arostegi llegó al Congreso la realidad de los GAL

En 1995, los GAL habían vuelto a estar en boca de todos, pero sólo con un objetivo instrumental: tumbar a Felipe González. HB decidió presentar en sus listas de 1996 a sus víctimas para reflejar la realidad cruda de la guerra sucia. La hija de Xabier Galdeano y la madre de Joxean Lasa fueron elegidas diputadas simbólicamente.

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Imanol INTZIARTE-Ramon SOLA

El 3 de marzo de 1996, todos los titulares fueron para José María Aznar, que tras una larga travesía para el PP lograba desbancar al PSOE y llegar a La Moncloa. Pero entre los 350 diputados elegidos había otros dos nombres que llamaban mucho la atención por su representatividad y su carga humana: Begoña Galdeano, hija de Xabier Galdeano, y María Jesusa Arostegi, madre de Joxean Lasa. Ambos víctimas de los GAL, de los que se había hablado mucho en los últimos meses en el Estado español pero a cuyas víctimas se había invisibilizado.

Un año antes, los cajones en los que estaban guardados los expedientes sobre la guerra sucia de los años 80 volvieron a abrirse. Como suele ocurrir en estos casos, en la maniobra se mezclaron un buen montón de ajustes de cuentas pendientes, con protagonismo para un ex agente del Cesid -Juan Alberto Perote-, un banquero despechado -Mario Conde-, ciertos periodistas, unos pocos jueces...

La reapertura repentina de los casos llevó primero a prisión a Julián Sancristóbal, ex director de Seguridad del Estado; luego a Juan de Justo, secretario de Rafael Vera, número dos de Interior; y más tarde al propio Vera, e incluso al que había sido ministro de Interior José Barrionuevo. El PSOE, con Felipe González a la cabeza, los arroparía hasta la misma puerta de la cárcel de Guadalajara tres años después. Pero volvamos a 1995. En medio de la oleada de declaraciones judiciales, imputaciones y encarcelamientos, el 20 de marzo, como tituló ``Egin'', un escalofrío recorrió Euskal Herria. Desde Alicante llegaba la macabra confirmación de que unos huesos hallados en una fosa de cal viva una década antes pertenecían a Joxean Lasa y Joxi Zabala, dos refugiados tolosarras muy jóvenes de los que no había noticia alguna desde octubre de 1983.

La indignación se apoderó de Euskal Herria, mientras en Madrid el PP maniobraba para sacarle rendimiento político contra González. Unos años más tarde, uno de los hermanos de Joxi Zabala rememoraría para GARA que «los cadáveres de Joxi y Joxean fueron el comodín del PP para cargarse al PSOE».

Cargas en el cementerio

Los meses que siguieron fueron especialmente duros para estas víctimas. Mientras en el Congreso los rifirrafes sobre los GAL eran diarios -el «váyase, señor González» de Aznar se convirtió en la frase más repetida-, en Euskal Herria el manto de silencio seguía imperando. Los familiares de las muertos apelaron al Parlamento de Gasteiz para que se creara una comisión de investigación, pero PNV, PSE y PP lo impidieron.

A los aparatos estatales y autonómicos les quedaba todavía sal para echar en la herida. En junio, mientras en Madrid la presión política y mediática contra González alcanzaba su plena ebullición, en Euskal Herria la Ertzaintza, la Guardia Civil y la Policía española cargaban quienes pretendían dar el último adiós a los restos de Lasa y Zabala, doce años después: las imágenes de porrazos en el aeropuerto de Hondarribia y el cementerio de Tolosa pasaron a la historia negra del país.

En julio, González no aguantó más y anunció que adelantaba las elecciones, al 3 de marzo de 1996. Herri Batasuna basó su campaña en la difusión de la Alternativa Democrática -por la que toda la Mesa Nacional acabaría en prisión-, y escogió a la vez como candidatos a las Cortes españolas a los rostros que mostraban que la guerra sucia no era un juego político, sino una realidad sangrante. Aunque fuera de modo testimonial -no tomaron el acta- Arostegi y Galdeano fueron llevadas al Con- greso por 181.304 votantes.

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