Desde el punto de vista egoísta del cinéfilo, se podría decir que la detención de Polanski ha servido de revulsivo para reactivar su creatividad, ya que el cineasta ha desahogado su rabia interior volcándose de lleno en sus películas. En la obra teatral de Yasmina Reza «Le dieu de carnage» ha encontrado la mejor expresión para describir su situación personal, por cuanto presenta a dos parejas encerradas en un apartamento, y que estallan violentamente a pesar de sus intentos por guardar la compostura. Sus modos civilizados dejan de serlo por culpa de una discusión, provocada por una pelea entre sus hijos escolares. En lugar de mediar como padres responsables, acabarán comportándose peor que los menores.

Polanski es un consumado maestro de las piezas claustrofóbicas, y uno de los pocos que suele salir airoso de las adaptaciones teatrales respetando la escenificación en interiores. Ya lo evidenció con «La muerte y la doncella», sobre la pieza de Ariel Dorfman que le permitió dirigir a Sigourney Weaver y Ben Kingsley en un memorable cara a cara. Allí, el tema era el de la tortura, así que la agresividad contenida en «Un dios salvaje» no le puede pillar, ni mucho menos, por sorpresa.

Para llevar a la pantalla la obra de Reza, ha partido de la versión de Broadway reduciendo el título en inglés que se ha quedado en «Carnage». Ha trasladado la acción dramática desde París a Nueva York, con una única toma exterior inicial, la de la pelea de los menores en el parque. El diseño de los decorados ha corrido a cargo del legendario Dean Tavoularis, que contribuyó a los mayores logros artísticos de Francis Ford Coppola. El reparto está igual de pensado. Los padres del chico agresor son encarnados por Kate Winslet y Christoph Waltz y los del agredido por Jodie Foster y John C, Reilly. Entre las dos parejas hay una tensión clasista, pues los primeros se dan un aire de superioridad.