El gran fracaso de la política de recortes
El Estado español sufrió ayer un duro castigo por parte de los mercados, que le obligaron a pagar por una emisión de obligaciones a diez años un interés superior al 7%, su nivel más alto desde 1997, cuando el euro apenas era un proyecto. Se trata de una rentabilidad insoportable para cualquier estado a medio plazo, y que responde a las maniobras especulativas que en las últimas semanas han mermado la confianza sobre una economía, la española, lastrada por problemas estructurales que la hacen vulnerable al actual contexto de crisis. Otra consecuencia de estos movimientos especulativos, que probablemente no son ajenos a la inminente cita con las urnas, es el hecho de que la prima de riesgo tocara por vez primera los quinientos puntos básicos. Todos estos parámetros situarían al Estado español en situación de ser rescatado, aunque los márgenes para ello son tan subjetivos como las personas que en última instancia deciden si una economía debe ser, o no, rescatada. Italia es el mejor ejemplo de ello.
En todo caso, la desesperada situación que vive la economía española, a la que ayer volvió a socorrer el BCE, es un indicador de que la política que el Gobierno ha mantenido en los últimos meses ha sido un auténtico fracaso. El Ejecutivo del PSOE, a instancias de la UE de Merkel y Sarkozy y con la complicidad de quienes, como el PNV, le han permitido sacar adelante sus reformas -como la del mercado laboral y del sistema de pensiones- y recortes, se ha plegado a las demandas de los especuladores. Y para ello ha sacrificado buena parte de lo que quedaba del Estado de Bienestar y los derechos de la clase trabajadora, y ha reavivado el fantasma de la recesión. A la vista están los resultados.
Se trata de una fallida respuesta a la crisis que, sin embargo, y gane quien gane las elecciones, y todo hace pensar que será el PP, van a mantener los mandatarios españoles; más recortes, menos derechos y ninguna certeza de que así vayan a evitar el desastre. Un motivo más para reivindicar que este pueblo pueda decidir su futuro sin depender de un Estado que se ha convertido en un lastre, también en el ámbito económico.