A pesar de la firma del acuerdo que supone la transferencia del poder por parte del presidente Ali Abdala Saleh, la capital de Yemen presenta aún el aspecto de una ciudad en guerra en la que los partidarios y adversarios se Saleh se reparten el control. En el barrio de Al-Hassaba, escenario de violentos combates desde mayo, los restos de automóviles calcinados se amontonan en las calles, cubiertas de los ladrillos rojos utilizados en la construcción de las casas tradicionales. «No pueden pasar. La calles está bloqueada y hay francotiradores», advierte a France Press un hombre que blande un kalashnikov.

No hay señales que permitan adivinar si los civiles armados pertenecen al bando del presidente o al del jefe tribal Sadek al-Ahmar, que apoya a la oposición. «Nada ha cambiado» tras la firma del acuerdo entre Saleh y la oposición, afirma Ahmad Hassan, propietario de una panadería. «Los francotiradores están por todos lados y los milicianos controlan las calles. La noche es terrible en Al-Hassaba, sobre todo cuando se corta la electricidad», añade

El acuerdo, según el cual el presidente seguiría en el cargo a título honorífico durante tres meses, prevé la formación de una comisión que supervise la retirada de elementos armados, pero aún no se ha constituido.

Sólo en los barrios del sur de Saná, controlados por las fuerzas del presidente, se encuentra una apariencia de vida normalizada. En Taiz, la segunda ciudad del país, continúan los combates. Al menos once personas, entre ellas una mujer, murieron y 45 resultaron heridas en enfrentamientos entre combatientes tribales de la oposición y la Guardia Republicana en esta ciudad del sur de Yemen.

El director del hospital Al Rauda, Adel al Najif, explicó que seis civiles y milicianos tribales perecieron y otras treinta personas resultaron heridas de bala y metralla. Mientras, una fuente de los cuerpos de seguridad dijo que cinco efectivos de la Guardia Republicana perdieron la vida y otros quince sufrieron heridas por disparos de los combatientes opositores.