Fukunaga presenta una «Jane Eyre» con más carácter y mayor conciencia feminista
M. I. | DONOSTIA
A Fukunaga, que se dio a conocer con el drama fronterizo sobre la inmigración de Centroamérica a los Estados Unidos «Sin nombre», le van los retos complicados. No hay mayor riesgo que adaptar una novela que todo el mundo conoce, porque se han hecho ya 18 versiones cinematográficas y 9 series de televisión. Y sale más que airoso del desafío, gracias a un guión de la talentosa Moira Buffini, que colaboró no menos inspiradamente con Stephen Frears en «Tamara Drewe». Utiliza el recurso del flash-back de forma magistral, alternando los episodios menos llamativos con otros que sí lo son. La narración empieza por el final, con Jane Eyre huyendo de la siniestra mansión de Thornfield Hall a través de los páramos ingleses. Su desesperación marca el tono inquietante de todo el relato, fotografiado con una luz naturalista que resalta su lado gótico y más oscuro. Y, sobre todo, Mia Wasikowska da al personaje una determinación que no tenía, con un sentido de la libertad y de la rebeldía social que permiten redescubrir el feminismo de Charlotte Brontë.