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Antonio Alvarez-Solís Periodista

La manía de pensar

La actitud del PP, representada por las declaraciones de su diputada Celia Villalobos sobre el impedimento de formar grupo propio en el Congreso español a la coalición Amaiur, y la de la líder de UPyD, Rosa Díez, son para el veterano periodista ejemplo del vacío intelectual que, según él, caracteriza a buena parte de los españoles. Ante ello, mira al futuro de Euskal Herria con incertidumbre.

Cuentan del rector de una famosa universidad que recibía la visita de Fernando VII que honró al tiránico y trágico monarca con una frase que pretendía afirmar la lealtad de los españoles a la Corona: «Lejos de nosotros la funesta manía de pensar». No tengo más noticia acerca de esta frase, pero la doy por buena a la vista de lo que nos sucede en España un año tras otro.

No acabo de asimilar en el ámbito de mi proceso de razón que personas como Rosa Díez o Celia Villalobos sean capaces en esta circunstancia de una pasión tan aguda y desmelenada para perseguir a Amaiur como la que están demostrando con sus cerriles posturas para cercenar los naturales derechos de los diputados independentistas vascos en el Congreso de Madrid. La Sra. Villalobos ha presentado las maquinaciones del Partido Popular con tal lenguaje que recuerda la trucada parla de los feriantes. Por su parte, la Sra. Díez, de la que me pregunto que hacía hasta hace poco entre los socialistas, insiste tercamente en la eliminación legal, terminante y sin matices, del partido que representa quizá a un tercio de los electores de Euskadi. Y todo ello amparándose en especiosas razones sobre la democracia, que permanentemente ha perecido entre nosotros por el vacío intelectual que para ejercerla caracteriza a buena parte de los españoles. España ha tenido siempre, salvo en las dos Repúblicas -y tal hecho merece un análisis profundo-, un concepto histriónico de la democracia. Es más ¿por qué el poder en España ha de afirmarse siempre en la violencia y la destrucción de las ideas y en la persecución de las personas? Es como si la españolidad se rebozara en el miedo cuando ha de actuar en campo abierto

Es necesario para mantener el triunfo electoral, en este caso evidente, dejarse llevar por tan enfurecidas y radicales formas de miedo frente al reflexivo y tranquilo adversario? Porque está claro que un miedo cerval subyace en tales comportamientos ante la práctica de un debate con luz y taquígrafos. Pregúntense los protagonistas de esa persecución a la igualdad y a la libertad por qué con sus once millones de votos sienten tal pavor ante unos trescientos mil electores vascos ¿Se trata de miedo a una minoría honesta que puede problematizar las adhesiones de que son objeto? Quizá se trate de eso. Esos ciudadanos de Euskal Herria tienen un indiscutible derecho, absolutamente básico en la normalidad política, de que sea escuchada su queja, su petición o sus propuestas. Nadie puede sostener, si no es estúpido o está imbuido de una maldita carcoma, que el Estado español esté ante una masa tal de delincuentes, como afirman en Madrid. Esa estúpida negación del «otro» como ser normal se alimenta en un suelo freudiano del que brota esa planta carnívora de la españolidad, que caza vorazmente a su alrededor todo lo que se mueve.

No acabo de entender, si no es considerando ciertas interioridades del ego fracasado, que una señora como Rosa Díez necesite rentabilizar su rencor vital contra el PSOE, que la negó en redondo, ofreciendo al Partido Popular su crueldad carnicera contra Amaiur. Porque ahí hay una oferta lamentable al Sr. Rajoy. Los movimientos absurdamente políticos de esta señora desnudan tristemente su alma dictatorial, repleta de un penoso orgullo, pero sobre todo evidencian la inexistente textura democrática del millón largo de españoles que la han votado en los rincones más diversos del país ibérico. Quizá de esos españoles que desde todas las ignorancias insultan a diario puniblemente, y acogiéndose a la cobardía del anonimato, en las inmorales secciones de emails que se permiten ciertos periódicos. El panorama ideológico, si cabe darle esta dimensión excesiva, que se cuaja con todo esto resulta de una primariedad destructora. Es un hecho que con todos estos aconteceres se reafirma cotidianamente que la libertad de los españoles se reduce, en gran medida, a la lisonja ante los caudillos que les halagan sobre un campo de ruina intelectual y de cascote ideológico. Lejos de nosotros la funesta manía de pensar.

En cuanto a la Sra. Villalobos cabe recordar sus pujos progresistas en el seno de los «populares». Por ello resulta más penoso que ahora niegue el pan y la sal a unos electos que han respondido a la llamada de la calle y se han entrañado en ella defendiendo cosas tales como el derecho a decidir, médula de la democracia, y la posibilidad de reconstruir su vieja casa nacional. Sí, negación del pan y la sal la que está encarnando la Sra. Villalobos, porque esos siete diputados de Amaiur verán cortadas sus alas parlamentarias al no obtener la protección de grupo, que permite ser alguien en el hemiciclo frente a esa reglamentación de la Cámara que permite hechos tan singulares como el préstamo falsario de diputados a fin de lograr cotas aritméticas de poder o que somete la libertad de expresión al volumen físico de representación que consiga cada formación política en las urnas. Es en estos trances de profunda significación donde cada político revela lo que yace en lo más profundo de su alma. A mi me gustaría ver a la Sra. Villalobos en lucha abierta por dotar a Andalucía de una modernidad social que impida que su clase dirigente, y de ello saben mucho los «populares», vea la realidad andaluza desde lo alto de un caballo, como acaba de subrayar una agrupación agraria del país.

Lo que me empuja a unas reflexiones muy preocupantes en torno a este acto caudillista respecto a Amaiur es el retroceso que va a sufrir la política últimamente ensayada respecto al mundo vasco. ¿Qué va a pasar en la calle de Euskadi? No hablo ya de violencia física por parte de esa calle. Eso está superado por una férrea voluntad política en Bildu y Amaiur. Hablo simplemente del discurrir cotidiano del trabajo propio de las instituciones vascas. ¿Podrán esas instituciones desenvolverse con la necesaria energía ante el panorama de crisis múltiple que se agudiza por días? El mismo lehendakari actual ha calificado de «error» la postura del Parlamento madrileño. Pero ¿interesa al Gobierno del Partido Popular que ese correcto funcionamiento se produzca? Yo no lo creo. Madrid mantendrá Euskal Herria como una reserva de tensión social, de violencia social, como política ofertable a los españoles que aún están enajenados por el espíritu ridículamente imperial de España. El Sr. Rajoy sabe perfectamente que se ha embarcado en una tarea de reconstrucción económica que le va a pulverizar por dos motivos: porque esta tarea habrá de contradecir la enorme mentira con que gobernó el Sr. Aznar, el rescoldo franquista del PP, y porque carecerá de toda suerte de medios y facultades por lo que se refiere al poder que gobierna el corazón de Europa. La repetición de que nos esperan «tiempos muy duros», como suele repetir el nuevo inquilino de la Moncloa, no hace sino preparar a las masas españolas para aceptar la destrucción social que les espera.

Y para afrontar ese panorama el Sr. Rajoy no cuenta con más palo de triunfo que el retorno de la violencia en Euskadi. Esa violencia puede constituir el desgraciado flotador del Sr. Rajoy. A este respecto, el Sr. Trillo, especialista en Shakespeare, debería recordar a su gran patrón actual algunas frases del inglés, como «No tratéis de guiar al que pretende elegir su propio camino» o «De lo que tengo miedo es de tu miedo». La primera constituiría un valioso consejo para quien llega a la presidencia del Gobierno español apoyándose en el único varal con que parece contar, que es la represión. La segunda frase podría prevenirle contra la tentación de la dictadura, ya que nada alimenta tanto el espíritu dictatorial como el temor informe que suscita el adversario.

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