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«Cualquiera que escuche a Gubaidulina puede percibir su intensa espiritualidad»

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Iñaki Alberdi

Acordeonista

La Orquesta Sinfónica de Euskadi presentó ayer su último lanzamiento discográfico, «Kadenza», un monográfico dedicado a la música con acordeón de la compositora tártara Sofía Gubaidulina, una de las figuras más destacadas de la música contemporánea.

Mikel CHAMIZO | DONOSTIA

El acordeonista Iñaki Alberdi, uno de los solistas del disco junto al violonchelista Asier Polo, ha vivido en los últimos meses una relación muy intensa con Gubaidulina, que le ha dedicado su última obra para acordeón, «Kadenza», registrada por primera vez en este CD.

¿Cómo se ha llegado a materializar este disco?

La razón principal por la que la Orquesta de Euskadi se decidió a grabar fue que Sofía Gubaidulina, hace un año, pasó unos días en Donostia con motivo de la interpretación de su concierto para acordeón, «Bajo el signo de Escorpio», en la Quincena Musical. Vimos entonces que era una oportunidad única para grabar bajo la supervisión de la propia compositora, y el fruto de aquellos días de trabajo es este disco.

Los acordeonistas tienen una relación muy estrecha con Gubaidulina.

Efectivamente, tocamos muchísimo su música para acordeón porque son obras que han trascendido al gran público, que no se han quedado únicamente para el consumo interno de los acordeonistas. Han despertado la curiosidad del melómano, como lo ha hecho en general toda la música de Gubaidulina, que es interpretada en todos los rincones del mundo.

La obra central del disco es también la creación más famosa de Gubaidulina, «Siete Palabras», basada en las siete últimas palabras que pronunció Cristo en la cruz. ¿Por qué ha cosechado tanto éxito?

Porque es una obra muy vinculada a la espiritualidad, pero no únicamente como concepto religioso, sino como pensamiento. En su origen, la obra no se llamaba así, sino «Partita», porque las referencias religiosas no estaban bien vistas en la antigua URSS. Pero cualquier persona que la escuche, incluso sin conocer su título o sus referencias cristianas, puede percibir la intensa espiritualidad que emana de la música. Presenta una simbología muy demarcada: el acordeón representa a Dios, el violonchelo, con forma de cruz, a Jesucristo, y las cuerdas al Espíritu Santo. El mensaje que transmite la música va viajando por esos tres cuerpos: en muchos momentos Gubaidulina otorga el protagonismo a Jesucristo y al Padre, con un diálogo ágil que pasa de uno a otro instrumento y también a la orquesta. Y en el momento cúlmine -La cuarta palabra, «Señor, ¿por qué me has abandonado?»- todos colaboran en ese ejercicio de súplica.

¿Cómo han abordado la interpretación de una obra grabada tantas veces con anterioridad?

Yo este disco lo califico como un paquete de emociones. No pretendemos demostrar cómo deberían sonar unas obras, lo que queríamos era que la gente experimente una vivencia muy intensa cuando lo escuche. Emociones muy ligadas a la propia música, pero también a los intérpretes. Esto, claro, viene acompañado del eterno dilema de la música actual, que es que requiere del oyente una escucha activa y atenta, aunque también otorga a cambio una compensación mucho mayor que la de la música que puedes escuchar de fondo. Pero las «Siete Palabras» habla, precisamente, de la vivencia del sufrimiento, y sólo escuchándolo con mucha intensidad se puede llegar a experimentar realmente la experiencia mística que propone Gubaidulina.

Ha compartido la función de solista con el violonchelo de Asier Polo. ¿Tenían puntos en común en su visión de estas músicas?

Sin duda ha sido un enriquecimiento mutuo, que además se ha dado de una forma muy curiosa. Para él han sido interesantes mis aportaciones como acordeonista para su violonchelo, y para mí lo han sido sus ideas como chelista para mi acordeón. De forma que, en la grabación, a veces no se distingue si lo que suena es el violonchelo o el acordeón. Y así es como conceptualmente debería ser, porque representan al Padre y al Hijo, los dos instrumentos son uno en realidad.

Ha dicho que la propia Gubaidulina supervisó las grabaciones. ¿Qué consejos le dio?

Tengo varios recuerdos. Uno de ellos es cómo sentía ella con los cascos puestos en la sala de estudio, totalmente apasionada y entregada. Para mí, fue muy emocionante ver que la compositora era capaz de sentir su propia música a través de mis interpretaciones. Después de su paso por Donostia fui a Hamburgo, pues me invitó a su casa para trabajar con ella en una nueva obra, «Kadenza». Y a raíz de eso ha surgido una colaboración muy intensa, ya que sentimos la música de forma muy parecida.

El primer fruto de esa colaboración se puede escuchar en el disco. ¿De qué trata «Kadenza»?

Surge de la interpretación de «Bajo el signo de Escorpio», que tiene una orquestación bestial, requiere una orquesta enorme. Sin embargo, tiene muchas cadencias, largos pasajes en solitario para el acordeón. Una en concreto a mí me gustaba muchísimo y le comenté que era una verdadera lástima tener que esperar a disponer de una orquesta para tocarla, cuando las cadencias se podían tocar independientemente. Ella me pidió que lo probase, realicé unas improvisaciones y le gustó. Entre los dos las arreglamos y la partitura va a salir editada el mes que viene.

La presentación del disco la hicieron ayer en la iglesia de Iesu de Riberas de Loiola. ¿Cómo fue el encuentro de Gubaidulina con Moneo?

La iglesia de Iesu es muy particular porque está bañada de luz, pero ésta no llega directamente. Entra sin que tú la veas. Además los materiales, las formas y la austeridad con que trabaja Moneo transmiten una gran espiritualidad. Moneo no requiere de los excesos para transmitir, y en eso se parece mucho a Gubaidulina, que no necesita recargarse para transmitir espiritualidad, pues para ella está muy ligada a algo tan íntimo como es la respiración. Creo que la Orquesta de Euskadi no podía haber elegido un lugar mejor para presentar el disco.

 
TRANSMITIR

«Moneo no requiere de los excesos para transmitir, y en eso se parece mucho a Gubaidulina, que no necesita recargarse para transmitir espiritualidad, pues para ella está muy liagada a algo tan íntimo como es la respiración»

RECUERDOS

«Tengo varios recuerdos del paso de la compositora por Donostia. Uno de ellos es cómo sentía ella las grabaciones con los cascos puestos en la sala de estudio, totalmente apasionada y entregada»

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