Raimundo Fitero
Cocodrilos
Las famosas lágrimas de los cocodrilos, cuando se convierten en el mensaje oficial de un régimen, alcanza un valor testimonial que engarza con lo más zafio de un compendio de vídeos de YouTube dedicados a los peores simulacros de emoción y desgarro. Poder ver en fila india secuencias de diversos lugares de Corea del Norte en donde funcionarios, paseantes, jóvenes, estudiantes o militares simulan una desesperación interna por la muerte de Kim Jong-il pasarán a la historia del simulacro político, de la manipulación mediática, de la propaganda más desacreditada. Todos los que aparecen en la multitud de vídeos no pueden ser actores, algunos seguro que se sienten desamparados ante la pérdida del padre, del líder, pero mirando con detenimiento la inmensa mayoría de esos documentos de baja calidad se aprecia una sobreactuación que desenmascara la pantomima.
Mario Rajoy, irremediable presidente, es otra muestra de esa pantomima pero ejercitada desde la percepción católica del asunto. Le aplauden aquellos que esperan prebendas de su gobierno. Le bailotean alrededor vestidos con plumas regionalistas los que están haciéndose los estrechos pero tienen los pactos firmados, y, entre ellos, la excepción rubia, ese cocodrilo de alcantarilla política que encabeza una formación con ánimo de lucro basada en su liderazgo incuestionable, la rosa más marchita del jardín democrático, que habla en sede parlamentaria como si estuviera en un bingo de barrio. Las televisiones de la TDT-Party están donde querían y ahora todo son aplausos y vítores. El cocodrilo barbudo ha decretado el fin de la crispación, y España empieza a ir bien. El patetismo de estos tertulianos de diente retorcido convertidos por una mayoría absoluta en ripiosos aduladores del líder, nos los emparenta con la televisión norcoreana. Están satisfechos por el deber cumplido. Las encuestas sospechosas realizadas por sms se dedican a la exaltación de Mariano, su Jefe indiscutible. Por el momento. En breve empezará el desencanto. No hay sillas para tantos culos en los organigramas oficiales. Los cocodrilos empezarán a remover las aguas buscando su pieza y acabarán a mordiscos entre ellos.