Natxo Landeta Meatzaldea Bizirik
Requiem por el Barbadun
El gusto por una naturaleza sometida y domesticada por un urbanismo con vocación de convertir en inerte lo vivo, nos ha aportado ya demasiados ejemplos de verdaderas agresiones medioambientales
Se dice que los ríos que entregan sus aguas directamente a la mar, son orgullosos y arrogantes porque no son gregarios de nadie. Además, convertidos en ría tratan de tu a tu a la mar, evitando así ser humillados por el inmenso océano. Siempre me ha parecido que este es nuestro querido río Barbadun, orgullo de los muskiztarras.
Nuestro río nace en las estribaciones del monte Kolitza y viene a desembocar al Cantábrico tras un breve pero intenso discurrir por el interior de Las Encartaciones, a Pobeña. La generosa naturaleza ha dotado a Muskiz de una verdadera arteria que lo surca de sur a norte, constituyendo un auténtico corredor ecológico que tenemos el deber de preservar.
Los muskitarras llevamos habitando las orillas del Barbadun desde tiempo inmemorial desarrollando un sinfín de actividades desde la navegación hasta la industria ferrona. Algunos, hemos llegado a conocer nuestro río al recorrer sus riberas en busca de angulas, a través de su lecho en busca de alguna preciada trucha o en deliciosos paseos por la senda que discurre por sus malecones, «el muro».
Hoy, nuestro río sigue despertando gran interés por sus características ecológicas. Aunque hay que ser conscientes de que todo ello es muy relativo, ya que en tiempos más recientes, el maltrato a que se ha sometido al Barbadun ha ocasionado la pérdida de gran parte sus cualidades originarias. Los vertidos de lodos durante la intensa explotación minera llegaron a colmatar el cauce, llenando el lecho de «miñón» que llevaba al consiguiente enfado del río en forma de «aguadutxus». Luego vino la era del petróleo y las instalaciones petroquímicas invadieron su vega, modificaron su cauce y le infligieron constantes castigos en forma de vertidos contaminantes. Tampoco el desarrollo urbanístico fue más respetuoso y los seres humanos no solo arrojaron sus desechos sino que ocuparon su espacio vital.
La actividad minera ya es historia y aunque, tenemos pendiente la superación de la era del petróleo, tímidamente, también se van desarrollando acciones destinadas a mejorar la calidad de las aguas y a recuperar el bosque de ribera. El ecologismo ha contribuido a extender la conciencia de considerar los ríos como el Barbadun como lo que son, entes vivos, auténticos ecosistemas fluviales y por lo tanto, como espacios naturales han de ser tratados. Por eso los ecologistas debemos permanecer siempre vigilantes y llamar la atención sobre nuevas amenazas.
Y es que como tal hemos de tomar los sucesivos «globos sonda» que el actual alcalde de Muskiz lanza a la opinión pública. De sus habituales monólogos en los medios de comunicación, sabemos de la intención de los actuales gestores municipales de hacer del río Barbadun «una gran vía urbana que vertebre el municipio». Teniendo en cuenta la identificación del equipo de gobierno con el pensamiento dominante que otorga a todo la condición de mercancía (en este caso nuestro río), no cabe esperar nada bueno de su proyecto estrella para la legislatura. El gusto por una naturaleza sometida y domesticada por un urbanismo con vocación de convertir en inerte lo vivo, nos ha aportado ya demasiados ejemplos de verdaderas agresiones medioambientales. Temo que la necesidad de los políticos en «vender» socialmente esta clase de proyectos hará poner hincapié una vez más en lo superfluo, hormigón en cantidades ingentes, mucho mobiliario urbano, farolas cada metro e incluso máquinas de Coca-cola. Los daños colaterales de la política espectáculo.
A día de hoy el Barbadun sigue siendo la referencia de todas las personas que habitamos de Muskiz, auténtica vía fluvial que nos atraviesa y nos reporta una atmósfera más habitable. Es ecosistema y no mercancía. Sus orillas pobladas de alisas, salces, juncos y carrizos dan cobijo a una variada avifauna, pollas de agua, garzas, ruiseñores, el martín pescador, etc. y crean el ambiente óptimo para que en sus aguas crezcan anguilas, truchas, loinas, eskallus e incluso salmones. Por eso debemos rechazar tajantemente todos aquellos proyectos que no contemplen la regeneración y potenciación del río como ecosistema, de una forma integral, para un verdadero uso y disfrute de las gentes, desde una óptica de un ocio respetuoso y bien integrado en el medio.
Desde lo alto de Pico Ramos y con marea alta, cabe imaginarse el espectáculo de un Barbadun prácticamente virgen, que encontrarían en una de esas incursiones, aquellos hombres venidos de más al norte ascendiendo por sus aguas en un drakar.