Mikel INSAUSTI Crítico cinematográfico
Bob Esponja no desfila
El no ser padre me condiciona y limita mucho a la hora de entender el éxito entre el público infantil de determinados personajes de ficción, por lo que en esta materia me suelo guiar por los comentarios de gente más autorizada. Mucho antes de que la serie de televisión «Bob Esponja» se convirtiera el inexplicable éxito que ha acabado siendo, hice caso de la opinión del visionario Álex de la Iglesia, que señaló a la versión cinematográfica como la película del año 2004. Y así siguió la cosa, porque desde el 2005 hasta hoy no ha dejado de ser el programa más visto por niños y niñas.
El tal Bob amenaza con convertirse en el mayor ídolo infantil de todos los tiempos, en cuanto producto de la invasiva era mediática que vivimos. Observo que no hay padre o madre que sea capaz de negarles a sus hijos pequeños la adquisición de algún producto relacionado con el personaje, porque sería tanto como desheredarlos de por vida.
Y por eso mismo me hago cargo del tremendo disgusto que se han llevado los padres y madres de Tafalla cuando la compañía Viacom, dueña de la marca de la famosa esponja, les ha prohibido que el muñeco desfile en la Cabalgata de Reyes. Ellos, en su inocencia, pensaban únicamente en la felicidad de sus retoños durante lo que se supone que debe ser una noche mágica para los todavía creyentes.
Pero la única religión que domina nuestra sociedad es la del dólar y mejor que vayan preparando a las futuras generaciones para la que les espera. Si no hay billete no hay Bob Esponja, ni Patricio, ni Calamardo, ni Don Cangrejo, ni bicho viviente.