Raimundo Fitero
Los intocables
Tele 5 se ha sumado a la moda de despellejar al yerno. ¿Será una consigna, una campaña orquestada o que creen que cumplen una misión catártica? Lo cierto es que mirando las audiencias conseguidas, existe interés por el caso. Y en el reportaje emitido destacamos su forma. Muy elaborada. Parte de sus contenidos: era material de última hora y una sección de los oportunistas, aquellos que han estado años alabando al jugador exitoso del Barcelona, de la roja, al marido ideal, al modelo de padre, y ahora dicen esa frase tan repugnante, «ya lo sabía yo». Si lo sabían, se lo callaban, ¿por qué motivos? ¿Y qué sabían? Porque depende de lo que supieran y callaban, se podrían considerar cómplices. Son los de siempre, los especialistas en monarquías, borbones y aledaños, que intentan caer de pie, aunque vivan de rodillas.
La parte documental de suma importancia estaba captada en la residencia en Washington. Una mansión de un rango superior. ¿Eso se lo paga Telefónica, la Casa Real, su Fundación, el Estado español o sus socios? Y tomando imágenes de sus movimientos, entradas y salidas de garaje de unos automóviles descomunales. Yo diría que de jefe de estado o de capo de la mafia. Y lo más impresionante y repugnante: la vigilancia, la seguridad, que en los momentos de máxima tensión con los periodistas aseguran ser policías españoles, autorizados para ejercer allí, que se comportan con una violencia inusitada. Un lenguaje de amenazas de película o simplemente investidos de una chulería monárquica, como si se tratase de crear un cordón a unos intocables. Ese documento es demoledor. En esas imágenes se tienen las claves. El doble juego. Si tiene esos policías españoles, si tiene esa seguridad, estamos hablando de un personaje oficial, no de un buscavidas, de un descarriado. Es el yerno, y su suegro le pone esa vigilancia, esa seguridad, por lo tanto todo está vinculado, unido, es la misma cosa.
No obstante, parece que han sonado las cornetas y hay que ir dándole leña al mono. Ha caído en desgracia. Nos entretienen. Es un chorizo o es un señor, depende del momento. Pero mientras miramos a Urdangarin, no miramos a la puta realidad que nos ahoga.