«Ahora más que nunca la gente tiene motivos para quejarse»
Música. Acaba de editar su segundo disco en solitario
Nacida en 1964 en Iruñea, esta rockera de voz rasgada creó el grupo de chicas Belladona en los 80 y después pasó a liderar la banda mítica Tahúres Zurdos. Esta se deshizo en 2004, sin embargo, la cantante continúa su carrera en solitario y este viernes, a las 22.30, presentará en la sala Jimmy Jazz de Gasteiz su segundo disco, «Museo Púrpura», que publica en forma de CD y DVD.
Maider IANTZI | DONOSTIA
«Debilitada quizás, pero jamás vencida», dice la nueva canción de la compositora navarra, «Invicta», que seguramente será el single de lanzamiento de su nuevo disco, «Museo Púrpura». «Invicta» hace referencia a la enfermedad renal crónica que sufre la cantante. Lo ha pasado mal, pero ahora está encantada, le sobra fuerza e ilusión para seguir con su pasión, la música. En 2008 sacó su primer disco en solitario, «Clases de baile», con artistas como Enrique Bunbury, Loquillo o Carmen París. En ese mismo año participó en la gira «Otra Noche Sin... Dormir», junto a Rosendo y Barricada. Y, ahora, publica «Museo Púrpura», una autoedición que recoge clásicos de Tahúres Zurdos como «Tocaré», «Afiladas Palabras», «Miles de Besos» o «Azul», además de todos los temas de «Clases de Baile», vestidos con nuevos instrumentos como el chelo y el piano.
Beltrán responde a nuestras preguntas desde casa, con las preparaciones del concierto ya terminadas y con muchísimas ganas. «Hace mucho que no voy a Vitoria -nos cuenta-. La última vez creo que fue en el museo Artium, cuando cerraron la exposición de Patti Smith. Estuvo estupendamente; la gente maravillosa. Además, era un viernes de frío y viento y según iba llegando decía: `Si estuviera en mi casa no saldría'. Y, al final, se llenó el sitio, fue un concierto magnífico. Yo, encantada».
¿Cómo es «Museo Púrpura»?
Se grabó el 15 de setiembre en el Teatro Arteria de Bilbao, donde está la cúpula, porque es una sala que tiene bastantes facilidades técnicas. Aprovechando eso, hicimos un concierto con una escenografía muy sencilla pero cuidada, y el formato también era diferente. Aparte de la guitarrista Eva Rada y yo, estaba Israel Santamaría al piano, Rosa Cedrón, que es la excantante de Luar Na Lubre, de Galicia, al chelo, y algunas voces. Fue muy bonito. Estuvimos ensayando un par de semanas antes, un intensivo de un fin semana todos juntos, y estábamos en éxtasis total. El día del concierto fue también muy chulo, aunque había mucha responsabilidad, porque tocábamos en directo y estábamos pendiente de la grabación. Aun y todo, fue magnífico y la grabación se quedó tal cual.
Ha trabajado con un equipo totalmente zaragozano.
Aparte de los músicos -Israel es de Bilbao, Rosa gallega y Eva y yo de Pamplona-, todo el equipo técnico, la gente que ha hecho la portada, ha grabado el vídeo o se ha encargado de los carteles son de Spiral, de Zaragoza. También Encinta Producciones, que son los que me llevan ahora la contratación y la producción de los conciertos. Son vecinicos y siempre ha habido muy buen rollo en Aragón.
¿Por qué ha elegido el título «Museo Púrpura»?
Es un concepto, de la escenografía y de las canciones, que de alguna manera son como cuadros: te paras delante y ves unas cosas, y otros ven otras. Además, a lo mejor decir victoriano es un poco exagerado, pero sí que tenía ese punto en la escenografía e incluso en la temática de las canciones. Había un marco muy grande que hacía una especie de metáfora representando el cuadro que estábamos pintanto en ese momento, todos esos cuadros que se aglutinaban en el Museo Púrpura.
El trabajo recoge clásicos de Tahúres Zurdos, todos los temas del anterior disco, «Clases de Baile», y una nueva canción, «Invicta». ¿Cómo es «Invicta»?
Tengo una enfermedad renal crónica desde 2005, y en estos momentos te puedo decir que estoy encantada. Me estoy sometiendo a una dieta macrobiótica que merece absolutamente la pena porque estoy mejorando. Eso facilita mucho que siga tocando y haciendo cosas. Si te encuentras mejor de salud te lo echas todo encima, estén las cosas mejor o peor, lo importante es tener fuerza para seguir. Y cuando no tienes la salud bien, te falla. Ahora, le quito absolutamente la importancia a todo, porque la importancia, realmente, le das tú a las cosas. Eso me ayuda a tener ilusión y seguir. «Invicta» habla de esto, de que no puedes perder la fe, como dice una de las frases de la canción: «Debilitada quizás, pero jamás vencida». Creo que es algo que nos puede pasar a muchísima gente.
Y, los demás temas, ¿están arreglados?
Normalmente compongo con la guitarra acústica y tengo mi teoría: pienso que cuando una canción funciona de una manera tan primaria, solamente con una voz o una guitarra, o un piano, se puede vestir de cualquier manera. Después puedes emplear esa canción y hacer unos arreglos rockeros o como los que me apetecía hacer ahora. Las canciones que he utilizado en este disco, incluso «Invicta», funcionaban así. Entonces, me he permitido la licencia de incluir instrumentos que me encantan, como el chelo, increíblemente conmovedor, parecido a la voz humana. Y el piano, que tiene una base armónica y luego rítmica, como si percutiera. Me apetecía muchísimo que las canciones tuvieran esa base. Está mal que lo diga yo, pero creo que ha funcionado, porque yo me lo he creído sobre canciones que he tocado centenares y, algunas, miles de veces. Estoy verdaderamente orgullosa de cómo ha quedado el disco.
¿El público del rock es el más fiel?
Eso lo decimos todos los que de alguna manera hemos estado vinculados con el rock. En un momento el rock ha podido estar más de moda, el pop también... Pero el rock no solamente era una tendencia musical y una manera de ponerse la chupa o llevar el pelo, sino que por las circunstancias que vivíamos se convirtió en un estandarte con respecto a las cosas que la gente tenía muchas ganas de decir. Era la banda sonora de todo lo que estaba pasando y por eso se ganó la fidelidad.
¿Y qué pasa hoy en día, el espacio del rock es diferente?
No sé si nos amoldamos tanto a las cosas que nos la sudan y de repente nos van echando cosas encima y pensamos que es mejor tragar que mover un dedo, que a lo mejor es lícito, como es también protestar. Prima un tipo de música que intenta hacer olvidar todas las cosas, que por un lado es bueno pero por otro es esconder la cabeza como los avestruces. Están pasando cosas bastante graves de las que intentamos evadirnos, pero creo que ahora más que nunca la gente tiene motivos para quejarse.
Es extraño que no haya más protestas.
No, de alguna manera no, porque todo el mundo está tan pillado que una persona que tiene un curro tiene que estar casi agradeciendo y diciendo: «Jódeme lo que quieras, pero sigo teniendo trabajo». Con el trabajo tiene la suerte de pagarse la hipoteca, el coche, el colegio de los niños... Porque hubo un momento en que a todos nos facilitaron mucho pedir dinero para todas esas cosas. Han creado un estado de bienestar del que a todo el mundo le da pánico, pavor, salir, volver un poco a la época no austera, porque creo que se puede vivir muy felizmente sin muchas cosas que no teníamos antes. Ahora, por tenerlas, hipotecas muchas cosas.
«En el mundo de la música, lo mejor es la música y lo peor la gestión», ha solido decir.
Y lo seguiré diciendo. Por ejemplo, un escritor está encantado escribiendo su novela en casa, se puede tirar uno, dos, tres años, pero luego, de repente, ve todo el mamoneo que hay alrededor, y el hecho de escribir no significa que sea una lumbrera en cuanto a gestiones y, sobre todo, que en un momento dado le pueda importar más o menos. Lo que es obvio es que le tiene que importar porque es lo que hace que su trabajo se mueva. Pero eso no significa que esté de acuerdo con la gestión. Lo bueno de la música es que es muy bello y una disfruta mucho.
¿Hay algo concreto que quiera conseguir profesionalmente?
Si mi meta fuera decir que quiero hacer noventa o cien conciertos este año, no sería tan feliz como haciendo treinta y viviendo todos los momentos que la vida me ofrece y que son muchos. He aprendido que hay cosas que para mí son absolutamente prescindibles y, por el contrario, otras me interesan mucho. Y sobre todo las que me interesan no se pueden comprar. Por lo tanto, no voy de aquí allá para tener cosas que no me llenan tanto como otras que sí tengo y me apetece seguir viviendo.
Considera también que la música debe ser imperecedera. Con los años, usted puede cambiar, las cosas que le importan pueden cambiar, pero lo que no hay que perder es la identidad.
Efectivamente. Eso es lo que te hace único. Hay metales que se corroen y otros que pravelecen en el tiempo y la música debe tener vigencia. Escucho «Anggie», de los Rolling Stones, de hace muchísimos años, y me sigue sonando muy vigente.
«Cuando una canción funciona de una manera tan primaria, solo con una voz o una guitarra, o un piano, se puede vestir de cualquier manera»
«Ahora, le quito absolutamente la importancia a todo, porque la importancia, realmente, le das tú a las cosas. Eso me ayuda a tener ilusión y seguir»
«Me he permitido incluir instrumentos que me encantan, como el chelo, increíblemente conmovedor, y el piano, que tiene una base armónica y luego rítmica»
Empezó a tocar la guitarra a raíz de una enfermedad que sufrió cuando era pequeña...
En esa época tenía Perthes y debía permanecer quieta. Es como una descalcificación que se da en los niños. Mi padre, que era un señor muy sabio, pensó cómo podía entretenerme y tuvo la gran idea de regalarme una guitarra, que en un momento dado puede ser como otro juguete. Y, jugando con la guitarra, aprendí a tocar. Es un punto de inflexión bastante importante en mi vida. Lo he pensado muchas veces y creo que a partir de ahí comenzó todo.
Desde entonces no ha parado.
No. Enfocas tu vida en función de lo que te llena. Con la guitarra mi padre acertó de lleno y me ayudó mucho. Mientras todo el mundo jugueteaba por ahí, yo tenía ese aliciente. Recuerdo que fue una época muy feliz, no tengo ningún resquemor. De hecho, me daba más pena la gente que debía estar pendiente de mí, que eran mis hermanos. Años más tarde, entré al conservatorio y estudié cinco años de violín.
¿Qué recuerdo tiene de su primer grupo, Belladona, formado por chicas?
Sí que había un poco de rebeldía en un grupo de chicas, porque en esa época, en el año 84, la presencia de las mujeres en el rock and roll y, en general, en la música era un poco decorativa. No había mujeres en la parte activa que tocaran la guitarra o compusieran; hacían coros o tocaban la pandereta, pero eran un poquito mujeres florero, que no tengo nada en contra. Pero de alguna manera nos apetecía reivindicar esa parte. El concepto que la gente tenía de nuestro grupo cambiaba bastante desde que nos veían subir hasta que bajábamos del escenario. Creo que nos ganábamos el respeto. No estuvimos mucho tiempo, pero tuvimos la suerte de poder grabar un trabajo, «Las mujeres y los negros primero».
Luego crearon Tahúres Zurdos, grupo al que le dedicó muchos años.
Como empezamos jóvenes, aparte de crecer en la profesión, lo hemos hecho también como personas. Es bastante fuerte, ya que experimentas cambios en tu vida, en tu cuerpo, y, a la vez, trabajas con personas muchos años. Entiendo que de otra manera no hubiera podido vivir lo que he vivido.
¿Qué cree que tiene para ofrecer al público?
Creo que lo importante, al margen de modas, edades e ideologías, es transmitir algo muy común en el género humano. Todos pasamos por momentos buenos, malos, tristes, surrealistas... Y cuando sabes dar en ese punto es cuando conectas con la gente, sobre todo con gente que intenta quitarse los prejuicios, porque pienso que sí los tenemos y perdemos muchas cosas en la vida que nos pueden hacer sentir bien simplemente por tenerlos. Importa mucho que te creas lo que transmites. Yo considero que me lo creo y es una razón por la que tengo cosas que ofrecer.