La salida del país del presidente Ali Abdallah Saleh en dirección a Estados Unidos no ha acabado con la movilización del movimiento de los Jóvenes de la Revolución. «No nos extrañaría que estuviéramos ante una nueva maniobra de Saleh», señaló uno de sus portavoces, Walid Ammari.

Por el momento, mantendrán su acampada, que cumple ya un año, en el centro de la capital. «No celebraremos su salida. El 21 de febrero será la fecha decisiva para la historia de Yemen», señaló, en referencia al día en que se celebrarán nuevas elecciones y Saleh dejará su actual cargo de presidente honorífico.

El malestar en el Ejército persiste. Soldados y oficiales de las bases aéreas de Sanaa y Adén (capital del sur) exigen la dimisión de su comandante y primo de Saleh, Mohamed Saleh al-Ahmar.

Por de pronto, la oposición política que accedió al acuerdo de salida de la crisis promovido por Arabia Saudí con el apoyo de EEUU, trata de calmar los ánimos y promete una restructuración de las Fuerzas Armadas y el repliegue fuera de Sanaa de las tropas de la Guardia Republicana, comandada por un hijo de Saleh.

Dudas sobre el futuro

Los analistas no descartan que, pese a su salida del país, Saleh siga pesando en la política del país.

«Saleh es muy pragmático y sabe que ha obtenido las mejores condiciones posibles de salida. Se va con todas las garantías», recuerda Ali Seif Hassen, quien pese a ello advierte de que ya ha anunciado que regresará al país para retomar la dirección de su partido, el CPG, hoy mayoritario.

Ibrahim Sharqieh coincide en que el futuro político de Saleh dependerá de los errores de sus adversarios políticos.

Más allá, coinciden en que la salida a la crisis deja al descubierto los grandes dossieres del país, confrontado a una secesión en el sur y a una rebelión chií en el norte. Y en los que el CPG de Saleh tendrá mucho que decir.