Aunque su innata tendencia a no callarse lo que piensa le ha supuesto más de un problema, se agradece que Mendilibar siempre haya ido de frente en este su primer año de estancia en Iruñea. Y el que suscribe no lo dice en plan pelotero, sino más bien haciendo de abogado del diablo, pues los plumillas hemos sido uno de los blancos preferidos para los dardos del zaldibartarra, unas veces con razón, pero otras no tanta, pues pocos sitios habrá tan plácidos para trabajar en el mundillo futbolístico como lo es Osasuna, poco amigo su entorno de caer en la crítica por mera inercia.

Y ese no ser políticamente correcto le ha llevado a protagonizar episodios de los que luego arrepentirse, como cuando se lanzó a dar su opinión sobre las relaciones entre la entidad rojilla y el Athletic en vísperas del derbi de la primera vuelta. Una situación de la que salió escaldado, teniendo que volver a comparecer de nuevo de manera pública para reconocer que había metido la pata y que sus declaraciones se habían malentendido.

Esa filosofía se extiende también a la relación con sus futbolistas, sin cortarse un pelo a la hora de calificar lo bueno o lo malo de algunos de ellos -ya lo hizo en su etapa en el Valladolid-, cosa que se agradece por inhabitual en el deporte de élite, tan proclive a la vacua diplomacia. Sus broncas mañaneras en Tajonar ya se han convertido en todo un clásico y, sin embargo, sus pupilos dicen entenderle y congeniar bien con él. No será así en todos los casos, pero lo cierto es que dialoga sin tapujos con titulares y suplentes, algo que no ocurría en fechas bien recientes. Sus palabras gruesas pueden no gustar a más de uno, pero jamás te clavará un puñal por la espalda. Genio y figura hasta la sepultura.