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Anselmo Guinea reaparece en Bilbo tras un siglo en la sombra

El museo de Bellas Artes de Bilbo reúne por primera vez la obra del pintor bilbaino Anselmo Guinea (1855-1906). La muestra, abierta hasta el 12 de mayo, reúne 85 obras, de las cuales más de la mitad son inéditas y la mayoría no se han expuesto en los últimos cien años.

A. ARRUTI | BILBO

«Los orígenes de la modernidad en la pintura vasca» es la primera exposición antológica dedicada al artista bilbaino Anselmo Guinea, «uno de los artistas más importantes de uno de los momentos más cruciales de la pintura vasca», señaló Javier Viar, director del museo de Bellas Artes de Bilbo, «pero es, a su vez, el menos estudiado», añadió. A raíz del estudio y el empeño del historiador Mikel Lertxundi, miembro de la Comisión Asesora Artística del museo, se han conseguido reunir 85 obras. Entre ellas más de la mitad son inéditas y muchas no han sido expuestas al público desde hace más de un siglo.

«Es un recorrido artístico y vital de un artista que hasta ahora no se tenía conocimiento de todo su potencial creador», recordó Lertxundi. «A pesar de los numerosos cambios, siempre hay algo que permanece de él, como es el magnífico dibujo con el que asienta muy bien las figuras, el interés por el sentido narrativo de sus cuadros, el interés por la composición y, sobre todo, hay algo que desde sus inicios es una constante: el interés por la captación de la luz».

La exposición está organizada cronológicamente. En una primera sala se muestran obras de su juventud, «un primer Guinea que va experimentando con la acuarela y que se acerca a un paisajismo luminoso». Continúa con la producción del artista en su segunda estancia en Roma, donde se encuentran «las obras que le dieron el éxito en Italia, un constumbrismo amable, con mucho colorido, con un toque anecdótico...».

En 1887 vuelve a Bizkaia y sigue con obras costumbristas pero que beben de las fuentes plásticas en las que había estado inmerso, aunque sin que haya un cambio traumático. El contacto con Adolfo Guiard le introduce en el impresionismo francés que ahonda en dos viajes a París. A su regreso, en paralelo a la reconversión industrial en la que se encuentra inmersa Bizkaia, se centra en imágenes tradicionales, con el mundo rural como referente. Sin embargo, entabla contacto con los empresarios de la época, como el naviero Ramón de la Sota que le encarga las vidrieras de su Palacio de Ibaigane, y toma como motivo temas como las regatas en El Abra.

El artista volvió a Italia en varias ocasiones en los últimos años de su vida y, en 1906, murió en Bilbo. Al año siguiente sus amigos realizaron una exposición de homenaje con obras que no se han podido volver a ver hasta ahora.

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