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«Los poemas de Atxaga evidencian una transcendental concepción de la vida»

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Gabriel Erkoreka

Compositor

«Bizitza» es un ciclo de canciones sobre poemas de Bernardo Atxaga que el compositor Gabriel Erkoreka escribió en 1998. No se habían vuelto a escuchar en Bilbo desde el año 2000, pero esta tarde se podrán redescurir estas canciones en la voz de Elena Gragera, en el marco de los conciertos de música contemporánea que organiza la Fundación BBVA en San Nicolás.

Mikel CHAMIZO | MADRID

Esta tarde volverá a sonar en Euskal Herria el ciclo de canciones «Bizitza», que el bilbaino Gabriel Erkoreka compuso en 1998 sobre poemas de Bernardo Atxaga. Una creación que en Bilbo se interpretó por última vez en 2000, en la temporada de cámara de la Bilbao Orkestra Sinfonikoa, pero que en el exterior han llegado a cantarse en países tan remotos como Australia.

«Bizitza» recoge cuatro poesías extraídas de la colección «Poemas & Híbridos» (1996) de Bernardo Atxaga, que sedujeron a Erkoreka por sus marcados contrastes y su intrínseca musicalidad. Serán cantadas en el Edificio BBVA de San Nicolás por la mezzosoprano pacense Elena Gragera y el Ensemble Kuraia, quienes también interpretarán piezas de Igor Stravinsky, Sofía Gubaidulina e Iñigo Giner.

«Bizitza» no nació como un encargo concreto, su composición surgió de una lectura de la obra poética de Bernardo Atxaga.

Sí, concretamente de «Poemas & Híbridos», una colección de poemas que me encantó y que me inspiró varias posibilidades para su transcripción a música. Al final me decanté por estas cuatro canciones que formaban un bloque muy interesante tal y como aparecían en el libro, y cuyo orden yo respeto en «Bizitza». Me atraía mucho el espíritu existencialista de los poemas, en especial del último, «Bizitza», del que cogí el título para el ciclo. Pero un existencialismo nada grandilocuente, pues Atxaga en sus poemas lo trata empleando palabras de uso cotidiano, casi urbano, asociadas ya plenamente con nuestro lenguaje. Me pareció un material ideal para enlazarlo con otro interés muy marcado que yo tenía por aquella época: el folclore vasco.

¿Era usted muy aficionado a la poesía vasca cuando escribió «Bizitza»?

Tenía, sobre todo, un gran interés por la obra de Atxaga, y en concreto por «Obabakoak», que me fascinó. Lo que sí tenía claro era que quería hacer uso del euskara porque, al ser una lengua poco común y minoritaria, me permitía una gran libertad a la hora de atreverme a ser literal cuando traspasaba a música los poemas. En la última canción, por ejemplo, cuando aparece la palabra «bihotza», los latidos del corazón se ven reflejados en lo que tocan los instrumentos. Son detalles que funcionan a un nivel simbólico, pero me gusta que la mayoría de la gente del planeta nunca se vaya a dar cuenta de ello. El euskara, aparte de esa sonoridad particular del idioma, tan percusiva, tiene ese aspecto críptico que es fascinante.

Como compositor, ¿qué es lo que más le llamó la atención de estos poemas de Atxaga?

Por un lado los aspectos más humanos de los poemas y su tratamiento, que por sí mismos sugieren ya muchas imágenes y sonoridades muy musicales. Pero también fue importante, en mi caso, que los poemas estuvieran construidos en términos muy contrastantes, a menudo con giros del lenguaje un tanto dramáticos y exagerados. Ese fue un aspecto fundamental para mí, porque sentí que daba alas a mi propia musicalidad, que por aquella época se identificaba mucho con esas cualidades.

¿Cómo soluciona en «Bizitza» la relación entre la voz y el conjunto instrumental, tan peculiar, que emplea para acompañarla?

La voz está integrada en el conjunto instrumental, que se polariza un poco en torno a instrumentos agudos y graves, algo inspirado también en el folclore vasco, concretamente en el txistu y el tamboril. Aunque la voz lleve la parte preponderante, es verdad que tiene la limitación de no poder definir del todo la estructura de las canciones. Esto es, básicamente, porque el texto se ha tratado como se haría en el folclore: silábicamente, cada sílaba se corresponde casi siempre con una sola nota. Esto ayuda mucho a que el texto sea comprensible cuando se canta, pero por otro lado no permite grandes diferenciaciones, contrastes ni explosiones líricas. Así que los instrumentos son los que se encargan de ese trabajo, articulando el contenido de los poemas y tejiendo todo un tapiz sonoro que añade significación e intención a las palabras que canta la mezzosoprano.

¿Es «Bizitza» una obra difícil de cantar?

Su principal dificultad es la del idioma, para los cantantes que no son euskaldunes. Por otra parte, es compleja por la tesitura en que se mueve la voz, pues en esa búsqueda de contrastes de la que ya he hablado, la cantante, en ocasiones, se ve obligada a realizar saltos extremos entre notas muy graves y muy agudas. Esa técnica siempre es muy arriesgada para los cantantes, aunque los que interpretan mucha música contemporánea, como Elena Gragera, esas complejidades del oficio las tienen bien dominadas.

¿Conoce Bernardo Atxaga estas canciones? ¿Le ha transmitido alguna opinión sobre ellas?

Las conoce y creo que estaba muy contento con las canciones y con el hecho de que se interpretasen en el extranjero. Hace unos días se puso en contacto conmigo para preguntarme por el concierto del martes, eso es señal de que las sigue con interés.

Tras «Bizitza» ha escrito canciones en otros idiomas, como el castellano o el italiano, pero no ha vuelto al euskara. ¿Tiene en mente algún otro proyecto en este idioma?

Efectivamente, tengo guardadas algunas poesías que creo que podrían funcionar muy bien en solitario. Pero es demasiado pronto para hablar de ello, pues ahora mismo tengo otros proyectos y esos textos no se van a materializar en nada concreto. Pero en el futuro llegarán, seguro.

Del folclore vasco al musiktheater alemán

Además de «Bizitza» de Erkoreka, el concierto de esta tarde brindará la oportunidad de conocer el peculiar mundo creativo de otro joven compositor vasco, Iñigo Giner (Bilbo, 1980), que estudió composición en Amsterdam y en Berlín, ciudad donde reside en la actualidad. Giner se encuentra muy cercano al género del Musiktheater, muy en boga en Alemania, que busca romper con la idea determinista de que la música se identifica exclusivamente con el sonido. En la música de Giner hay sonidos, por supuesto, pero también hay gestos, imágenes y movimientos, organizados siempre de forma musical pero que emparentan sus creaciones fuertemente con los géneros del teatro y la danza. En «Cuaderno de notas», una de sus últimas creaciones, sucede lo que su propio título indica: «Aparece una idea, luego otra, después otra más, sin que se establezca una relación evidente entre ellas, a la manera de un cuaderno de notas», explica Giner. M. C.

 
CONTRASTES

«Lo que más me llamó la atención fueron los aspectos humanos de los poemas y su tratamiento y que estuvieran construidos en términos muy contrastantes»

 
CANTANDO

«Su principal dificultad es la del idioma, para los cantantes que no son euskaldunes y su tesitura»

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