«Hay que poner los huevos en la cancha». Así de gráfico se explicaba el ala-pívot bosnio sobre el partido de mañana ante Lagun Aro GBC, a sabiendas de que su equipo viene de una dolorosa derrota que ni él mismo pudo impedir, a pesar de forzar la prórroga con un triple dificilísimo en los últimos segundos.

Pese al regreso de Prigioni, Teletovic ha asumido el rol de jefe en la escuadra baskonista. Con 17 puntos por partido, una notable mejora en el rebote, sobre todo en el ofensivo, y un juego que ya no solo se limita al triple, ya que además está mostrando una notable gama de recursos al poste bajo, el de Mostar demuestra ser el penúltimo exponente del «Carácter Baskonia». Ya desde la final de Copa de 2008, donde anotó 8 puntos seguidos para dar una última ventaja al cuadro gasteiztarra, el capitán baskonista ha venido pidiendo los balones más ardientes y no se le puede dejar solo, lo que también ha repercutido en una cierta mejora en el pase. Su debilidad sigue estando en la defensa, pero mientras su equipo esté a un tiro de la victoria, ojo con Mirza.

 «Ha recaído en su proceso gripal y gástrico», advertía ayer sobre Andy Panko Sito Alonso. El jugador de Harrisburg todavía no ha podido entrenar con sus compañeros y ya en Valencia se pudo ver que jugó mermado a causa de la enfermedad y fruto de esa merma, su equipo sufrió, ante todo en la faceta reboteadora. No obstante, 14 puntos, 3 rebotes y 2 asistencias sumó para un Lagun Aro GBC que cerca estuvo de ganar en La Fonteta.

Será extraño ver a un debutante de casi 35 años en la Copa, pero las cosas son así. En cualquier caso, la propia carrera de Andrew John Panko III tiene en el reposo su principal característica. «Soy un late bloomer», advierte, un jugador de explosión tardía, que en el último año y medio ha variado, además su juego en la cancha. Ahora, y más tras la grave lesión de Korolev, actúa de ala-pívot a tiempo completo. No obstante, su juego de espaldas no tiene ninguna envidia a los «cuatros» rivales, como tampoco sus triples de final de partido desde la esquina izquierda del ataque. Pese a sus achaques, este gran reserva pedirá mañana que lo descorchen.

Es muy complicado destacar a un jugador en un Barcelona donde hombres como Navarro, Mickeal, Eidson o Huertas suman tanto talento. Pero ver al esloveno siempre merece la pena, y más cuando juega de pívot, a diferencia del año pasado, donde le tocó ejercer de ala-pívot a tiempo completo, donde se le vio sufrir en ocasiones por cuestiones de movilidad y velocidad de desplazamiento.

¿Quién se acuerda ya de aquel Lorbek acogotado que tuvo que ser cortado del Unicaja, incapaz de sobrellevar la alargada sombra de Garbajosa? En Moscú vio salir el sol otra vez, y en Barcelona terminó de despuntar. Su juego de pies, sus movimientos sin balón, su anticipación en defensa –suma casi un robo por partido–... es como ver a un maestro en bailes de salón, mientras que los expertos en «bombas» y «bombinhas» acaparan exclamaciones y los Rabaseda, Vázquez y Ndong surcan los aires. En las dos Copas ganadas por el Barcelona, especialmente en la de Barakaldo, fue el perfecto escudero de las estrellas blaugranas. Siempre eficiente, sobrio y listísimo sobre la cancha, los ojos que todo lo ven desde sus 2,09 metros de altura.

Trajeado de oscuro, luciendo unos curiosos botines,     Kaloyan Toshkov Ivanov, que así se llama, en la sesión de fotos previa a la presentación de la Copa, realizaba una jocosa parodia, subiéndose a un púlpito y exclamando, «¡viva la revolución!» Quizá Txus Vidorreta, su entrenador en el Lucentum Alicante, esbozara una media sonrisa, mientras a los aficionados levantinos quizá se les escapará algún «¡viva!»
Después de pasar por equipos como Menorca, Manresa y Cajasol, Ivanov, a sus casi 26 años, ha dado un triple salto mortal de calidad. Quizá fuera en Manresa donde más cerca se mostrara del nivel que exhibe en la actualidad, pero es, junto a Pedro Llompart, convertido en la mano derecha de Vidorreta, cuando mejor está rindiendo. Capaz de jugar de cara, lanzar con tino de tres –con un 38% en el triple y un 50% en el tiro de dos–, aporta 13 puntos por partido y casi 4 de sus ocho rebotes de promedio son de ataque, ganando la posición y cargando con su corpachón. El cuadro lucentino nada tiene que perder e Ivanov, por contra, mucho que ganar. Por ejemplo, que es posible creer en la revolución.

Aunque el único «sheriff» que merezca llevar ese apelativo en el mundo del baloncesto sea Manel Comas –mucho ánimo, por cierto–, hay que reconocer que en Sevilla han encontrado en Paul Davis un sucedáneo la mar de apañado. Con 17 puntos y 8 rebotes por partido, el de Rochester ordena y manda bajo los aros y en el juego que dirige Joan Plaza. Sin ir más lejos, Davis no pudo jugar en el último partido de Liga ante el Real Madrid por culpa de una subluxación de un dedo de su mano derecha. El resultado, un escandaloso 63-98 para el conjunto blanco, y que los Reyes, Mirotic y Velickovic camparan a sus anchas en la zona hispalense.

Números y espacios

La cuestión no es solo numérica. Davis se encuentra muy a gusto en el juego del Banca Cívica. Con hombres como Bogdanovic o Guillem Rubio en el puesto de ala-pívot; es decir, gente que abre el campo dejándole el espacio que precisa para moverse, porque más que la movilidad, lo suyo es la contundencia.

Esa misma comodidad es lo que producen sus bloqueos, para que hombres como Satoransky o Urtasun puedan penetrar a gusto, o para que Calloway conecte con él tanto debajo del aro como a media distancia, donde luce una buena mano, como reza su 58% en el tiro de dos, que no es poca cosa teniendo en cuenta que realiza una media de 11 lanzamientos por partido –tiros libres aparte, claro está, donde anota tres de cada cuatro intentos–.

El derbi andaluz promete ser un partido más bien trabado y a pocos puntos. En esa tesitura, cada rebote y cada canasta fácil valdrá oro puro. Si Unicaja es, como cabeza de serie, favorito, el Banca Cívica, si recupera a su baluarte Paul Davis, tiene una posibilidad que nadie podrá desdeñar.

Por así decirlo, el mayor problema del Unicaja es que es un equipo gris. Decir que sus jugadores no tienen calidad es mentira. Decir que no están acostumbrados a la alta competición, tampoco es verdad. Decir que no tienen ningún referente capaz de jugarse un balón definitivo no es cierto. La realidad, empero, es que algo, lo que fuera, pasa, por el que el conjunto malagueño no llega a ser ni sombra de lo que fue entre los años 2005 y 2007.

Eso, por supuesto, no es culpa de Joel Freeland, que lleva ya siete años en el Estado español, primero en Gran Canaria y ahora en Málaga. El pívot de Aldershot tiene aspecto de caballero de triste figura, un aire lánguido y decadente, una suerte de color ajado y perdido en otra vida, pero eso no oculta que le sobra calidad por los cuatro costados.

Porque Joel Freeland puede ser un líder, o no, para Unicaja, pero sí es cierto que tiene talento para ello. Se puede elevar desde media distancia, incluso de tres –aunque solo tiene un 29% de efectividad desde más allá de los 6,75 metros–, jugar cerca de la canasta tanto de cara como de espaldas al poste bajo, donde sus rápidos movimientos son una pesadilla para los interiores rivales. En defensa, lo que le falta de dureza, lo suple con un buen salto para taponar e intuición para rebotear. ¿Cuál es, pues, el problema?

Quizá Unicaja no consiga sino una suma de talentos que no logra ser un equipo de verdad, o quizá no sea ese el problema, sino que hay equipos mejores, y punto. No obstante, Joel Freeland tiene capacidad de sobra para pintar de un verde más vivo a los de Chus Mateo. Para los cuartos de final ante Banca Cívica, hay quien apuesta por 20 puntos de Freeland para una victoria con no más de 50 tantos en total. Mientras no se cumpla lo segundo, no estaría mal que se cumpliera lo primero.

Es frío en apariencia, pero celebra las canastas importantes con gestos muy típicos de los antiguos jugadores balcánicos –sí, bueno, es internacional español, y quizá lo veamos en Londres 2012, si es que le quita el puesto de «naturalizado« a Serge Ibaka–. Es blando –suave, se diría todo algodón, sobre todo a la hora de buscar el contacto en el poste bajo– todavía, acaba de cumplir los 21 años, pero aprende rápido. Porque bien se ve en sus números de robos, o asistencias, incluso en los rebotes y los tiros, que este muchacho entiende el juego de maravilla. Y eso, amigos, es mucho decir.

Ya el año pasado, Ettore Messina decidió mover del puesto de ala-pívot a Velickovic para introducir a Mirotic en la rotación. Al final la temporada se le hizo larga y pegó un notable bajón en los últimos partidos, pero clase, lo que es clase, le sobra, y no le tiembla el pulso.

Sus medias son de 10 puntos y 5 rebotes, lo que equivaldría a ser un segundo espada. Pero ya en la Copa de 2011, después de un partido de cuartos algo dubitativo, tuvo importancia capital en la remontada blanca en semifinales, anotando 15 puntos, y añadiendo 4 rebotes y 3 asistencias. En una final donde el Real Madrid se quedó con 60 puntos –apuesta personal de Messina, por otra parte–, Mirotic lograba 8 puntos y 3 rebotes, mostrándose infalible en el triple –este año promedia un nada desdeñable 41%–, dando la cara, pese a perder, ante un rival físicamente superior.

Y es eso precisamente lo que se espera del elegante ala-pívot de Podgorica: que dé la cara, que no se esconda, aunque todavía le falte para alcanzar la madurez. El proyecto de Pablo Laso necesita de su frescura, su talento y de su ascendencia, cada vez mayor, sobre sus compañeros. ¿El Real Madrid campeón con Mirotic de MVP? Bueno, si es Mirotic...

El Fuenlabrada –para que no se enojen sus patrocinadores, el Mad-Croc Fuenlabrada– no tiene estrellas, porque las que empiezan a brillar –Batista, Ayón, Rabaseda, Biyombo, Oleson– se van y los que regresan –Saúl Blanco–, vienen sin ese apelativo. En ese sentido, que alguien como Kirk Penney, que ha jugado en la NBA –en 2003, jugó dos partidos con los Miami Heat– y sabe lo que es anotar en una final de Euroliga –el neozelandés anotó tres puntos en la final de Praga 2007, en las filas del Maccabi de Tel Aviv–, es casi un lujo.

Un lujo peligroso para el rival. Decir que el Fuenlabrada es un conjunto «coral» –como se estila decir últimamente– es ocultar una cuestión de necesidad, así como subrayar la capacidad triplista de los de Porfi Fisac. ¡Qué remedio!, desde que se les fue Ayón a la NBA y se les lesionase Saer-Sené. Y ahí, Kirk Penney es un estandarte claro: una pieza necesaria en un equipo donde todas las piezas lo son, porque la estrella es el puzzle completo. De otro modo, no estarían en la Copa.

Recursos y veteranía

Penney es un tirador, aunque sus porcentajes de tiro de tres sean de un 33% –también es cierto que se juega 6 triples por partido– por un 54% en el tiro de dos –otros 6 tiros de promedio–, siendo ese su cometido específico. Porfi Fisac no se lía la manta a la cabeza. El tirador, que tire, el pasador, como Quino Colom o Sergio Sánchez, que pase. Con 15 puntos por partido, Penney responde que lo que plantea su técnico es ideal, para él y para el equipo.

En ese sentido, Penney se busca la vida y siempre tiene la mano a punto. Lo malo es que no es un líder. Lo bueno, que no necesita serlo para poder ser mortal. Porque, si sobremarcas a Penney, ¿a quién liberas? ¿A Hall? ¿A Mainoldi? ¿A Blanco? Ya puede andarse Laso con ojo, ya...