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PERFIL | XIJINPING

Un «príncipe rojo» conservador y desarrollista en lo económico

Hijo de un compañero de Mao que vivió el triunfo de la revolución, las purgas y la rehabilitación con la apertura de los ochenta, Xi Jinping es el prototipo de «príncipe rojo», defensor a la vez del desarrollismo económico y del conservadurismo político. Un pequeño pero bien controlado giro respecto a la actual Cuarta Generación.

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Dabid LAZKANOITURBURU

El que con toda probabilidad será aupado a la Secretaría General del PCCh en octubre y asumirá en marzo la Presidencia de la segunda potencia mundial, Xi Jinping, encarna como nadie el ascenso de los bautizados como «príncipes rojos», hijos de los dirigentes de la revolución y que vivieron tanto las mieles de su triunfo como sufrieron las purgas del convulso proceso revolucionario maoísta para ser rehabilitados de la mano de la apertura al mercado de los últimos 30 años.

Su padre, Xi Zhongxun, fundador de la guerrilla comunista en el norte del país y compañero de Mao hasta la con- quista del poder en 1948, fue jefe de propaganda del partido y viceprimer ministro chino, lo que no le libró -al contrario- de ser purgado y encarcelado en 1968 por contrarrevolucionario.

La suerte política de su padre es decisiva en la biografía de Xi. A los 15 años fue enviado a trabajar al campo en la provincia de Shaanxi, en el marco del movimiento de reeducación de los jóvenes urbanos de la Revolución Cultural.

Su petición para ingresar en el partido fue rechazada nueve veces hasta pasar el filtro en 1974. Le costó lo suyo que le admitieran en la Universidad Tsinghua de Beijing.

Su licenciatura en 1979 coincidió con la rehabilitación de su progenitor, que fue recuperado por Deng Xiaoping -el Pequeño Timonel- para supervisar las reformas económicas hasta su muerte en 2002.

La rehabilitación de su padre le posibilitó entonces entrar a trabajar como secretario personal de Geng Biao, ministro de Defensa y viejo amigo de la familia. Ello le permitió consolidar las conexiones militares imprescindibles para su futuro.

Un futuro que, en todo caso, pasaba por el clásico periplo por las provincias, insoslayable para todo dirigente de la China actual que mire alto.

Y hay que reconocer que lo aprovechó. Sus mandatos como dirigente del partido en Shaanxi, Hebei, Zhejiang y Fujian -en esta última provincia, que vive de cara a Taiwán, fue uno de los pocos en no ser marcado por escándalos de corrupción- apuntaló su carrera política, que recibió un espalda- razo definitivo cuando el actual presidente, Hu Jintao, le encargó en 2007 la jefatura del partido en Shangai, asolada por el escándalo de corrupción que acabó con la carrera de su antecesor en el cargo, Chen Liangyu.

Su desembarco en la metrópoli costera supuso un verdadero espaldarazo a su carrera, ya que recibió el apoyo del llamado «Club de Shangai», liderado por el expresidente Jiang Zemin, quien ya le había echado el ojo durante el XV Congreso del partido de 2002, que supuso el pase a retiro del tercer líder de la nueva China tras su fundador, Mao, y Deng.

Los sinólogos aseguran que el líder de la Cuarta Generación y presidente saliente, Hu, tuvo que tragarse el sapo de su elección en perjuicio de su delfín, Li Kequiang, que será el segundo -primer ministro- de la inminente Quinta Generación. Y es que Xi personifica la elección de los «tecnócratas desarrollistas», que compatibilizan su defensa de la economía de mercado con el conservadurismo político. Xi completa el perfil con un marcado y cuidado populismo -su compañera, igualmente princesa roja, es la famosa cantante Peng Liyuan-.

Con todo, hay que aclarar que el poder en China tiene un creciente sesgo colegiado. El Comité Permanente del Politburó del PCCh está formado pir nueve miembros.

Y que la política china parece responder cada vez más a un bipartidismo dentro del partido en el que los «socialdemócratas» (Hu) y los «tecnócratas» (Jiang y el propio Xi) se turnan, cada ocho años, en el poder.

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