Alumnos de la BAI, dirigidos por Maite Agirre, con alguna incorporación musical profesional, componen una propuesta que debe mirarse con la atención que provoca una dramaturgia que Maite Agirre lleva experimentando desde hace muchos años, tanto con la figura de Don Quijote, como con La Celestina, de la que vimos un trabajo hace unos pocos meses en Argentina. Parte de la esencia de los personajes, incluso con partes de la trama o pasajes literales, pero establece una acción contaminante, fertilizante, a base de incorporar situaciones, temas, asuntos de la actualidad, pero remitiéndose siempre, como brújula, al texto cervantino, aunque solamente sea con una frase, con una situación, con unos personajes.

Al realizarse en el contexto de una escuela de teatro, se debe entender que lo ofrecido al público es un trabajo sin concluir, es la foto del momento actual de un proceso, en donde se nota más la mano de la directora en cuanto a la disposición espacial, los movimientos, la propia estructura dramática, en donde la música, también híbrida, popular vasca, clásica o pop, y el trabajo de un colectivo de actores jóvenes, en formación que acceden a un bautismo escénico sin tener que amarrarse a personajes sicologizados, sino a un trabajo coral, con lenguajes que rozan siempre la parodia o el burlesco, pero que requiere de una gran sincronización y de una rapidez para poder mostrar su prototipo, su personaje esencializado en unos pocos segundos, en un gesto, una frase. Interesante en cuanto rompimiento con la linealidad, el versionismo acomodaticio, y por lo que tiene de búsqueda, de indagación, que Maite Agirre lleva acumulando experiencias apoyada en textos clásicos reconocibles que convierte en sujetos cercanos, de actualidad, gracias a su puesta en escena y al tratamiento interpretativo.