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Iñaki Urrestarazu Aizpurua Economista

Las monarquías del Golfo y la primavera árabe

Con este artículo, el autor da continuidad al análisis que con el título de «Luces y sombras de la primavera árabe» viene ofreciendo en estás páginas. Se centra en el rol que están jugando las monarquías petroleras del Golfo, su papel en favor de EEUU y su participación en los conflictos de Siria y Libia. En concreto, profundiza en las realidades de Arabia Saudí, Bahrein y Qatar, y describe cómo controla a su antojo el Consejo de Cooperación del Golfo y, mediante él, a la Liga Árabe.

Algunos de los principales aliados de EEUU en sus correrías de destrucción y barbarie, son además de los timoratos y sumisos países europeos, atados en corto y controlados vía OTAN, y el estado criminal por antonomasia que es Israel, los perros de presa que son las monarquías árabes petroleras del Golfo, asociadas en el Consejo de Cooperación del Golfo (CCG), en donde participan Arabia Saudí y Qatar como líderes indiscutibles, y los Emiratos Árabes Unidos, Kuwait, Omán y Bahrein. Es a tener muy en cuenta que este Consejo está teniendo un peso decisivo en la política reaccionaria y proamericana de la Liga Arabe.

Arabia Saudí es una entidad jurídica creada por los británicos durante la Primera Guerra Mundial para debilitar al Imperio Otomano. Es y ha sido siempre, no un país, sino una finca, propiedad privada de la dinastía de los Al-Saud. No existen cuentas bancarias ni presupuestos del reino: son las cuentas de la familia real las que sirven para administrar lo que es su coto privado. Con el final de la Segunda Guerra Mundial, este territorio pasó a ser un señorío feudal de los Estados Unidos. El presidente Franklin D. Roosevelt llegó a un acuerdo con el rey Ibn Saud, en base al cual la familia de los Saud garantizaba el aprovisionamiento en petróleo de los EEUU que, a cambio, garantizaba la ayuda militar necesaria al mantenimiento de los Saud en el poder. Esta alianza es conocida como el Acuerdo de Quincy, por el nombre del barco en que se firmó. Acuerdo y no tratado, porque no se realiza entre dos estados sino entre un estado y una familia.

En septiembre de 2011 se realizaron las segundas elecciones municipales de su historia -las primeras fueron en 2005-. Los electores -las mujeres no pueden votar-, solo eligen a la mitad de los representantes. La otra mitad es de libre designación por parte del régimen. Los consejos municipales carecen de poder efectivo. Hasta 1953 no existe un consejo de ministros. Los ministros son elegidos por el rey. La mayor parte de los ministerios y los altos cargos del gobierno están ocupados por miembros de la familia real.

No existen partidos políticos, ni sindicatos, ni tampoco elecciones salvo las municipales citadas. Ni siquiera el Ejército es una institución, porque hasta los mandos intermedios lo son por vínculos familiares. Tampoco tienen identidad nacional, porque mientras en Egipto los manifestantes de Tahrir cantaban «Egipto, Egipto», corear el nombre de este país es corear el nombre de la familia real. La justicia se administra de acuerdo con la Sharia (Ley Coránica) por tribunales religiosos, los cuales son designados por el rey. No ha firmado ni ratificado casi ninguno de los acuerdos internacionales sobre Derechos Humanos.

Arabia Saudí es un estado policial que no reconoce el derecho de manifestación y, a raíz de las recientes revueltas árabes, incluso ha reforzado la prohibición con una fatwa que declara que las protestas son contrarias al islam. Los tribunales saudíes imponen penas corporales, como pueden ser la amputación de las manos o los pies, y el azote. Se estima que hay cerca de 30.000 detenidos sin juicio, bajo el pretexto de lucha contra el terrorismo. «Es rara la familia saudí que no tiene un preso político».

El wahabismo es la doctrina de estado de Arabia Saudí. El wahabismo es una secta o facción extremista, una de las cuatro escuelas de interpretación ortodoxas del islam suní, la más cerrada e intransigente de todas ellas. El programa ideológico del wahabismo es totalitario: la doctrina oficial se impone incluso en la vida privada mediante la represión sistemática y la coerción policial directa y permanente contra el conjunto de la población; creen que sus doctrinas tienen que ser obligatorias para todo el mundo, les guste o no. A partir de ahí, la violencia es inevitable.

Este país tan totalitario, tan reaccionario y tan explotador, que ha reprimido sin piedad las oleadas de la primavera árabe que han llegado a su suelo, que envía sus tropas a reprimir y matar las demandas de libertad de Bahrein, se presenta con todo el cinismo del mundo como adalid de las libertades, y organiza y financia ejércitos de mercenarios al servicio del Islam más reaccionario y de la desestabilización y destrucción de estados, como Libia y Siria, que no son del agrado de los EEUU, su amo y señor, a quien sirve fielmente. O maneja a su antojo el Consejo de Cooperación del Golfo que controla y, a través suyo, a la Liga Arabe, para impulsar el acoso y derribo de dichos países.

Bahrein se presenta como un reino independiente desde 1971, pero en realidad es un territorio gobernado por los británicos. El rey Hamad concedió a EEUU la instalación en el puerto de Juffair del cuartel general naval del Comando central y de la 5ª flota. La demanda popular reclamaba el acceso a una verdadera independencia, el fin de la tutela británica y la partida de las tropas americanas. Pero la respuesta fue aplastar en sangre cualquier esperanza popular. En marzo, el secretario norteamericano de defensa, Robert Gates, fue a coordinar las operaciones en Manama con el apoyo de tropas especiales de Arabia Saudita y Emiratos Árabes. Hubo una enorme represión contra la población (mayoritariamente chíi), intelectuales, estudiantes... con centenares de muertos, heridos y torturados.

Con ocasión del aniversario del inicio de la revuelta, el 14 de febrero, ha habido también un gran despliegue de policías antidisturbios y una fuerte represión, especialmente en los barrios donde vive la discriminada mayoría chíi. Numerosos heridos se negaban a ser trasladados a los hospitales para no ser detenidos. Los Partisanos de la Revuelta del 14 de Febrero, que convocaron para esa fecha una marcha a la Plaza de la Perla -símbolo de la revuelta destruido por el régimen- insisten en que no habrá diálogo hasta la caída del régimen. Los tribunales militares de excepción han dado penas muy duras -largos años, cadena perpetua, penas de muerte...- a multitud de militantes, estudiantes, profesores universitarios, médicos por atender a heridos, y dirigentes de la oposición, del movimiento HAQ, del movimiento WAFA, del movimiento de izquierda laico Waed, etc. Como vemos, los norteamericanos, las potencias occidentales, Arabia Saudi, Qatar, Emiratos Arabes, La Liga Árabe, etc, no han condenado esta represión brutal de la monarquía, ni han armado al pueblo, ni han denunciado en la ONU u otras plataformas, sino todo lo contrario, han enviado tropas para reprimir y liquidar la oposición, para consolidar el poder. ¿Por qué en Libia y Siria sí, y aquí no?

El emirato de Qatar, con abundante petróleo y el tercer país en reservas de gas del mundo es, por tanto, muy rico. Tiene una población reducida, que no llega al medio millón de habitantes y la población catarí sólo conforma el 20% de los habitantes del país. La mayoría son trabajadores extranjeros venidos de la India, de Irán o de países norteafricanos, palestinos, jordanos... que tienen un nivel de vida relativamente alto pero que no pueden participar en la política del país. Los cataríes son partidarios, al igual que Arabia Saudí, de una de las corrientes más retrógadas y fundamentalistas del Islam sunita, el wahabita. Qatar, con sus grandes recursos dispone de un ejército profesional mercenario muy poderoso, que lo envió a Libia contra Gadafi y lo quiere enviar a Siria, siempre en defensa del islamismo más reaccionario y de los intereses capitalistas y del imperialismo. Asimismo dispone de una cadena televisiva, Al Jazeera, que está jugando un papel tremendamente intoxicador y manipulador en favor del imperialismo.

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