
Alberto Pradilla Periodista
R�o Fr�o
Eel ba�o de R�o Fr�o, uno de los bares cercanos a la Audiencia Nacional espa�ola, tiene un relajante hilo musical. La primera vez que pas� por ah�, hace ya m�s de diez a�os, me pareci� un elemento fascinante. Cosas de los nervios y de la histeria, que te refugias en los detalles m�s triviales. Todo ciudadano vasco sabe que cuando toca esperar en R�o Fr�o llevas por lo menos tres d�as con plato �nico de angustia. Las horas corren tan despacio que parecen un puto atasco en la calle G�nova. Esa jodida cuenta atr�s que se te clava como si te atravesase el m�stil de la gigantesca bandera de la plaza de Col�n mientras piensas que ya falta menos, que dentro o fuera, pero que lo peor ha pasado. M�s de 50.000 vascos han sido detenidos por motivos pol�ticos. Sabemos de lo que hablamos.
Durante mi vida me ha tocado muchas veces esperar en ese caf� que no tiene la culpa de estar ah�, pero que siempre recordaremos como el sitio del hilo musical en el ba�o y las largas esperas. Yo ten�a la esperanza de no volver a esas mismas circunstacias. Pero el jueves, otra vez m�s, ah� estaba una treintena de ciudadanos vascos esperando a sus seres queridos. Lo mismo daba en bus que en coche, lo importante era la esperanza de ser dos m�s a la vuelta. Cada ser humano, ante su propio dolor, responde de una manera. Pero, sinceramente, esos ojos rojos, ese apretar el gesto, el que sale fuera del corro porque no sabe ni qu� decir, quien se agarra a un brazo intentando demostrar fortaleza, o aquel que simplemente se derrumba en silencio mirando fijamente a un edificio que simboliza castigo, tienen un com�n denominador que me pone los pelos de punta.
No es una eleg�a al dolor, sino un alarde de dignidad. En este momento en el que tanto se debate sobre el relato, es necesario no olvidar este lugar simb�lico por lo siniestro. Por supuesto, reivindicaremos a todos aquellos a quienes nos robaron de noche. Pero tambi�n, a los que esperan, angustiados, rotos, dolidos, cansados pero orgullosos.
El viernes, frente a R�o Fr�o, sintiendo el dolor colectivo pero intentando respetar el sufrimiento �ntimo de quien se encontraba all�, volv� a escuchar una conversaci�n que no por universal pierde su valor: �Zer moduz daude?�. �Eskerrak eta animoak eman digute hemen egoteagatik�. Si fuese un torturador, uno de esos que maltrat� a I�aki, Inaxio o cualquier vasco que ha pasado por sus calabozos, me ir�a a casa con una cosa clara: estos no aprenden ni a hostias. Eutsi gogor!